Читать книгу El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany - Страница 13

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Capítulo VI

5 de octubre, 2012.

Con una gran sonrisa camino hacia el salón donde sé que Katherine se encuentra en clases, necesito abrazar a alguien. Yo, Hilary Jefferson, he sido contratada para un magnífico trabajo. Eso es tan sorprendente y me tiene tan feliz.

Cuando estoy frente al salón, me asomo por la pequeña rendija de la puerta y la localizo con mi mirada, no puedo evitar reír al notar que ella esta distraída con su celular. Aprovecho de sacar el mío y marcarle.

Me toma un minuto tener su atención en la ventanilla, lo bueno es que toma sus cosas y sale del salón apresuradamente.

—Muy bonito, Katherine, con tu celular en horas de clases.

—Ese hombre no sabe de historia, me tocó un mal profesor en Hstoria del Arte, no es justo.

—¿Has escuchado la famosa frase de Dexter? Ya sabes, «la vida es una perra injusta que hay que joder con fuerza para que no te arroje mierda».

—Es una frase con tantas malas palabras que se me hace difícil decirla.

Asiento y entonces dibujo una gran sonrisa en mi rostro antes de arrojarme hacia ella y envolverla en mis brazos obligándola a dar pequeños saltos a mi alrededor.

—¡He conseguido el trabajo! Soy la asistente de Claudia Renette —digo emocionada.

—¡Estupendo! Sabía que aceptarías y que ella estaría muy interesada en ti —dice con alegría—, supongo que ahora puedo darte una noticia que también me tiene emocionada.

—Suéltalo —digo, liberándola de mi abrazo.

—Kaethennis me ofreció un lugar cuando tenga su editorial, ya sabes, ella necesitará diseñadoras para las portadas, bosquejos y demás.

—¡Eso es estupendo!

—Lo sé —ella me sonríe—. ¿Recuerdas esa vez que dijimos casualmente que podríamos rentar un apartamento juntas?

La miro con los ojos abiertos antes de arrojarme de nuevo y besar de manera ruidosa su mejilla, sí, seguro nos vemos como dos estúpidas.

—Te amo, te amo, te amo —digo riendo—, debemos conseguir un apartamento y…

—Sobre eso —me interrumpe—, Keith conoce a alguien que está rentando un apartamento en un buen lugar, es de confianza, solo que está algo urgido de rentarlo porque sale del país en un mes.

—Es para nosotras —sentencio—, si Keith dice que es genial, vamos a creerle.

—De acuerdo, entonces en un mes estaremos viviendo juntas.

• • •

No es la primera vez que vengo al apartamento que Frank comparte con su hermano, pero finjo que estoy entretenida evaluando la escasa decoración.

Estoy nerviosa.

Estamos solos en su apartamento, en una cita a la que no quería venir.

—Siéntete como en casa —murmura Frank.

—Claro —miro alrededor notando que no hay ningún televisor a la vista—. ¿Frank?

—Dime —dice desde la pequeña cocina.

—¿Dónde se supone que vamos a ver el cortometraje?

—En mi habitación —me volteo a verlo y me está sonriendo, trato de devolverle la sonrisa.

Siento mis manos sudorosas. Cálmate, Hilary, solo es una cita con tu amigo en un apartamento a solas, en su habitación.

De ninguna manera mi virginidad me abandona hoy, así que debo tranquilizarme, no es como si Frank planeara violarme, al menos eso espero, hay cada loco en este mundo.

—¿Hago palomitas de maíz?

—No, no es necesario. Antes de venir comí con Katherine y Jane —digo, aunque lo cierto es que no tengo hambre, estoy alerta.

Quizás estoy siendo un poco paranoica.

—Bueno, pues vamos a la habitación.

Asiento y lo sigo, incluso me encargo de subir la cremallera del suéter color azul que estoy usando, mientras menos piel muestre, mejor, ¿no?

El cortometraje, según lo que Frank dice, tiene una duración de quince minutos.

Los primeros cinco minutos estoy tensa, las luces están apagadas, pero me doy cuenta de que Frank no muestra ninguna mala intención, por lo que me relajo y disfruto realmente de su trabajo, un muy buen trabajo.

