Читать книгу El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany - Страница 14
ОглавлениеCapítulo VII
10 de octubre, 2012.
—Muy bien —dice Harry cerrando la puerta del auto—. ¿Estás lista?
—¿Se vale decir que no? —pregunto y como respuesta, Dexter, que está sentado atrás, se inclina hacia adelante.
—Desde luego que no se vale ningún puto no, pon este jodido auto en marcha, Hilary Jefferson.
—No hay necesidad de sacar esa boca sucia —murmuro encendiendo el auto.
No miento cuando digo que me da miedo conducir, tantos autos y personas transitando me ponen nerviosa, además de que en Londres el tráfico es una cuestión increíblemente difícil de descifrar.
Respiro hondo antes de poner el auto en marcha, el que mis hermanos me regalaron hace unos meses. El hecho de que vayan en el auto hace que sienta más presión. Incluso Harry está en eso de ser todo mandón.
Los primeros minutos en los que salgo del estacionamiento de la casa y posteriormente de las calles de la urbanización, todo es silencio, lo cual es extraño.
Todo comienza realmente cuando estoy en las calles principales de Londres.
—Joder, una abuela con andadera caminaría más rápido que tú conduciendo —se queja Dexter—, hasta Halle lo haría más rápido.
—Halle no camina —digo molesta y nerviosa por los autos que tocan sus bocinas a mi alrededor, quizás sí voy realmente lento.
—Bueno, Harry Daniel conduce su triciclo más rápido que tú —comenta Harry masajeando sus sienes—. Hil, por favor, vas a veinte kilómetros, es absurdo, van a multarnos porque vas a generar tráfico.
—Solo soy precavida.
—¡Joder! Mueve este auto —exige Dexter en un grito que me sobresalta, él incluso comienza a reír—, por favor, hermanita.
—Déjenme.
Unos largos minutos se escuchan sus quejas, trato de ignorarlas mientras conduzco, Harry finge golpear su frente de la ventana mientras Dexter no deja de refunfuñar desde atrás. Las personas tocando bocinas a mi alrededor tampoco ayudan.
Entonces Harry tiene razón, un policía nos detiene y me multan por generar tráfico al conducir a una velocidad tan mínima en una zona de sesenta kilómetros.
Odio conducir.
• • •
Cuando Harry estaciona el auto, bajo, arrojando la puerta con fuerza, aun cuando es mi auto. Kaethennis es la primera persona que veo cuando entro a casa de mis padres.
—¿Qué tal les ha ido? —dice con Halle entre sus brazos y mi Harry Daniel dando vueltas a su alrededor.
—¡Ellos no me dejaron conducir de regreso! —exclamo y mi sobrino me observa con curiosidad mientras mete una paleta de caramelo en su boca, sus mejillas están llenas del dulce.
—¿Que’les? —me pregunta extendiéndome la paleta, no puedo evitar sonreír.
—No, sobrino, gracias, pero no quiero.
Escucho las risas de mis hermanos, seguramente vienen riéndose de mí, les lanzo una mala mirada que los hace reír aún más. Kaethennis enarca sus cejas hacia Harry mientras cambia de posición a Halle que se mantiene con sus ojos azules muy abiertos.
—¿De qué ríen? —pregunta Kaethennis a Harry.
—¡Papi! —grita mi sobrino, pareciera que no lo hubiese visto hace tan solo unas horas, no puedo evitar sonreír al ver como Harry lo alza para después besar su muy llena de dulce regordeta mejilla.
—Uhm, sabes a caramelo —le dice Harry haciéndolo reír—, bueno, nos reímos de lo divertido y agobiante que ha sido ir en un auto manejado por Hil.
—¡La han multado! Y ella está cabreada porque no la dejamos conducir de vuelta, si la dejábamos entonces no íbamos a llegar nunca. ¿Sabes por qué la multaron, Hottie?
—Evidentemente no —es lo que responde mi cuñada riendo cuando Dexter quita a Halle de sus brazos para acunarla en los suyos.
—La multaron por ir excesivamente lento, creo que me duelen los oídos de tantos bocinazos que le tocaron —musita Dexter viéndome con diversión—, no te cabrees, Hilary, que esa putada de conducir como anciana me ha dejado aturdido.
—Ya dejen de molestarla —sugiere Kae dándome una dulce sonrisa—, no te preocupes, Hilary, estoy segura que luego lo lograrás.
—Espero vivir para ese día —dice Harry apretando a Dan contra sí haciéndolo reír—. ¿Está muy rica esa paleta?
—Sí, mira —mi sobrino mete la paleta en la boca de mi hermano quien hace un sonido de deleite—. ¿Te gustah?
—Me encanta —responde Harry—, pero debemos limpiar esas mejillas y manos, están muy sucias.
