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LONDRES RELANZA LA TERCERA VÍA
ОглавлениеLa semana del Onze de Setembre comienza con sabor escocés
Londres ofrecerá más autonomía y un pacto fiscal a Escocia por temor a que gane el sí a la independencia en el referéndum del día 18 de septiembre. Con esta noticia comienza la semana del Onze de Setembre y creo que merece ser etiquetada con el código 11-9-11.
El fin de semana previo, un sondeo del diario londinense Sunday Times, propiedad del grupo Murdoch, ha dado vencedor al sí, por primera vez en una encuesta. En la edición impresa de La Vanguardia, Rafael Ramos, corresponsal en Londres, un profesional que conoce bien Gran Bretaña y que está efectuando una cobertura muy ponderada de la campaña del referéndum escocés, explica que las luces de alarma se han encendido en Downing Street, en Westminster y en el palacio de Buckingham. La reina Isabel está muy preocupada. Es imposible ignorar la trascendencia de una victoria del sí. Veríamos al primer ministro británico, David Cameron, saltar por los aires y el inicio de la primera secesión pacíficamente acordada en la Europa occidental, desde la independencia de Noruega en 1901. La Unión Europea, a prueba; el Gobierno español, de los nervios, y media Cataluña, hombres y mujeres, vistiendo falda escocesa. El día 18 de septiembre será una jornada importante para la política europea.
Londres ofrece una valiosa ampliación de la autonomía y el Partido Nacional Escocés (SNP) sospecha que el sondeo del Times dominical puede formar parte de una estrategia londinense para dramatizar la recta final de la campaña, en la que el no está perdiendo fuelle. Otros sondeos siguen dando al voto negativo una ventaja de unos cuatro puntos. Sea como fuere, la posibilidad —casi al 50%— de una victoria de la independencia en el referéndum escocés está hoy encima de la mesa. Y este es un dato importante.
¿Qué ha pasado? El líder independentista, Alex Salmond, se ha convertido en el capitán indiscutible de la campaña y los electores laboristas parecen estar inclinándose en gran medida a favor del sí, porque identifican la independencia de Escocia con una mejor preservación del estado social en una sociedad de tradición colectivista que vivió intensamente el tiempo de las fábricas y fue durante decenios una de las principales bases electorales del laborismo británico. Escocia, más pobre que Inglaterra, tiende al colectivismo. Inglaterra, más rica, pivota hoy, en buena medida, alrededor de la City de Londres. Dos maneras de vivir la globalización.
El independentismo crece impulsado por la base social laborista. Creo que este es un dato clave. En Cataluña está ocurriendo algo parecido, con matices. La clase media catalanista que votaba a la izquierda socialdemócrata se halla hoy en el campo soberanista, siguiendo la estela de los hermanos Maragall. Y las bases de tradición obrera del socialismo catalán no son abiertamente hostiles al soberanismo, en su mayoría. No lo comparten en términos sentimentales, pero observan los acontecimientos sin atrincherarse, a ver qué pasa. Los resultados electorales en el área metropolitana de Barcelona en las últimas dos elecciones (autonómicas y europeas) así lo demuestran.
Retrato de Escocia: fuerte liderazgo de Salmond y creciente agrupación del voto socialdemócrata escocés alrededor de la ideación independentista. Me atrevería a recomendar a los analistas del palacio de la Moncloa que observen con mucha atención lo que está ocurriendo estos días en Edimburgo y en Londres. Seguro que lo están haciendo.
Salmond es un político de raza que recuerda al Jordi Pujol de los buenos tiempos, sin que el eficaz servicio de inteligencia británico le haya localizado cuentas ocultas en la isla de Man, en las Caimán o en Jersey. Venció con claridad el último debate televisivo con el responsable de la campaña del no, Alistair Darling, de perfil tecnócrata. El primer ministro escocés ha sabido recoger con habilidad el guante que le lanzó Cameron: sí o no a la independencia. Recordemos que la intención inicial de Salmond era la celebración de un referéndum con tres preguntas: independencia, ampliación de la autonomía o mantenimiento del actual statu quo, una autonomía en algunos aspectos inferior a la de Cataluña.
(Un dato de interés que retomaré más adelante: la sede del nuevo Parlamento escocés en Edimburgo es obra del arquitecto catalán Enric Miralles, un hombre de gran talento que falleció en el mejor momento de su carrera.)
Cameron lanzó el guante de Escocia movido seguramente por el democratismo inglés —a la democracia más antigua de Europa no le asusta votar— y por otras dos razones, un poco más maquiavélicas y probablemente más decisivas: descolocar al Partido Laborista en su feudo histórico y enviar un mensaje de complicidad a los euroescépticos: si ponemos a referéndum Escocia, quiere decir que también podemos poner a referéndum la pertenencia de Gran Bretaña a la Unión Europea.
España no es Gran Bretaña y Cataluña no es Escocia, de acuerdo, pero todos pertenecemos al espacio común europeo. Gran Bretaña es la democracia más antigua, sólida y prestigiosa de Europa. La reverberación del referéndum escocés en Cataluña ha sido muy fuerte estos dos últimos años. Escocia está mucho más cerca que Quebec.
«Si ellos se ponen de acuerdo para votar, ¿por qué nosotros no?». La pregunta es simple e incómoda para el Gobierno de España. La respuesta exige una excursión por el derecho constitucional comparado. La experiencia británica ha sido en este último año un potente alimentador de la corriente soberanista catalana y a nadie ha pasado por alto la atención, sensibilidad y simpatía con que la prensa anglosajona de calidad ha tratado el caso de Cataluña. The Economist y Financial Times, baluartes informativos de la City, vienen prestando una atención constante al caso catalán. ¿Para subrayar las problemáticas del sur europeo? ¿Para zarandear un poco a la Europa germanizada? ¿Para mantener vivo ese hilo de tensión que siempre ha existido entre Londres y Madrid?
¿Para dar lecciones de democracia? ¿O, simplemente, porque el caso de Cataluña, por analogía con Escocia, resulta una historia de interés para el público británico? De todo un poco, pero la analogía informativa pienso que es un factor importante. Recuerdo lo que me dijo en septiembre de 2012 el corresponsal de The Guardian y The Economist en Madrid, Giles Tremlett, autor de un magnífico libro sobre España (España ante sus fantasmas), después de asistir a la conferencia de prensa de Artur Mas que preanunciaba la convocatoria de elecciones en Cataluña bajo el signo del soberanismo: «Hoy empieza una gran historia periodística».
Esta semana empieza también con una gran historia periodística para cualquier observador político español con las antenas bien sintonizadas: la última oferta de Londres a los escoceses: más autonomía, más soberanía fiscal.
La tercera vía.