Cuando va por los diez minutos me doy cuenta de que Frank está increíblemente cerca, tanto como para invadir mi espacio. Debo aprender a rechazar a Frank.

Debo concentrarme para ver el cortometraje y no en que Frank está tomando mi mano y la está llevando a sus labios. Respiro con fuerzas.

¿Por qué Frank? ¿Por qué quieres volver incómoda nuestra amistad?

Aun así, no retiro mi mano de la suya, pero es tan incómodo sentir sus labios besándolas, respira hondo Hilary, no te alteres.

El cortometraje termina, pero por alguna razón él no se pone de pie, se acerca. Me ordeno voltear a verlo y lo encuentro muy inclinado hacia mí.

No es como si yo nunca hubiera besado, después de todo estuve saliendo con Josh, pero no quiero besarlo. No quiero.

Ni siquiera tengo curiosidad.

Lo veo en cámara lenta, veo sus labios venir a los míos, siento alarmas en mi cabeza. Hago la cosa más estúpida para hacer cuando lo tengo lo suficiente cerca. Bostezo. Abro realmente muy grande la boca y cierro los ojos con fuerzas.

Él se aleja riendo y yo finjo sentirme apenada, pero me siento aliviada.

—Vaya, eso sí que es un bostezo.

—Sí, lo siento, estoy agotada —finjo ver mi reloj—, de hecho, de verdad me gustaría tomar una siesta…

Frank parece descifrar mis palabras, quizás realmente quiere intentarlo porque creo que va a replicar, pero mi celular suena y en el identificador se lee «Doug».

—¿En la cita? —es lo primero que dice Doug.

—¿Pero qué fue lo que pasó?

—Oh, ya veo, necesitas escapar.

—¿Es muy grave? —digo, caminando de un lado a otro, Frank me observa con curiosidad, escucho la risa de Doug.

—Debe ser muy grave para que estés fingiendo una emergencia princesa.

—Solo me tomará veinte minutos llegar.

—Muy bien, me aprovecharé de esto, te espero en la dirección que te pasaré por mensaje.

—De acuerdo, voy ya mismo para allá —digo con rapidez, fingiendo angustia.

—No puedo creer que te estés inventando todo para salir de una mala cita —ríe Doug—, nos vemos princesa.

La llamada finaliza y en lo que veo el celular rápidamente me llega la dirección, me cuesta mucho no sonreír y fingir preocupación cuando encaro a Frank, siento un poco de culpa, pero no es nada que no pueda ignorar.

—Lo siento, Frank, se me presentó una emergencia y debo irme.

—¿Todo bien? —pregunta siguiéndome cuando camino hacia la sala.

—Sí, nada que no pueda resolverse —le sonrío un poco, no quiero sentir culpa—, hiciste un gran cortometraje Frank.

—¿Suficiente bueno para darme un abrazo?

Le doy un abrazo porque es mi amigo, al menos lo ha sido los últimos tres años y medio que llevo de carrera, me abraza por más de lo adecuado. Cuando me separo, trato de devolverle la sonrisa y salgo apresurada de su apartamento.

• • •

Pago al taxista, bajo del auto y, por supuesto, que estoy frente a una tienda de tatuajes, en la que a un costado Doug está sacándose fotos con un grupo de chicas, bueno, algunas de ellas lucen de la edad de él.

Me gusta cuando Doug lleva ese gorrito de lana gris o el verde, a diferencia de muchos artistas que usan gorras para ocultarse. Doug solo se encarga de llevar gorritos de lana, principalmente porque su mamá los hace para él.

Él echa la cabeza hacia atrás riendo de algo que una morena le dice, sin borrar la sonrisa posa junto a la morena que besa su mejilla, luego él niega con su cabeza y me ve. Me hace señas para que me acerque, por supuesto que su grupo de fans me nota mientras me acerco.

Cuando estoy lo suficientemente cerca Doug tira de mi brazo hacia él y estampa un beso ruidoso en mi mejilla que me hace reír. Luego les sonrío a las chicas que lo rodean, quienes parecen que no tienen ningún inconveniente en reconocerme.

Ya ves, parece que soy famosa.