—Ben —es la respuesta de Harry Daniel mientras se dirige al baño a limpiar su rostro.
—El día que aprenda a conducir, excelente, no dejaré a ninguno de ustedes subir a mi auto —le advierto a Dexter.
—Me alegra escuchar eso, porque no creo que ninguno de nosotros quiera subir.
—Imbécil.
—Crees que porque tienes un tatuaje en el dedo me intimidas —me molesta Dexter y Kaethennis ríe.
Resoplo y me acerco a él para quitarle a Halle, pero él comienza a esquivar mis manos ansiosas por cargarla.
—¡Vale, vale! —dice Kaethennis recuperando a Halle de los brazos de Dexter, la niña nos observa antes de bostezar, una bella bebé de dos meses—, si van a pelear por cargar a mi hija háganlo sin tenerla de por medio, por favor.
Como si mi sobrina apoya a su madre ella hace un quejido antes de comenzar a llorar.
—Vamos, cielo, dejemos a tus tíos pelear mientras mami te da de comer —musita caminando hacia el pasillo por el que Harry y mi sobrino desaparecieron minutos antes.
—Quiero que sepas que realmente debes aprender a conducir Hilary.
—Lo intento, todos ustedes me presionan.
—Porque jodidamente necesitas el auto para ir a la universidad y no me siento seguro si tú manejas increíblemente lento, joder, no puedo estar tranquilo dándote un auto que no puedes manejar —me dice, frunciendo el ceño—, me preocupo y no soy el único en hacerlo cariño.
»Sé que piensas que todos nosotros hacemos esto para molestarte, y, bueno, puede que nos distraigamos un poco por como conduces, pero solo queremos que puedas hacerlo. Yo sé que vas a lograrlo, pero únicamente si realmente lo intentas.
—Me siento frustrada por no hacerlo bien.
—Ven y deja que tu hermano jodidamente caliente te dé un abrazo.
Riendo, me dejo abrazar por Dexter, bueno somos nosotros dos hasta que Harry Daniel corre gritando «abrazo» hacia nosotros.
—¡Papi! ¡Abrazo! —lo invita mi sobrino abrazado a las piernas de Dexter.
Riendo Harry me abraza desde atrás, de manera que estamos en el abrazo de sándwich que solíamos tener cuando yo era tan solo una niña.
—Extrañaba estos abrazos —murmuro.
—Siempre tendrás un abrazo, Jefferson, solo debes pedirlo —murmura Harry besando mi cabeza, Dexter me guiña un ojo.
Amo a mis hermanos.
• • •
La imponente Claudia Renette está frente a mí recitando una serie de instrucciones que me tienen aturdida y tomando nota con locura. Todo en ella está gritándome que es autoritaria y para nada una jefa dulce.
Es una mujer de treinta y tantos pero que de una buena manera aparenta 30, es pelirroja, pero no al natural, de hecho, es visible que lo pinta pero no le queda mal, la hace ver más joven y sus ojos son muy oscuros.
La manera en la que usa ropa ajustada y tiene ciertas áreas de su cuerpo operadas de una forma, además de su reconocida soltería me hace saber que ella es bastante partícipe de darse gustos con hombres, pero ese no es ya mi asunto.
—Espero y no me decepciones, Hilary, porque ciertamente yo no quería contratarte —dice con una sonrisa tensa.
Esa es una buena manera de crear inseguridades y presión en alguien. Lo cierto es que mi entrevista no fue con ella, fue con su padre, quien resulta es el dueño de la galería, pero ella lo maneja y tal parece que yo no soy de su agrado.
¿Por qué estas cosas me pasan a mí?
—Y no quiero que vistas simples jeans, ¡por Dios!, no puedo trabajar con alguien que me acompañara y luce como una vagabunda.
Quiero decirle «amablemente» que los jeans que estoy usando los compraron mis hermanos nada más y nada menos que en la semana de la moda el año anterior y que mi camisa, Andrew me la había regalado cuando viajó a Grecia hace un tiempo, sí, no eran cualquier trapo. Mi ropa es más costosa que la suya, pero solo sonrío mientras asiento.
Mi jefa es una perra, espero y nadie sepa que he dicho mi primera mala palabra de la semana.
—Debes combinar conmigo en los asuntos de negocios y fiestas —sigue mientras yo anoto—. ¿Tienes que anotar todo? No eres lo suficiente lista para retener todo, lo entiendo.
—Solo intento retener de todas las maneras posibles la información que me da.
—Como sea, a partir de mañana te quiero puntual, sabes que solo te necesito tres días a las semanas, que ordenes mi agenda y para las reuniones y celebraciones en la galería —me mira fijamente—, sé que te entusiasma la idea de tener un sueldo alto, pero gánatelo.
