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Los efectos de la mala alimentación no se pueden anular

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Cuando les explicamos a los partidarios de las dietas bajas en grasas que muchas poblaciones han subsistido saludablemente con dietas con un alto contenido en grasa, responden que su buena salud se debe a que son poblaciones físicamente activas. El alto nivel de actividad física contrarresta los efectos negativos de la dieta alta en grasas. Si una dieta rica en grasas con hasta un 80 % de calorías procedentes de la grasa no es perjudicial cuando se combina con la actividad física diaria, esto significaría que la dieta, en comparación con el ejercicio, tiene un efecto bastante menor en la salud. Esto equivaldría a decir que la actividad física es mucho más determinante que la alimentación para nuestra salud general. ¿Es eso cierto? Sabemos que el ejercicio es importante para la buena salud y el bienestar, pero ¿de verdad puede impedir o revertir las enfermedades del corazón, la diabetes, el cáncer y otras enfermedades degenerativas con independencia de la dieta? En la actualidad, si bien muchas personas son muy sedentarias, una gran parte de la población está haciendo más ejercicio que nunca. Los centros de fitness y los gimnasios han alcanzado una popularidad sin precedentes. Los equipos de ejercicios y los videos de entrenamiento se encuentran entre los productos más vendidos. Los deportes de resistencia, como las maratones, el ciclismo y los triatlones son mucho más comunes que antes. Sin embargo, la tendencia del fitness no ha logrado impedir las crecientes tasas de diabetes y obesidad. Si el ejercicio fuera el ingrediente clave para la buena salud, los atletas, en particular los corredores de maratones y otros deportistas de resistencia serían totalmente inmunes a las enfermedades del corazón y otras dolencias crónicas. Pero no lo son. Los atletas, como el resto de los seres humanos, sufren de ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, diabetes y otras patologías crónicas.

Un excelente ejemplo de esto es el experto en fitness James Fixx, autor del bestseller de 1977 The Complete Book of Running [El libro completo del running]. Fixx fue un ardiente defensor de los beneficios del ejercicio para la salud que afirmaba que las personas activas viven más, y fue uno de los principales impulsores de la popularización del jogging. Esbelto y musculoso, pesaba setenta y dos kilos y corría varios kilómetros diarios. Compitió en numerosas maratones de Boston y ganó el campeonato de diez mil metros de Connecticut en su categoría de edad. Pese a que los médicos afirmaban que estaba más en forma que la mayoría de los deportistas universitarios, murió de un ataque cardíaco masivo mientras corría a la edad relativamente joven de cincuenta y dos años. Su autopsia reveló que sufría de una aterosclerosis muy extendida, con arterias coronarias obstruidas hasta en un 95 %. Sus arterias eran como las de un anciano de ochenta y cinco años.

Fixx no es un caso raro de persona físicamente apta que sucumbe a una enfermedad degenerativa. Muchos deportistas relativamente jóvenes mueren cada año de ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, cáncer y otras enfermedades. Aunque físicamente están más preparados que la media, eso no los hace inmunes a la enfermedad degenerativa. Ha habido numerosos casos de corredores de maratón altamente cualificados que murieron de enfermedades del corazón. En un estudio se analizaron treinta y seis casos. La edad media de los atletas era de 43,8 años; el menor tenía solo dieciocho cuando murió. La media de años que habían estado entrenando y compitiendo en maratones era 6,8.7 Hacer ejercicio regularmente y estar físicamente en forma no los protegió de las enfermedades del corazón. Por lo tanto, la afirmación de que la actividad física es lo que protege a las culturas primitivas de las enfermedades cardíacas y otros problemas de salud crónicos, independientemente de su dieta, carece de fundamento.

Ninguno de los treinta y seis atletas del estudio que murieron por enfermedad cardíaca seguía una dieta alta en grasas. Su alimentación era baja en grasas y alta en carbohidratos con proteína magra, la dieta que se ha recomendado generalmente para una salud óptima y un buen rendimiento físico. El carbohidrato es la principal fuente de combustible de nuestros cuerpos para producir energía y la proteína es necesaria para construir músculos fuertes. La grasa se considera un nutriente prácticamente inútil que desplaza a nutrientes más deseables como los carbohidratos y las proteínas, por lo que cuanta menos grasa se coma, mejor. La mayoría de los deportistas de resistencia de primera categoría practican la carga de carbohidratos, que consiste en atiborrarse de alimentos ricos en carbohidratos como pan, pasta, pasteles, galletas y tortitas durante varios días antes de una competición o un entrenamiento pesado. Esto se hace para almacenar la mayor cantidad de glucosa que el cuerpo pueda aguantar con objeto de disponer de la energía necesaria para tener una máxima resistencia. A pesar de alimentarse con una dieta baja en grasas y estar en excelente forma física, estos atletas siguen muriendo de cardiopatía degenerativa. Es probable que sea la dieta baja en grasas, con alto contenido en carbohidratos, la que los mate.