—Eres increíblemente hermosa —me dice una de ellas—, mucho más que en fotos.

—Sí, muchos viven peleando por cuál hermano Jefferson es más caliente, pero me parece que Hilary les gana —dice Doug riendo y jugando con la manga de mi suéter.

—¿Crees que puedes tomarte una foto con nosotras? —pregunta una rubia.

—Claro —acepto porque no es la primera vez que pasa, ha pasado tantas veces que Harry me recomendó solo seguir la corriente.

Ellas se ubican alrededor de mí, exceptuando la morena que se ofrece a tomar la foto, Doug no se une, él observa divertido.

Ellas agradecen y me parece que la morena deja su número de teléfono a un divertido Doug que las despide con un abrazo. Siento algunos flashes, otra cosa típica a la que me he acostumbrado, sobre todo cuando estoy con alguno de ellos.

—¿Lo conseguiste? —me pregunta girándose hacia mí.

—¿Qué cosa?

—El trabajo.

Lo miro con sorpresa mientras ubico mis manos en mis caderas, él imita mi postura viéndose totalmente femenino haciéndome reír.

—¿Lo recuerdas?

—Hilary, no tengo el cerebro del tamaño de un maní, me lo dijiste ayer y estuve cruzando los dedos para que lo consiguieras —me da una sonrisa minúscula mientras mete las manos en los bolsillos traseros de sus jeans y mira tras de mí—. ¿Lo conseguiste?

—¿Si te digo que sí, qué pasa? —no me puedo creer que en estos últimos días he estado hablando con Doug sin timidez, no sé qué es lo que ha pasado, pero me gusta de esta forma en la que él no debe sacar las palabras de mí, yo sola las dejo salir.

—Te daré un abrazo que nadie va a superar —me dice entrecerrando sus ojos mientras me da una gran sonrisa.

—Lo conseguí.

Apenas termino de decirlo, me encuentro entre los brazos de Doug, quien me alza del suelo y gira, sosteniéndome. Me agarro fuerte de sus hombros. Está loco.

—¡Vas a hacerme caer!

—¡La princesa Jefferson lo consiguió! —grita, sé que estas fotos estarán por Internet y que dirán algo como «el tecladista de la banda gritó…».

Aun así disfruto del momento, justo antes de que él me libere, pero hace que mi cuerpo roce el suyo hasta tocar el suelo, siento como si cada parte de mi cuerpo que tocó el suyo quemara, mientras él me ve con una sonrisa ladeada, toma un mechón de mi cabello.

—Eres increíble, Hilary Jefferson —murmura en voz baja antes de inclinarse y besar mi mejilla.

No entiendo cómo me mantengo de pie luego de un momento como este. Es platónico, Hilary, es platónico. Pero no, qué va, ya no lo veo como un platónico.

De hecho ahora se mira y se siente muy real.

—¿Pasamos?

Asiento aún sorprendida por la manera en la que Doug y yo hemos estado relacionándonos, incluso esto está sucediendo desde antes de que se fuera de gira por América.

Veo cómo tatúan la muñeca de Doug, él hace algunas muecas, pero no se queja, al igual que lo hacen todos después de haberse hecho su primer tatuaje.

Es tan encantador ver cómo lo tatúan que por un momento tengo un ataque de valentía y me gustaría probar algo pequeño y significativo.

—¿Yo podría tatuarme? —pregunto, esperando que cualquiera de los dos hombres que están tatuando me responda. Doug me observa con sorpresa.

—Princesa, no te traje para que sintieras presión por tatuarte.

—Siempre he querido hacerme algo que me identifica mucho y ciertamente me recuerda a ustedes —digo, luego frunzo el ceño intentando descifrar qué lugar sería adecuado—, aquí.

Tiendo mi dedo anular, donde espero en algún futuro descanse una alianza de matrimonio, como dije, es algo mínimo que me recuerda a mis hermanos, a BG.5, incluso a mis padres.

—Quiero una pequeña corona, ya sabes, algo sencillo y que bajo de ella diga Jefferson, pero que sea pequeño, por favor —miro a Doug—, es lo que quiero.