La miro con mi boca abierta, que mujer más hostil, es mi primer día de trabajo y siento que esto no será ni un poco sencillo.
—No quiero que te líes con ninguno de los empleados de la galería —me evalúa—, conozco a las chicas que se creen que con su rostro bonito pueden escalar quitándose la ropa.
Eso ya me parece una ofensa, aprieto mis manos contra la libreta que sostengo, lo dice la mujer que solo está aquí por su papi.
—No soy esa clase de persona, soy una mujer honesta que…
—…No me interesa cariño, solo sigue anotando las instrucciones que pareces no ser capaz de retener —exige—, otra cosa, trata de no interrumpirme, no me agradan las personas de lengua larga.
—Suerte que la mía es corta —murmuro por lo bajo.
• • •
—¿Fue tan malo? —pregunta Keith escuchando mis quejas mientras conduce.
—Claudia Renette es una grandísima perra.
—Mala palabra de la semana —dice Katherine enviando mensajes desde su celular—. ¿Realmente puede ser tan mala?
—Ella dijo que yo lucía como una vagabunda.
—¿De verdad? —interviene Keith—, pero si eres bastante atractiva.
—Ella dejó muy en claro como no quería contratarme, incluso creo que indirectamente me llamó bruta.
—Es un fastidio toparse con personas así —murmura Keith adentrándose en una pequeña urbanización. Luego se estacionó frente a un edificio bastante alto—, pero te digo algo, Hilary, no dejes que te monte el pie encima ni te haga sentir menos, esas personas alimentan su ego a base de menospreciar el buen trabajo de otro y siempre está la opción de denunciarla si no te trata con respeto y como se debe.
—Sí, tampoco voy a dejarme pisotear —digo abriendo la puerta y bajando del auto—, es un edificio de muchos pisos.
—Era eso mismo lo que iba a decir —murmura Katherine, acomodando la bufanda en su cuello, escuchamos a Keith reír—. ¿Cuántos pisos tiene?
—Treinta —responde Keith activando la alarma del carro.
—¿Y en qué piso está el apartamento? —cuestiono sospechando de su sonrisa.
—Veintiocho.
—¿Qué? —preguntamos al mismo tiempo.
—Es uno de los más amplios y costosos.
—Ya veo —murmuro caminando tras de Keith.
Lo cierto es que finalmente estamos viendo el apartamento en el que Katherine y yo viviremos, mis padres estuvieron de acuerdo y mis hermanos insistieron en pagar la cuota inicial en lo que yo tenga mi primer sueldo y me adapto, son caprichosos y cedí sabiendo que no podía luchar contra los dos. <por supuesto que luego Harry uso un argumento súper extraño acerca de cómo debía cubrir la parte de la cuota inicial de Katherine también.
Suspiro con alivio cuando veo el ascensor, aun cuando es un hecho que sin ver el apartamento Katherine y yo pactamos aceptarlo.
En el ascensor hay esa música tonta que me hace reír mientras en el tercer piso un chico rubio junto a un moreno suben y sonríen al vernos, luego ven a Keith que les enarca una de sus cejas.
—Buenas tarde —murmura el rubio.
Les respondemos y nos mantenemos en un incómodo silencio. Ambos chicos bajan en el piso once donde entran más personas que van bajando en cada piso. Finalmente cuando creo que nunca sucederá, bajamos en el piso veintiocho.
El pasillo es amplio y me doy cuenta de que solo tiene seis puertas, como que realmente sí es un piso costoso.
—Vamos, Lucas, nos está esperando.
—Casi suena como «Luca», no invoques al abuelo en un momento como este Keith —bromea Katherine.
—A mí me gusta el abuelo Luca —señalo, caminando al final derecho del pasillo—, él dijo que yo le recordaba a una obra de arte y que no sabía cómo podía ser hermana de dos idiotas de los cuales uno no sabe ponerse un condón y el otro parece una nenita persiguiéndolo.
—Bueno, el abuelo es agradable con las mujeres, no se puede decir que sea lo mismo con los hombres —señala Keith antes de adentrarse en el apartamento—, hola, Lucas.
Katherine y yo lo seguimos, encontrándonos con un hombre que debe estar entrado en sus treinta, quizás llegando a los cuarenta, que nos regala una gran sonrisa antes de chequear su reloj.
Estrecho su mano cuando me la extiende y escucho todo lo que tiene para decir, pero estoy sonriendo como idiota porque con un simple vistazo ya me gusta lo que veo.
La sala es increíblemente amplia, muchísimo.
Cuando Lucas nos da un pequeño tour por el apartamento quedo más fascinada. Tres baños, de los cuales dos están en dos de las tres habitaciones del apartamento, una pequeña sala de estar, un pasillo que lleva a una cómoda cocina y una pequeña terraza que nos permite tener una buena vista de la ciudad.
