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Capítulo IX

12 de octubre, 2012.

—Hilary, solo dile que no —musita Katherine mientras vemos a Frank con una sonrisa acercarse.

Cierro los ojos con fuerzas, cuando los abro Frank ya está sentando al lado de Katherine, frente a mí y a Jane. Nos saluda con una de sus sonrisas características, es inevitable no devolvérsela.

—¿Qué están conspirando las damas? —pregunta y Katherine le sonríe.

—Estamos conspirando acerca de cómo manipular a todos los hombres —dice tranquilamente Jane sin dejar de enviar mensajes en su celular.

—Suena interesante —musita antes de mirarme directamente—. ¿Qué conspira Hilary?

—No querrás saberlo —respondo sin ni siquiera planearlo, doy un mordisco a mi manzana con rapidez.

Puedo estar conspirando dos cosas:

La primera es rechazar definitivamente a Frank, mi buen amigo Frank.

La segunda es tratar de no desgastar tanto el recuerdo de Doug y yo besándonos. Eso parece más difícil y es lo que me lleva a una tercera conspiración: no olvidarlo e ir por más.

—Creo que quiero saberlo —me dice, guiñándome un ojo. Miro la hora en mi reloj.

—Bueno, debo irme, hoy es uno de esos tres días laborables —me pongo de pie—, por cierto, les estaré enviando una invitación para que acudan a la fiesta de lanzamiento del CD de BG.5. Claro, si quieren ir.

—¿De verdad? —pregunta Jane sorprendida.

—De verdad —aseguro agachándome y besando su mejilla—, no estés tan sorprendida.

Beso rápidamente la mejilla de Frank y le doy un empujón a Katherine. Estoy preparándome mentalmente para ver a Claudia, para mi día de trabajo.

• • •

—¿Puedes llamar a Renatto? Bueno, en realidad debes hacerlo —dice caminando por un largo pasillo del sótano de la galería—, dile que necesito que venga a retirar su último cuadro, no me sirve y es un asco.

—¿Debo decirlo textualmente?

Ella se detiene y se da la vuelta para observarme, achica los ojos y chasquea la lengua con fastidio.

—Evidentemente debes hacer que suene diplomático, no es muy difícil pensar, querida. Deberías intentar usar ese cerebro bajo esa bonita cabeza.

No debo golpear a mi jefa, no debo matar a mi jefa, no debo pensar en maneras de torturar a mi jefa.

Me repito ese mantra durante el trayecto que hacemos hacia la planta baja de la galería. Está cerrada, razón por la que todo el personal parece movilizarse limpiando, ordenando cuadros y haciendo llamadas importantes. Hay más movimientos de lo que esperé habría en una galería y eso me encanta.

Me doy cuenta de algo a medida que ella da las órdenes:

1. El personal masculino es atractivo y algunos bastante jóvenes, al menos, más jóvenes que ella.

2. Todo el personal masculino recibe órdenes de ella como sirvientes y la miran de un modo en el que no se debe observar a la jefa.

3. Hay demasiada confianza, las risas y toques casuales no son los idóneos para una relación de trabajo.

Me fijo en todos esos detalles mientras la sigo intentando pasar desapercibida entre tantos hombres, aunque no lo logro. Al llevar una falda holgada y camisa ajustada casual para no lucir como una «vagabunda» parece que resalto, porque ellos me dan vistazos y algunos, incluso, me dan grandes sonrisas insinuantes.

Creo que esta mujer ha convertido la galería en un lugar para darse vistazos de buenos hombres. Pero ahí no es donde está la sorpresa del día.

La sorpresa del día está cuando, luego de ir por unos papeles en la fotocopiadora y volver antes de entrar a su gran oficina, debo detenerme en seco por la simple razón de que a mi jefa la tienen sentada sobre el escritorio mientras uno de los trabajadores, el del área de recursos humanos, la besa.

Entonces esta es la conclusión: mi jefa contrata a hombres atractivos por la simple razón de que disfruta de otra clase de servicios por parte de ellos.

Es un interesante descubrimiento que por alguna razón no me sorprende ni un poco, de hecho, me causa gracia y hasta lastima.

Recurrir a contratar a hombres para volverlos tus amantes es bastante patético, más si te crees la mujer del año.

Doy un paso hacia atrás para reír por lo bajo y evitar ver cómo la mano de aquel hombre va subiendo para perderse bajo su falda. Decido que voy a fastidiarle el momento.

Camino lejos del pasillo, río un poco y aclaro mi garganta.

