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CÓDIGO 11-9-11

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Comienzan tres meses políticamente apasionantes en los que se van a poner a prueba las cuadernas de la política española y los muelles de la sociedad catalana

El cuadro institucional español se halla ante una situación inédita desde la restauración de la democracia. Y Cataluña vive una movilización social nunca vista, que ha coagulado alrededor de una idea aparentemente simple, que conecta con el núcleo principal de los actuales malestares europeos: «Volem votar». «Queremos votar».

Un eslogan de alta eficacia persuasiva en tiempos de padecimiento social y de grandes decepciones. Puesto que no podemos decidir sobre el curso general de los acontecimientos, quisiéramos decidir sobre aquello que nos es más próximo: los recursos y la capacidad de acción política de nuestra comunidad. Esta es la idea que ha triunfado en Cataluña. Una idea que hoy está presente en otras regiones de Europa en estado latente o parcial, puesto que su coagulación como programa hegemónico requiere de unas determinadas condiciones de humedad, calor, presión atmosférica, tradición histórica, economía, demografía, idioma, identidad cultural, espacio de debate público, sistema educativo, trasfondo religioso, sistema de competición entre partidos, ley electoral y una cierta psicología colectiva: voluntad de ser y deseos de continuidad. Condiciones que pueden definir un marco nacional.

Cataluña ha coagulado como nación. Sosiéguense los irritados. La Constitución de 1978 estuvo muy cerca de inscribir Cataluña en el registro nacional. El artículo 2 dice que España está compuesta por «nacionalidades y regiones». Es la primera vez en la historia de España que un texto constitucional distingue entre compuestos diferentes. Bastaría un cierto ajuste para acabar de afinar este principio dual, insisto, inédito en la historia de España. Aunque hoy parezca del todo imposible, no debe descartarse que esta mutación se produzca en un plazo relativamente corto de tiempo (no mañana, ni pasado mañana, me refiero al corto-medio plazo del tiempo político).

Lo escribiré de otra manera, Cataluña ha acabado de madurar como realidad nacional gracias a la Constitución de 1978. La cuestión ahora es la siguiente: se ajusta la Constitución, para que esta pueda reabsorber y enmarcar la dinámica realmente existente en la comunidad que encabeza el PIB español; se desborda la Constitución (este es el objetivo de los independentistas, pero no el de todos los que defienden la consulta); o se abre una dinámica de represión, posible en algunos aspectos, pero difícil de congeniar con los estándares democráticos europeos, hoy puestos en tensión en Ucrania por la potencia rusa.

Desbordamiento y represión topan con Europa, en un momento crítico, muy crítico, en su frontera oriental. Mal momento para poner en tensión el glacis occidental.

El trimestre que comenzamos no resolverá el trilema, pero mostrará con mayor claridad cuáles son las líneas de fuerza y las expectativas razonables a corto y medio plazo. Once del nueve y nueve del once. Estas son las dos fechas de referencia. 11-9-11. Este será el encabezamiento de una serie de apuntes diarios sobre el trimestre que nos aguarda. Un código irónico. 11911. Número que no se altera si se invierte el orden de sus cifras. Capicúa. Una simpática expresión catalana, absorbida por el léxico castellano, que sugiere buena suerte. La vamos a necesitar.

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