Читать книгу La grasa cura. El azúcar mata - Dr. Bruce Fife - Страница 5

Un craso error Volver de la tumba

Оглавление

Con sus ciento setenta y siete kilos, Reyn tenía todas las papeletas para padecer un infarto. En enero de 2015 sufrió una insuficiencia cardíaca y fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos. A los doce días le dieron el alta con un tanque de oxígeno. Pese a que había perdido un poco de peso durante su estancia en el hospital, cuando salió tenía veinte kilos de exceso de líquido que se le había alojado en la cavidad abdominal y en los pulmones. Esta es una consecuencia habitual de la insuficiencia cardíaca y de ahí que requiriera un tanque de oxígeno.

Reyn tenía diabetes tipo 2 desde hacía quince años. Le habían recetado numerosos medicamentos, como estatinas para el colesterol alto; Levemir (una forma sintética de la insulina), NovoNorm y metformina para controlar el azúcar en la sangre, y Victoza para bajar de peso. Seguía las recomendaciones dietéticas de su médico y llevaba una alimentación baja en grasas con una cantidad ­reducida de proteína magra, evitaba las grasas saturadas y sus comidas se centraban en los cereales, las frutas y los productos lácteos con bajo contenido en grasa. Siempre y cuando tomara regularmente su medicación, podía disfrutar de postres y dulces en algunas ocasiones, sobre todo si estaban endulzados con edulcorantes artificiales. Sin embargo, a pesar de todos estos medicamentos y de seguir las recomendaciones dietéticas médicas, su salud no dejaba de empeorar y cada año ganaba más peso. Era mala suerte, se quejaba, haber nacido con tantos problemas «genéticos» de salud. Le aguardaba un futuro sombrío.

Al mes de salir del hospital, asistió a una conferencia sobre la salud en la que participaban numerosos oradores de prestigio internacional. Le sorprendió enterarse de la existencia de un tratamiento novedoso de la diabetes consistente en una dieta baja en carbohidratos y rica en grasas (LCHF*). Tras aquello escuchó en Internet a varios conferenciantes que ensalzaban las virtudes de esta dieta, en particular al doctor Jason Fung, uno de los oradores de la conferencia.

La dieta LCHF contradecía por completo todo lo que le habían contado a Reyn sobre la alimentación y la salud. Es una dieta especial que limita estrictamente los alimentos ricos en carbohidratos, como los cereales, las verduras con almidón y la mayoría de las frutas. Las calorías, que en otras circunstancias provendrían de estos alimentos ricos en carbohidratos, se obtienen de las grasas, por lo que su consumo aumenta significativamente. La mayor parte de la grasa que se consume en esta dieta es saturada, aunque también se aceptan con ciertas limitaciones los aceites vegetales poliinsaturados. Además, son preferibles los cortes grasos de carne y los productos lácteos enteros en lugar de las versiones bajas en grasa de estos alimentos. La mayoría de los médicos y dietistas despreciarían una dieta de estas características, pero solo porque los han educado para creer en el enfoque de la dieta baja en grasa.

¿Qué hemos conseguido tras cuatro décadas siguiendo una dieta baja en grasa? ¡Estar más gordos y más enfermos! Nuestra sociedad tiene más sobrepeso que nunca. La obesidad ha alcanzado su punto álgido y las enfermedades degenerativas como la diabetes, el alzhéimer, la artritis, la fibromialgia, el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) han llegado a proporciones epidémicas. El enfoque bajo en grasas para mejorar la salud ha sido un rotundo fracaso.

Un conjunto cada vez mayor de investigaciones demuestra que una dieta LCHF puede equilibrar el azúcar en la sangre, mejorar los niveles de colesterol, reducir la presión arterial elevada, eliminar el exceso de grasa corporal, aumentar los niveles de energía, equilibrar las hormonas, fortalecer el corazón y mucho más. Por lo general ninguna de estas afecciones ha mejorado en gran medida con el enfoque bajo en grasas. Si bien es cierto que los medicamentos pueden ayudar a aliviar sus síntomas, la dieta LCHF puede conseguir lo mismo y permitir de este modo a los pacientes prescindir de fármacos y llevar una vida más sana.

Convencido de que una dieta LCHF podría beneficiarle, Reyn cambió radicalmente su forma de comer y empezó a tomar alimentos con toda su grasa; además renunció a la fruta, el azúcar y los cereales y añadió más grasa a sus comidas. Obtenía alrededor del 75 % de sus calorías diarias de la grasa, del 15 al 20 % de las proteínas y aproximadamente el 5 % de los carbohidratos. Comenzó a reducir el consumo de insulina y de medicamentos para el colesterol hasta dejar de tomarlos por completo.

Reyn le pidió a su cardiólogo que no le renovara las recetas de estatinas e insulina porque estaba mejorando con su nuevo enfoque dietético. El médico se burló de él por buscar respuestas a sus problemas en Internet y seguir los consejos del «doctor Google». A pesar de las críticas, siguió con la dieta que acababa de descubrir. Al cabo de un año de dieta LCHF, había adelgazado cincuenta y tres kilos. Y lo mejor es que adelgazó fácilmente, sin esa hambre y esa falta de energía que sentía constantemente con las dietas bajas en grasas y con restricción de calorías que había seguido antes. De hecho, tomaba comidas completas, comía hasta sentirse saciado y hacía años que no tenía tanta energía. Adelgazar nunca había sido tan fácil.

Sus niveles de azúcar en la sangre mejoraron espectacularmente. Una medida común es la prueba de A1C, que nos proporciona el valor medio de azúcar en la sangre de un individuo durante un período de tres meses. La lectura de Reyn antes de comenzar la dieta LCHF era de 9,1: extremadamente alta. Una lectura de 6,5 o más indica diabetes. Tenía una diabetes grave. Entre 4,0 y 5,6 se considera que una persona está sana. La prediabetes oscila entre 5,7 y 6,4. Al cabo de un año la lectura de Reyn era de 5,9, una mejoría sustancial y casi en el rango de la normalidad. Antes de comenzar la dieta sufría una neuropatía periférica causada por la diabetes; el dolor y el entumecimiento en las piernas y los pies asociados con esta enfermedad desaparecieron por completo.

Su colesterol total bajó a 193 mg/dl (5 mmol/l) y su presión sanguínea a 115/72 (ambos valores se consideran ideales). ¡Ya no tenía que tomar más medicamentos para reducir el colesterol o bajar la presión arterial! Prácticamente había prescindido de todos sus medicamentos con un simple cambio dietético que incluía carnes grasas con todo su sabor, mantequilla de verdad, queso con toda su grasa, aceites saludables, frutos secos, semillas, hasta veinte huevos o más por semana y gran cantidad de verduras servidas con diferentes salsas con grasa y diversas hierbas aromáticas. Un año antes, cuando salió del hospital, tenía, por así decirlo, un pie en la tumba. Hoy se siente estupendamente, es más activo (nada treinta minutos al día, cinco veces a la semana), más alegre y tiene una perspectiva positiva sobre la vida y sobre su futuro.

El caso de Reyn no es un incidente aislado; muchos lograron el mismo éxito y recuperaron su salud con una dieta baja en carbohidratos y rica en grasas. Tú puedes ser uno de ellos.

La grasa cura. El azúcar mata

Подняться наверх