Читать книгу A pesar de todo... ¡No nos falta nada! - Enrique Chaij - Страница 14

UN BUEN COMIENZO

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David comienza sus célebres versos mencionando al Pastor, a Dios. Así también comienza la Biblia: “En el principio Dios”. ¿No debería comenzar así también todo en nuestra vida?

Cuando le damos a Dios el primer lugar, todo comienza y termina mucho mejor. Si frente a cada nueva jornada de trabajo, o frente a cada plan de acción, o frente a cada problema humano pusiéramos primero a Dios –buscando su ayuda y dirección–, ¿no tendríamos mucho más éxito en todas nuestras actividades?

Decir de veras “el Señor es mi Pastor” es declarar que le pertenecemos a él. Es reconocer nuestra propia limi­tación humana, y nuestra necesidad del Pastor omnipotente para vivir en plenitud. Y cuando él nos regala tal riqueza espiritual, nuestra fe se agiganta, y podemos decir con Amado Nervo:

Señor, tú antes, tú después, t ú en la inmensa

hondura de l vacío y en la hondura interior.

Tú en la auro ra que canta y en la n oche que piensa.

Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin fl or.

Tú en el cenit a un tiempo y en el nadir; t ú en todas

las transfigurac iones y en todo el pad ecer;

tú en la capilla fúneb re, tú en la noche d e bodas;

tú en el bes o primero, tú en el be so postrer.

Tú en los oj os azules y en los ojos os curos,

tú en la frivolida d quinceañera y también

en l as grandes ternezas de los años maduros.

Tú en la más negra sima, tú en e l más alto edén.

Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo;

si los labi os te niegan, yo te pro clamaré;

por cada hombre que duda, mi alma grita: “¡Yo creo!” Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe.

No es humillante que tú y yo nos veamos como débiles ovejas. Pero sí es denigrante que otros se sientan supe­riores y nos atropellen como ovejas. La oveja tiene al Pas­tor, y allí está su salvación. En cambio, el que se siente superior pierde la noción de su propia necesidad, y se que­da solo con su vacío interior.

Cierto día, Jesús estuvo particularmente rodeado de mucha gente necesitada. Las multitudes lo habían seguido durante horas. Y al observarlas, “sintió compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas sin pastor” (S. Mateo 9:36). ¿No crees que la gente de hoy se parece a las multitudes de ayer? Sí. Pero también el Jesús de hoy es igual que el de ayer.

Su compasión es infinita;

su amor nos circunda por doquier.

No hay como el amor del Pastor.

¡Toma hoy un sorbo de este amor divino!

Está a tu alcance.

Llena tu vida con él.


A pesar de todo... ¡No nos falta nada!

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