—Es algo bueno que la fotocopiadora sea rápida… —comienzo a decir en voz alta y haciendo que mis zapatillas suenen al caminar para que note que me aproximo.

Cuando llego ella está con su vista en la puerta mientras pasa una mano por su cabellera rojiza, el atractivo moreno de quizás unos veintinueve o treinta años tiene las manos en sus bolsillos delanteros y me da una sonrisa.

—Te tardaste —es lo que dice mi jefa. Qué malagradecida, gracias a que me tardé fue que consiguió algo del de recursos humanos y aun así se queja.

—Lo siento, el departamento de administración estaba imprimiendo unos folletos que tú ordenaste.

—Cómo sea… —dice y toma los papales de mis manos.

—¿Eres nueva? —pregunta el moreno.

—Sí, es nueva —responde Claudia por mí.

—Bienvenida en ese caso, soy Robert —me extiende la mano, y la estrecho únicamente porque no es la mano con la que manoseó a Claudia—, espero y te sientas a gusto, soy el encargado del departamento de Recursos Humanos, si no te sientes cómoda con algo puedes acudir a mí.

—Lo principal, es que me devuelvas mi mano —murmuro dándole a entender que aún no libera mi mano, él ríe y la suelta—, y gracias.

Claudia aclara su garganta y le da una mala mirada a Robert, posterior a eso me da una mala mirada a mí. Que ni se crea que me estoy insinuando, es su «juguete» o lo que sea que está hablando.

—Ve por un café, Hilary.

—Con todo respeto, señorita Claudia, pero traerle café no está dentro de mis obligaciones, ni en el contrato.

—En eso ella está en lo correcto —concuerda Robert sin perder su sonrisa.

—Creo que es hora de que vuelvas a tu departamento, Robert.

Veo cómo Robert se marcha dejándome con la ogra. Ella me observa fríamente.

—No quieras pasarte de lista, Hilary, porque me parece que eso te resta puntos —busca algo—, ahora ve y saca quinientas copias de este folleto. Solo fotocopia cincuenta a color.

Lo hace a propósito, quiere demostrar autoridad. Algo me dice que esta mujer está llena de inseguridades. Le doy una sonrisa falsa tomando sus estúpidos papeles.

—¿Qué esperas? Ve rapidito, niña.

—Claro, señorita Claudia.

• • •

14 de octubre, 2012.

Escucho a los desastrosos de Ethan y Doug reír junto a Dexter, de hecho, los observo desde el primer piso de la casa, donde está mi habitación. Dexter acaba de mojar a Ethan con un balde de agua, no puedo evitar reír.

—Quelo mucho chocolate —escucho un murmuro, me doy la vuelta y mi sobrino está en la puerta de mi habitación con un muñequito de algún X-Men. Sus ojos grises están muy abiertos mientras me observa.

Me fijo que en su mano tiene una de mis barras de chocolate, pero realmente lo que me estoy preguntando es quién lo ayudó a subir las escaleras. Estoy horrorizada y a instantes de levantarme del gran ventanal de mi habitación, pero Andrew se asoma cargando a Halle.

—Él quería subir a verte y que le regales una de tus barras de chocolate —me dice sin dejar de mecer a una soñolienta Halle que bosteza y se acurruca en su pecho, parece muy cómoda—. Karry aún no vuelve con las compras… ¿Puedes hacerte cargo mientras terminó de dormir a Halle?

—Claro, ven sobrino —lo llamo y él corre hacia mí, lo alzo y lo siento en mi regazo—, te va bien eso de cuidar niños.

—Solo recuerda que antes de ser famoso fui niñero.

—Cierto… —digo entre risas mientras lo veo salir.

Mi sobrino me extiende la barra de chocolate y con gusto comienzo a abrirla bajo su atenta mirada. Finalmente Kaethennis dejó que cortaran solo un poco sus rizos, por lo que ahora puede ver y no están tan largos.

—Aquí tienes —se la doy antes de besar su cabeza y verlo dar un gran mordisco.

Ambos nos mantenemos viendo a los tres idiotas bromear y lanzarse agua. No importa cuántos años tengan, en algún momento del día, se comportarán como niños.

—Tíos —dice señalándolos e inclinándose, me veo en la obligación de bajar el vidrio, para evitar el peligro—. ¡Tío rojo!

Como no bajé del todo el vidrio ellos son capaces de escucharlo, Dexter lo saluda, lo cual hace que él aplauda y justo Doug le echa más agua a Dexter. Este se voltea bruscamente ocasionando una leve colisión con Doug, que resbala y cae al suelo.

Se ve como que duele.

