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La verdad acerca de la escalera de Pilato

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Se había prometido una indulgencia por parte del Papa para todos los que subieran de rodillas la “escalera de Pilato”, que se decía había sido milagrosamente transportada desde Jerusalén hasta Roma. Lutero estaba un día ascendiendo sus escalones cuando le pareció oír una voz atronadora que decía: “El justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Se puso en pie con vergüenza y horror. Comenzó entonces a ver más claramente que nunca antes la falsedad de confiar en las obras humanas para la salvación. Apartó su mirada de Roma. Desde ese momento la separación fue aumentando hasta que se cortó toda conexión con la iglesia papal.

Después de regresar de Roma, Lutero recibió el grado de doctor en Teología. Ahora se hallaba en libertad para dedicarse al estudio de las Escrituras, las cuales tanto amaba. Había formulado un voto solemne de predicar con fidelidad la Palabra de Dios, y no la doctrina de los papas. No era ya sencillamente el monje, sino el heraldo autorizado de la Biblia, llamado como un pastor para alimentar el rebaño de Dios que estaba pasando hambre y sed de la verdad. Declaró finalmente que los cristianos no deben recibir otras doctrinas que aquellas que están basadas en la autoridad de las Sagradas Escrituras.

Multitudes ansiosas estaban pendientes de sus labios. Las buenas nuevas del amor del Salvador, la seguridad del perdón y de la paz por medio de su sangre expiatoria, regocijaban sus corazones. En Wittenberg se prendió una luz cuyos rayos habían de aumentar en brillo hasta el fin del tiempo.

Pero entre la verdad y el error existe un conflicto. Nuestro Salvador mismo declaró: “No he venido para traer paz, sino espada” (S. Mateo 10:34). Dijo Lutero, unos pocos años después de iniciada la Reforma: “Dios... me empuja y me obliga... Deseo vivir tranquilo; pero me veo lanzado en medio de tumultos y revoluciones”.[7]

Conflicto cósmico

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