—Vaya —dice y luego silba—. ¿Realmente vas a hacerlo?

—Realmente, quiero hacerlo.

—Una chica hermosa y con buenas ideas —dice el rubio al que le están terminando de tatuar el tobillo, me guiña un ojo—, me gusta.

—Bueno, puedes guardar tus halagos —le recomienda Doug—. ¿Quieres que ayude a diseñar la corona? Después de todo eres una princesa especial.

Mi respuesta es afirmativa mientras le extienden papel y lápiz, es una suerte que sea su muñeca izquierda la que está siendo tatuada.

Apenas veo la aguja dirigirse a la piel de mi dedo anular abro los ojos con sorpresa. Ahora qué va a suceder ya no me parece que yo sea tan valiente.

El hombre de barba, el mismo que tatúo a Doug, ríe mientras aleja la aguja, ya que que al parecer yo he cerrado mi mano en un puño. Doug ríe y con sus dedos acaricia los nudillos de mi mano cerrada. Estoy aterrada.

—Tranquila, princesa, relájate —sugiere, luego se mantiene serio—, si no quieres, Hilary, no tienes que hacerlo.

—Kae me dijo una vez que los miedos hay que vencerlos y vivir con ellos —recuerdo inhalando hondo—, quiero hacerlo, solo…

—¿Quieres que sujete tu mano libre? —asiento y luego no solo tengo su mano sujetando la mía, él entrelaza nuestros dedos y la sensación que invade mi pecho y estómago es nueva.

—Está bien, vamos a hacerlo —le digo al hombre de barba.

El diseño es espléndido, una corona en color negro pero con muchos detalles, que tiene pequeñas gemas que según Doug deben ir en color azul. Sé que algunos tatuajes que llevan mis hermanos, los chicos y alguna que otra persona, han sido diseñados por Doug. Realmente sabe lo que hace.

Apenas la aguja perfora y traza una pequeña línea, quiero arrepentirme. No me importa ser una nenita, eso duele y me encargo de manifestarlo a través de un quejido y apretando la mano de Doug.

—Oh, voy a moverme, esto duele, duele —musito a Doug.

—Háblame —pide Doug intentando distraerme—. ¿Qué hubo de malo en tu cita como para que huyeras?

Gimo dolorosamente sintiendo perfectamente los trazos que perforan mi piel, quizás no escogí un área adecuada para el tatuaje. Duele.

—Princesa, respóndeme. Enfócate en mí, vamos, ignora lo demás.

—Frank es mi amigo y me gusta que sea mi amigo —digo, apretando mis labios y tratando de distraerme únicamente viéndolo a él—, es dulce… Y atractivo a su manera, pero no me gusta de otro modo y estoy molesta de que quiera dañar nuestra amistad.

—¿Le dijiste eso?

—No quiero lastimarlo con el rechazo…

—¿No crees que lo lastimas más cuando no eres sincera acerca de cómo te sientes?

Abro mi boca y exhalo mientras cierro los ojos, escucho el zumbido de la máquina, duele, pero efectivamente estoy algo distraída conversando con Doug.

—Cuando quiero a alguien no me gusta lastimarlo…

—Eso es dulce, Hilary, pero no siempre es sano —me mira pensativo—. ¿Qué tal a mí?

—¿Qué?

—Finge que yo soy Frank, aunque, bueno, él no tiene tanta suerte de ser yo —bromea haciéndome reír—. Hilary, me gustas… ¿Quieres salir conmigo?

—¿Qué? —pregunto confundida.

—Princesa, se supone que soy Frank.

—Oh, claro, claro.

—Entonces, princesa he decidido que me gustas y…

—Él no me llama princesa, solo tú.

—Lo haces difícil —dice rodando sus ojos—, muy bien. Hilary, me gustas y quiero que tengamos otra cita, podemos llevar nuestra amistad a otro nivel.

Me quedo callada, observándolo, él enarca sus cejas con incredulidad.

—¿Realmente te cuesta tanto rechazarlo?

—Creo que entro en pánico. ¿Qué pasa si llora? ¿Si deja de hablarme?

—Solo dile que no —comenta el hombre que me tatúa, recordándome su existencia.