Ahora entiendo por qué el costo del alquiler resulta un tanto costoso, vale la pena y es seguro. Además, está equipado, únicamente necesitamos quizás unos televisores, teléfono local y camas.
Le hacemos ver que estamos encantadas con el apartamento y procedemos a leer el contrato. Lucas está afanado. En dos días es su viaje y tiene asuntos que resolver. Asegura que una vez el depósito se haga nos entregará las llave del lugar.
Estoy tan entusiasmada cuando bajamos del edificio que casi paso por alto el mensaje de Doug.
«¿Aún cabreada conmigo?»
Muerdo mi labio mientras jugueteo con mi celular, para ser sincera ya ni recordaba por qué estaba molesta con él.
Mi celular suena una vez más.
«¿Algo que pueda hacer para que ya no estés cabreada?»
Sonrío mientras paso una mano por mi cabello, no sé a qué juega Doug realmente, porque desde un tiempo para acá ha sido más sociable conmigo, es decir, siempre me ha hablado y dado comentarios subidos de tonos, me ha contado chistes y convivido conmigo, pero es como si algo hubiese cambiado.
Ahora es diferente.
«¡No ignores mis mensajes princesa!»
«Ya deja de llenarme de mensajes, te estás volviendo pesado».
—¿Puedes dejarme en un lugar cerca de la universidad? —le pregunta Katherine a Keith.
—De acuerdo, recuerda que este fin de semana quedaste en ir con Bridget a Liverpool, papá y mamá están esperándote, Katherine.
—Sí, lo recuerdo bien, tranquilo.
«Me asusté, pensé que realmente ibas a pasar de mí. ¿Algo qué pueda hacer para compensarte?».
«Ayúdame a diseñar una máscara tribal y olvido mi molestia».
«Cuenta con ello».
«Debe ser ya mismo»
«¿Qué esperas? Mueve tu sexy culo hacia acá y deja que el caliente y sexy Doug te ayude»
Me inclino hacia adelante, para que Keith me escuche mejor.
—Déjame en el apartamento de Ethan y Doug, por favor.
Veo a Katherine sonreírme, pero finjo no darme cuenta mientras otro mensaje llega.
«¿Te espero desnudo y cubierto en chocolate?».
No puedo evitar reír, aunque la oferta suena absolutamente tentadora.
No sé a qué está jugando Doug, pero creo que sin darme cuenta yo también he iniciado la partida.
«Espérame como quieras. No me quejo».
Tarda un minuto en responder.
«Putísima madre, me has coqueteado ¡tú me has coqueteado!».
Sus mensajes llegan uno tras otro.
«ESTOY SORPRENDIDO».
«REALMENTE ME COQUETEASTE».
«Eso es caliente».
«Creo que sí voy a esperarte desnudo».
«Espera, mejor no. Pero sí tengo ganas de verte».
«Apuesto que te sonrojaste y piensas que miento».
«Pero no miento, de verdad».
«¿Confías en mí para diseñar tu máscara tribal?».
«Me tienes gastando mis mensajes».
«¿Qué es lo que está pasando, Hilary? No me siento yo».
«Es extraño».
«Oyeeeee, ¿estás leyendo lo que te digo?».
Bajo del auto y me despido de los hermanos Stuart, río una vez más.
«Eres idiota, estoy abajo, voy subiendo, calma».
«Aww…, creo que tengo una erección de tan solo leer tu mensaje».
«¡¡¡Doug!!!».
Guardo el celular en mi bolsillo, subo al ascensor y finalmente camino hacia su apartamento, mientras me acerco, me doy cuenta de que está recostado del marco de la puerta sin camisa y con una sonrisa ladeada en su rostro.
—No estoy desnudo totalmente… ¿Pero cuenta estar sin camisa? —pregunta cuando estoy frente a él, presiona algo en su celular y el mío suena.
Bajo su atenta mirada leo el mensaje.
«Hoy luces hermosa.
Pdta.: estoy esperando hacerte pasar de primera para ver cómo te quedan esos jeans ajustados en tu parte trasera.
Pdta. de pdta.: me gusta que la camisa sea traslúcida y me deje mirar tu sujetador».
—¿En qué momento lo escribiste? —pregunto sorprendida.
—En el momento en el que te vi bajar del ascensor, estaba esperándote —se hace a un lado—, pasa adelante, princesa Jefferson.
—¿Andrew y Ethan? —pregunto pasando y escuchando su silbido de apreciación.
—Sí, esos jeans te quedan realmente bien —luego baja un poco sus párpados y chasquea la lengua—. No, Andrew; no, Ethan. Solos tú y yo.
—¿Solos?
—Totalmente solos.