Читать книгу Conflicto cósmico - Elena G. de White - Страница 23

Roma se propone destruir a los valdenses

Оглавление

Entonces comenzaron las más terribles cruzadas contra el pueblo de Dios refugiado en sus hogares montañosos. Se enviaron inquisidores para que les siguieran la pista. Una y otra vez se convirtieron en un desierto sus fértiles tierras, y sus moradas y capillas fueron destruidas. No podía formularse ninguna acusación contra el carácter moral de esta clase proscrita. Su gran ofensa era que no adoraban a Dios de acuerdo con el deseo del Papa. Por este “crimen” se usó contra ellos todo tipo de insultos y torturas que los hombres y los demonios podían inventar.

Cuando Roma se propuso exterminar a la odiada secta, el Papa proclamó una bula [un edicto] condenándolos como herejes y entregándolos a la matanza. No se los acusaba de ser holgazanes, deshonestos o personas desordenadas; se declaraba que tenían una apariencia de piedad y santidad que seducía a “las ovejas del verdadero rebaño”. Esta bula pedía que todos los miembros de iglesia se unieran a la cruzada contra los herejes. Como incentivo, “a todos los que se unían a la cruzada, [la bula] los liberaba de cualquier juramento que hubiesen hecho: declaraba que eran legítimos sus títulos de toda propiedad que hubieran adquirido ilegalmente, y prometía la remisión de todos sus pecados a todo el que matara a algún hereje. Anulaba todos los contratos hechos en favor de los valdenses, prohibía a todas las personas que les dieran cualquier clase de auxilio, y autorizaba a todos a tomar posesión de las propiedades de aquéllos”.[3] Este documento revela claramente el rugido del dragón y no la voz de Cristo. El mismo espíritu que crucificó a Cristo, que martirizó a los apóstoles y que movió al sanguinario Nerón a sacrificar a los fieles de su tiempo, estaba en acción para eliminar de la tierra a aquellos a quienes Dios amaba.

Pese a las cruzadas contra ellos y a la inhumana carnicería a la cual fueron sometidos, este pueblo temeroso de Dios continuó enviando misioneros para difundir la preciosa verdad. Se los perseguía para darles muerte, y sin embargo su sangre regaba la semilla sembrada y producía fruto.

Así los valdenses dieron testimonio en favor de Dios siglos antes que apareciera Lutero. Ellos implantaron la semilla de la Reforma que empezó en los días de Wiclef, se desarrolló y se afirmó en los días de Lutero, y ha de avanzar hasta el fin del tiempo.

[1] J. H. Merle D’Aubigné, History of the Reformation of the Sixteenth Century [Historia de la Reforma del siglo XVI], lib. 17, cap. 2.

[2]Wylie, lib. 1, cap. 7.

[3]Ibíd., lib. 16, cap. 1.

Conflicto cósmico

Подняться наверх