—Exacto, solo di no, no siempre podrás inventar excusas —respira hondo—, intentémoslo de nuevo.

—De acuerdo.

—Hilary, me gustas y quiero que tengamos muchas más citas, creo que tenemos química y podemos ser más que amigos.

—No —digo y él sonríe—, no creo que sea buena idea, eres mi amigo y quiero que sigas siéndolo. Doug, no puedes sonreír. No creo que él sonría luego de que lo rechace.

Él ríe y lleva nuestros dedos entrelazados a sus labios depositando un beso y viéndome a través de sus pestañas rubias. Hay hombres que nacieron para ser admirados y ser considerados inalcanzables. Doug es uno de ellos.

—Mira —señala Doug a mi dedo—, ya casi terminan, y no te diste cuenta.

—Gracias —musito, y él me guiña un ojo.

Media hora después y con una venda que me causa gracia alrededor de mi dedo, Doug y yo salimos de la tienda. Aun cuando intenté pagar mi tatuaje, Doug se hizo cargo, afirmando que es un regalo.

—¿Vamos a mi auto?

—No lo creo, voy a encontrarme con papá, va a comprar algo para el aniversario con mamá —digo, viendo momentáneamente al piso.

—Oh, bueno… En ese caso… ¿Nos vemos luego?

—Claro…

Él ladea su cabeza hacia un lado y me contempla con fijeza, esa manía de Doug de incomodar a las personas nunca desaparecerá.

De un momento a otro sus manos pellizcan mis mejillas y ruedo los ojos, todos saben que odio que hagan eso, es una sensación que comparto con mi sobrino, así que llevo mis manos a su rostro y lo apretujo, seguramente nos vemos como dos idiotas.

—No pellizques mis mejillas —digo y apretujo su rostro. Sus ojos se achican debido a la magnitud de su sonrisa.

Él libera mis mejillas y yo su rostro, mantiene la sonrisa antes de ver la hora en su teléfono. Luego vuelve su atención a mí.

—Debo irme, quedé para algo.

—Sí, claro, papá debe estar esperándome.

—Dale mis saludos a Carter, espero y no quiera patearme luego por hacer que la princesa se tatuara, aunque sea un tatuaje pequeño.

Le sonrío y me pongo de puntillas para besar su mejilla, es por ello que no veo venir cuando sus dedos toman mi barbilla y presiona con rapidez sus labios cerrados sobre los míos. Ocurre tan rápido que no estoy segura de si sucedió.

Pero esa sonrisa divertida y mirada curiosa me asegura que no lo imaginé, que realmente pasó. Apuesto a que mis ojos están increíblemente abiertos.

—Lo siento princesa, tuve curiosidad.

—¿Curiosidad? —él asiente con la cabeza—. ¿Tú crees que por tener curiosidad deben darse besos?

—Puede ser que sí, puede ser que no…

—¿Y ha respondido eso a tu curiosidad?

—Como no tienes una idea.

—¿Es toda la explicación que vas a darme?

—Toda la que puedo darte.

Abro y cierro la boca continuamente sin entenderlo, sorprendida y frustrada de que sucediera tan rápido que ni siquiera pude disfrutar. No me dio tiempo ni para sentir cosquilleos. Solo Doug podría hacer algo como eso y dejarme molesta por no hacerlo duradero.

—¿No me digas que estás cabreada?

—Estoy molesta —digo, dándome la vuelta y caminando hacia algún taxi.

Lo escucho llamarme, pero aun cuando me llama también lo escucho reír. No quiero ser su «curiosidad». Tampoco quiero que siga siendo mi platónico.

Él no lo sabe, pero su curiosidad ha despertado la mía.

Katherine tiene razón, nunca he intentado realmente ver o descubrir la manera en la que Doug me ve.

Solo quiero saber que se siente, como es y luego puedo seguir mi vida con tranquilidad. Puedo hacerlo.

Llevo dos dedos a mis labios. Irónico, he imaginado muchas veces sus labios sobre los míos, sucedió y fue tan rápido que no recuerdo haberlos sentidos.

Te odio Doug McQueen, has frustrado una de mis fantasías.

El deseo prohibido de Doug

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