Читать книгу Dignidad y equidad amenazadas en la sociedad contemporánea - Clara Martínez García - Страница 15

1.3. ESTIGMA

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Por supuesto, el prejuicio negativo está en la base de la estigmatización. Un fenómeno que, como nos indica Goffman13, de algún modo, deshumaniza al sujeto y sobre esta asunción se construye una ideología para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que representa racionalizando lo necesario para que el discurso encaje sin contradicciones. Desde que Goffman escribió su célebre ensayo son muchos los que se han adentrado en el estudio de este tema mostrando que se trata de algo más complejo de lo que pudiera parecer a simple vista. Los matices fueron creciendo según se fue sabiendo más, enriqueciendo muy notablemente el concepto:

Goffman14 subraya que los antiguos griegos utilizaban la palabra estigma para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el estatus moral de quien los presentaba; Jones et al.15: formas de ser y estar que producen descrédito, la persona se ve como moralmente débil y produce repulsa; Pfuhl16: el estigma denota una identidad moralmente relajada e indeseabilidad social; Schur17: las personas estigmatizadas viven poco apreciadas como personas; Birenbaum y Sagarin18: se refieren a individuos que son considerados negativamente, algunos por haber violado reglas otros tan solo por ser el tipo de gente que no poseen rasgos físicos o actitudinales que se corresponden con los altamente valorados; para Davis19 decir estigma evoca imágenes de identidades salpicadas de imperfección física o moral que excluyen automáticamente a su portado; mientras que Katz20 los define como individuos que tienen atributos que no concuerdan con los estándares de lo normal y lo bueno, por tanto, son generalmente denigrados y evitados. Así podríamos continuar haciendo un recorrido por centenares de autores pero parece claro que todas las conceptuaciones comparten un factor común: sugieren que estigmatizar a alguien es devaluarle. Para Stafford et al.21 el estigma posee dos características evidentes:

1. Se trata de un fenómeno relativo. Lo que es considerado estigma en una unidad social –familia, compañía, nación–puede no ser visto así por otros (pensemos en ideales de delgadez o en la edad avanzada).

2. La estigmatización es colectiva: quien es devaluado por un miembro de la unidad social, también lo es por otros miembros.

Aquí radica la principal razón por la que es tan complejo aproximarse al fenómeno del estigma: pueden estar sustentados sobre tantos aspectos como los que constituyen la diversidad humana; basta como ejemplo que consideremos unos pocos: edad avanzada, adicciones, trastornos mentales, poca estatura, raza, problemas con la ley, orientación sexual, desempleo, obesidad, falta de estudios, fealdad, no tener pareja, pobreza, género, limitaciones intelectuales o físicas y, así, un largo etcétera. Todas las diferencias humanas son potencialmente estigmatizables.

Hasta aquí, parece claro que para comprender la naturaleza del estigma hemos de mirar cuidadosamente la cultura, la estructura social y el periodo histórico en el que se produce ese proceso de estigmatización. Según cambien esos vectores, variarán los rasgos estigmatizables, sólo dejarán de serlo cuando denostar esos rasgos deje de ser expresión de algún valor en esa sociedad. Los estigmas, en gran medida, expresan los juicios valorativos del grupo dominante. En términos generales, será el grupo dominante, el que está en disposición del poder, el que determine qué diferencias antropológicas son tolerables y cuáles no. En sociedades pequeñas y homogéneas, que comparten un conjunto claro de valores y tienen una estructura muy cohesionada con gran estabilidad social el grado de consenso sobre lo que es estigmatizable será bastante alto y viceversa22.

El impacto que el estigma tiene sobre el individuo será muy variable. Algunos estigmas no afectan severamente a la adaptación del sujeto individual al medio; sin duda le afecta, pero puede ser que no de un modo determinante. Sin embargo, otros producen enormes desigualdades sociales de modo tal que las personas que los sufran quedan al margen de toda posibilidad de integrarse en el tejido social y se verán muy afectados en su constitución y equilibrio psíquico.

En este sentido, al tratarse de un fenómeno habitual en toda cultura y sociedad a lo largo de la historia algunos autores se han interesado por el valor funcional que cumple el estigma: estigmatizar a otros puede servir para realzar la propia autoestima, al sentirse comparativamente mejor que otros socialmente menos apreciados23; también para tener más sensación de control en el tejido social o para minimizar niveles de ansiedad responsabilizando a otros de todo lo malo que pueda ocurrir24.

Dignidad y equidad amenazadas en la sociedad contemporánea

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