—¡Tío Dou! —exclama mi sobrino llevando una mano a su pequeña boca, parece preocupado.

Muerdo mi labio viendo cómo Ethan sacude su mano frente a Doug que se mueve un poco. Mamá sale al jardín y desde aquí escucho perfectamente cómo comienza a reprenderlos.

—¡Miren nada más como está mi jardín! —dice mamá—. Dexter Thomas, vas a limpiar todo este desastre, mira el pozo de lodo que han formado. Ethan será mejor que vayas a lavar esas manos y secarte, vas a ayudarme a cocinar.

Frunce el ceño viendo como Doug se incorpora con una mueca de dolor, nadie le lleva la contraria a Hannah.

—Mira nada más cómo te has caído, de seguro te has hecho un moretón. Ve a darte un baño, Doug, rápido, rápido —dice chasqueando los dedos.

No puedo evitar reír, mi sobrino me mira aún preocupado.

—¿Tío Dou?

—Tranquilo, está bien.

Aún desde el ventanal de mi habitación observo a mi sobrino jugar con su muñequito sobre mi cama, es divertido verlo murmurar y hacer sonidos para darle voz a la figura; además, de vez en cuando él me dará una sonrisa o correrá a darme un beso en la mejilla.

Aunque desde hace unos veinte minutos ha comenzado a preguntar por mi hermano y cuñada, comienza a extrañarlos, ciertamente esos dos han tardado en regresar de la compra.

—Hola —dice Kaethennis apareciendo en la puerta. Dan jadea y lanza un gritito bajando de mi cama y corriendo hacia ella.

—¡Nani!

—Mi cielo —dice cargándolo y besando sonoramente su mejilla, me divierte ver cómo mi sobrino enreda sus brazos en su cuello y se niega a soltarla—, mami y papi te han traído algo.

Ella saca de su bolsillo trasero una paleta de colores, quizás debería advertirle que él ya comió una barra de chocolate, pero ya es demasiado tardo, así que lo dejo pasar.

—¿Y para Hade?

—Ella aún no puede comer eso, para Halle tengo mucha comida de bebé acumulada en mí, pero ella aún está dormida —musita dándome una sonrisa—. Harry te trajo muchas barras de chocolate, las dejó en la despensa.

—Ahora lo amo más —bromeo.

—Sí…

—¡Pequeño Jefferson! —se escucha la voz de mi hermano resonando y mi sobrino se entusiasma.

—¡Papi! Vamos, vamos —dice moviéndose en los brazos de Kaethennis, quien rueda sus ojos divertidas.

—¿Vienes?

—No Kae, me quedaré un rato más aquí.

Ella asiente mientras Harry grita una vez más el nombre de mi sobrino haciéndolo apremiar a Kae.

Ayer fue mi segundo día de la semana trabajando con Claudia y cada vez quiero ahorcarla mucho más, pero estoy orgullosa de aún seguir, de no encontrarla como una traba y hacerme respetar. Orgullosamente puedo decir que no he accedido a llevarle ni un solo café ni buscar su ropa a la tintorería porque no es parte de mi trabajo, y me gusta dejárselo en claro.

Soy su asistente en el área de trabajo, no en cosas personales. Otro aspecto incómodo ha sido tener que dar una vuelta de vez en cuando, en las ocasiones que Robert y ella coquetean, aunque ciertamente también la noté coqueteando con el chico de los recados y un hombre de su edad del área de administración.

Ella es la imagen de la necesidad.

—¡Oye! ¿Me ayudas? —pregunta una voz que conozco bien.

Desvío mi vista de la ventana para darle mi atención a Doug en el marco de la puerta de mi habitación, él me sonríe mientras en su mano izquierda me muestra lo que parece una crema.

—Hannah dijo que si tenía algún moretón que lo cubriera con esto… Viste mi caída ¿verdad?

—Sí, la vi muy bien.

—Bueno, después de bañarme resulta que noté un moretón en el centro de mi espalda pero jodidamente no llego —hace una mueca con sus labios—, pensé que podrías ayudarme.

—¿Por qué yo?

—¿Por qué confío en ti? —pregunta con una sonrisa que pretende ser inocente—. De acuerdo, porque ellos todos son unas bestias que serían muy bruscos y Harry no dejaría que Kaethennis me diera una ayuda.

—De acuerdo, ven aquí.

Él se acerca y se sienta frente a mí en el ventanal, es una suerte que los dos quepamos. Me tiende la crema y hace el intento de retirar su camisa pero lo detengo ubicando mi mano en su brazo, no es como si no quisiera verlo sin camisa.