El doctor Peter Attia, especializado en medicina preventiva, sabe por experiencia que el ejercicio por sí solo no evita ni revierte la enfermedad crónica. Él mismo es un concienzudo atleta de resistencia que entrena de tres a cuatro horas al día. Además, es una de las doce únicas personas que atraviesan a nado el canal Catalina, en la costa del sur de California, en ambas direcciones (en diferentes ocasiones), una distancia de treinta y cuatro kilómetros a la ida y a la vuelta, la misma distancia que el canal de la Mancha. También ha cruzado el canal de Maui, nadando de Maui a Lanai y de vuelta, unos treinta y dos kilómetros.

A pesar de sus horas de ejercicio diario y su extraordinaria condición física, descubrió que su salud iba empeorando gradualmente. Estaba engordando. En el instituto pesaba setenta y dos kilos y medio. A los treinta y cinco años, en pleno apogeo físico, pesaba ochenta y ocho kilos y tenía alrededor de dieciocho de grasa corporal. Estaba en forma, pero rechoncho. También estaba desarrollando resistencia a la insulina, la característica distintiva de la diabetes tipo 2. Tenía tres de los cinco marcadores para el síndrome metabólico, un grupo de síntomas que indican un mayor riesgo de padecer enfermedades cardíacas, diabetes y otras afecciones crónicas. Seguía lo que en aquel momento creía que era una dieta saludable de alto contenido en carbohidratos y baja en grasas, y evitaba los restaurantes de comida rápida y la comida basura. Sin embargo, el ejercicio intenso que realizaba no lograba contrarrestar los efectos perjudiciales de su dieta baja en grasas supuestamente saludable.

El doctor Attia prestaba mucha atención a su salud y vigilaba cuidadosamente lo que comía. En 2009 consumía un total de tres mil ciento setenta calorías al día, que consistían en 600 gramos de carbohidratos, 200 de proteína y 50 de grasa. Solo el 14 % de sus calorías diarias provenían de la grasa, mientras que el 64 % provenían de los carbohidratos. En la opinión de la mayoría de la gente esto se consideraría una dieta ideal para una persona físicamente activa.

Sin embargo, a pesar de seguir esta dieta «sana» baja en grasas, había emprendido el camino hacia la enfermedad crónica. El ejercicio no solucionaba sus problemas. Decidió centrarse más en la alimentación. Comenzó por eliminar la mayoría de las fuentes de azúcar y reemplazar las harinas y los cereales refinados por cereales enteros. Estos cambios ocasionaron una mejoría notable, lo que lo animó a restringir aún más su dieta eliminando todo el azúcar y reduciendo la ingesta total de carbohidratos a menos de 50 gramos al día. Asimismo, redujo la proteína a unos 120 gramos por día y aumentó el consumo de grasa a 425 gramos diarios.

Durante un período de dos años, adoptó gradualmente una dieta muy baja en carbohidratos y alta en grasas, una dieta cetogénica. Consumía mil doscientas calorías más que antes al día, el 88 % de las cuales provenían de las grasas, en su mayoría saturadas. A pesar de estar consumiendo más calorías totales y una enorme cantidad de grasa, perdió peso y bajó de un 20 % de grasa corporal a un 7,5 %, su circunferencia de la cintura pasó de noventa y seis a ochenta y un centímetros, su colesterol LDL disminuyó de 113 a 59 mg/dl, los triglicéridos descendieron de 154 a 81 mg/dl y el colesterol HDL aumentó de 31 a 85 mg/dl. La cantidad de tiempo que pasaba haciendo ejercicio disminuyó aproximadamente una hora al día, pero su rendimiento mejoró de forma significativa. Todos los aspectos de su salud mejoraron extraordinariamente con esta nueva dieta baja en carbohidratos y alta en grasas.

Desde 2011 el doctor Attia ha seguido una dieta baja en carbohidratos y alta en grasas. Ya no tiene sobrepeso ni padece resistencia a la insulina y goza de una salud excepcional. Actualmente imparte conferencias en todo el mundo sobre los beneficios de la dieta cetogénica para la salud. Puedes visitar su sitio web en www.eatingacademy.com.

Las dietas bajas en grasas y altas en carbohidratos normalmente están sobrecargadas de harina refinada y azúcar y no son saludables. Si la dieta es deficiente, hacer mucho ejercicio no evita las enfermedades cardíacas, la diabetes, el sobrepeso u otros problemas de salud crónicos. Por más que corras o hagas ejercicio nada de eso te protegerá de los efectos de una mala dieta. Del mismo modo, la actividad física frecuente no es el santo remedio que protege a las sociedades primitivas de las enfermedades degenerativas. Lo que las protege es una dieta sin azúcar.

La grasa cura. El azúcar mata

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