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Los resultados desfavorables no se tuvieron en cuenta

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La hipótesis del colesterol de Keys se basaba en el concepto de que el colesterol alto en sangre era la causa subyacente de la aterosclerosis y las enfermedades cardíacas. Irónicamente, sus propios estudios refutaban esta hipótesis.

En un estudio realizado en 1952, antes de proponer la hipótesis del colesterol, Keys había mostrado que el colesterol sérico no es un indicador válido de riesgo de enfermedad cardíaca. Con este trabajo demostró que existía una tendencia natural en los hombres sanos a ver aumentados los niveles de colesterol con la edad. Sus datos señalaban que a los veinte años, los varones sanos tienen un nivel de colesterol sérico de alrededor de 190 mg/dl (4,9 mmol/l), que se eleva a más de 260 mg/dl (6,7 mmol/l) para cuando alcanzan los setenta años.12 Sus propios estudios mostraron que los niveles de colesterol se veían más afectados por la edad que por la dieta. Después de proponer la hipótesis del colesterol, no volvió a mencionar este estudio, lo ignoró por completo como si jamás hubiera existido.

Keys era consciente de que su estudio de los siete países era meramente observacional y que para demostrar su hipótesis necesitaba pruebas de causalidad. Por esta razón, se propuso publicar lo que sería un importante estudio de referencia en el que la dieta de los sujetos estudiados podría ser cuidadosamente controlada y proporcionar la prueba sólida que buscaba. Entre 1968 y 1973 se llevó a cabo el estudio conocido como el Minnesota Coronary Experiment (‘experimento coronario de Minnesota’). Fue un ensayo clínico aleatorio, doble ciego, estrechamente controlado, que analizó las dietas y los resultados médicos de más de nueve mil cuatrocientas personas en seis hospitales mentales estatales y una residencia de ancianos. El estudio fue patrocinado por el National Heart, Lung and Blood Institute (‘instituto nacional del corazón, los pulmones y la sangre’) y dirigido por el doctor Ivan Frantz, un estrecho colaborador de Keys, de la Universidad de Minnesota.

Muchos estudios sobre dietas dependen de que los participantes recuerden lo que han comido en los días o semanas anteriores. Estos estudios están limitados por la precisión de la memoria de los sujetos y por lo tanto no son enteramente fiables. En cambio, este fue significativo porque los investigadores sabían exactamente lo que comían los participantes ya que las comidas se preparaban en las cocinas de las instituciones y se controlaban cuidadosamente. La mitad de los sujetos consumieron alimentos ricos en grasas saturadas procedentes de la leche, el queso y la carne de ternera. El otro grupo siguió una dieta de la que se eliminó la mayor parte de la grasa saturada y se reemplazó por aceite de maíz, una grasa poliinsaturada. El estudio también se benefició de contar con las autopsias detalladas de los ciento cuarenta y nueve pacientes que fallecieron durante su curso. La investigación pretendía mostrar que eliminar la grasa saturada de la alimentación de los participantes y sustituirla por aceite vegetal poliinsaturado disminuiría el colesterol en sangre y, por lo tanto, los protegería contra las enfermedades cardíacas, reduciendo así el riesgo de mortalidad.

La conexión de las grasas saturadas con la enfermedad cardíaca nunca se había demostrado en un ensayo controlado aleatorio y el objetivo de este estudio era probar la hipótesis de Keys. Se llevó a cabo al mismo tiempo que él coordinaba el Seven Countries Study y habría aportado una poderosa validación de la hipótesis del colesterol y los peligros de las grasas saturadas.

Desafortunadamente, tras gastar cientos de miles de dólares y pasar varios años dirigiendo la investigación, Keys no llegó a publicar los resultados completos de este estudio. En 1989, al cabo de más de una década y media de su realización, su colega, Ivan Frantz, publicó un análisis parcial de los datos. Este documento terminaba con una declaración que sugería que básicamente los resultados eran poco concluyentes: «En toda la población del estudio, no se observaron diferencias entre el tratamiento (grupo de ácido linoleico alto) y el control (grupo de alto contenido en grasas saturadas) en cuanto a eventos cardiovasculares, muertes cardiovasculares o mortalidad total».13 El estudio no tuvo un impacto apreciable y pronto cayó en el olvido. Curiosamente, no se mencionó la participación de Keys en él. Se había distanciado completamente del trabajo que pretendía probar su hipótesis. A pesar de ser uno de los ensayos dietéticos clínicos más amplios y mejor controlados de su clase, nunca se analizaron los datos completos y, en consecuencia, nunca se publicaron. ¿Por qué poner tanto esfuerzo y tantos recursos económicos en un estudio y al final no publicarlo?

Christopher E. Ramsden, investigador médico de los National Institutes of Health (‘institutos nacionales de la salud’), supo del estudio que llevaba tanto tiempo postergado. Intrigado, entró en contacto con la Universidad de Minnesota con la esperanza de revisar los datos inéditos. El doctor Frantz había fallecido en 2009, pero Ramsden logró hablar con su hijo, que encontró los datos entre los informes que su padre había guardado en el sótano y se los entregó a Ramsden para que los examinara.

Los resultados fueron sorprendentes. Los participantes en el ensayo clínico que habían seguido una dieta baja en grasas saturadas y enriquecida con aceite de maíz redujeron su colesterol en un promedio de un 14 %. Sin embargo, la dieta baja en grasas saturadas no redujo la mortalidad. De hecho, el estudio mostraba que cuanto más bajaba el colesterol durante el ensayo, mayor era el riesgo de muerte.

Que los niveles de colesterol en sangre disminuyeran cuando el aceite de maíz reemplazó la grasa saturada era de esperar, ya que esto se había observado antes. Lo que no se esperaba era la ­correlación entre la bajada del colesterol y el aumento del número de fallecimientos. Estos datos contradecían las ideas de Keys. El estudio revelaba que lo que ocurría era justo lo contrario y proporcionaba una sólida evidencia para desacreditar su hipótesis del colesterol. No era de extrañar que el científico hubiera rechazado cualquier implicación con este estudio y que nunca se publicase el análisis completo.

El nuevo análisis de los datos del Minnesota Coronary Experiment fue finalmente publicado en la edición de abril 2016 del British Medical Journal, unas cuatro décadas después de haberse realizado el estudio.14 Basándose en su análisis, los autores llegaron a la conclusión de que, si bien la sustitución de los aceites vegetales poliinsaturados por grasas saturadas en la dieta puede reducir el colesterol total en la sangre, no disminuye el riesgo de muerte por cardiopatía coronaria o cualquier otra causa. Los niveles de colesterol no predicen con precisión el riesgo de cardiopatía coronaria. El estudio ignorado de Keys de 1952 era correcto: el colesterol total se ve más afectado por la edad que por la dieta.

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