—Si te quitas la camisa y alguno de mis hermanos nos encuentra, por un momento serán irracionales y harán un escándalo estúpido, sin contar que papá fingiría estar molesto de tener un hombre sin camisa en mi habitación.

—Tienes razón, ¿solo la alzo un poco?

Asiento mientras lo veo darse la vuelta y luego alzar la camisa dejando a la vista su muy buena espalda. Contengo el suspiro que quiero soltar. Efectivamente en el centro de su espalda descansa una gran mancha rojiza que de seguro luego se tornará más oscura, está justo sobre el tatuaje de estrella de puntas desviadas.

Echo un poco de crema en mis manos, respiro hondo y toco su piel caliente antes de comenzar a regar la crema por su piel.

—Mierda, está fría.

—Es porque es una crema mentolada.

Creo que él maldice pero luego suspira cuando comienzo a pasar mis dedos de manera suave por su piel lastimada y después todo es silencio mientras acaricio y esparzo la crema. Hago círculos con mis dedos y él suspira una vez más.

—Esas han de ser las manos de un ángel, princesa.

—Entonces, no lo estoy haciendo mal.

—Lo estás haciendo increíble —asegura. No puedo evitar reír antes de terminar y retirar mis manos.

Él baja cuidadosamente su camisa y se da la vuelta para verme con una sonrisa. Sus mejillas sorprendentemente se encuentran un poco sonrosadas, sabrá el cielo que estuvo pensando durante todo este tiempo.

—Gracias, princesa.

Estiro mis piernas y él las coloca sobre su regazo mientras se acomoda mejor en el ventanal, comienza a tirar de la tela de mi pantalón.

—Entonces… ¿Sigue siendo una ogra tu jefa?

—Cada vez se vuelve más pesada —río—, ella tiene a los trabajadores como una especie de trabajadores sexuales o algo así.

—¿Cómo es eso? —pregunta riendo.

—Bueno, creo que se ha liado con alguno de ellos y ahora se trae algo con el de Recursos Humanos y uno de Administración.

—Entonces ella es una puma.

—Ni que lo digas.

Él tira de mi piel junto a la tela haciendo que me queje lo cual parece hacerlo reír, ladea su cabeza a un lado y me ve a través de sus pestañas, luce encantador.

Cualquiera puede decir que Doug tiene las características físicas de lo que se denomina un ángel, una belleza increíble, pero nada de lo que pasa por su cabeza o de lo que escapa de sus labios lo diría un ángel.

Es fácil darle un vistazo y clasificarlo como un niño bueno, pero solo pasa con él dos minutos y te das cuenta de que es de todo menos angelical.

—¿Irás a la fiesta del lanzamiento del CD? —pregunta con interés.

—Por supuesto, Harry me dio entradas para mis amigos.

—¿Invitaste a tu amigo qué no se calla?

—Sí, invité a Frank, es mi amigo.

—Tu amigo que quiere ser más que tu amigo.

—Sí, pero yo solo seré su amiga.

—¿Se lo has dicho ya?

—No, pero voy a hacerlo —respondo, encogiéndome de hombros y viendo sus dedos tirar constantemente de la tela de mi pantalón—. ¿Por qué tanta pregunta?

—Solo quería saber si irías.

—¿Por qué?

—No lo sé, sentí la necesidad de querer saberlo.

Ante eso permanecemos en silencio mientras nos observamos. Imágenes de nosotros besándonos aparecen en mi mente, quiero otro beso.

No lo mencionamos, ignoramos que nos besamos hace tan solo unos días, pero es algo que está flotando entre nosotros.

Dije que quería más y desde luego yo iré por más. Doug no lo sabe, pero esto no ha terminado.

—¿Bajarán a comer? —pregunta Harry en la puerta viéndonos con los ojos entrecerrados—. No te encontraba Doug.

—Hilary estaba ayudándome con la crema —dice encogiéndose de hombros y poniéndose de pie al igual que yo.

Harry nos mira con fijeza antes de sacudir su cabeza y tirar de mi brazo hacia él.

—Vamos, mamá está esperando por nosotros para comer —me asegura mi hermano dándome suaves empujones y caminando junto a Doug—. ¿Kae te dijo que te traje barras de chocolate?

—Sí, razón por la cual te amo más.

—Qué interesada —musita Harry riendo.

—Pero así me amas.

—Siempre… —me asegura, veo a un lado y Doug me guiña un ojo antes de pasarnos y bajar las escaleras con rapidez.

El deseo prohibido de Doug

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