Читать книгу A pesar de todo... ¡No nos falta nada! - Enrique Chaij - Страница 21

NO NOS FALTARÁ SU PROTECCIÓN

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En los momentos de mayor peligro, cuando nos parece que ha cesado toda esperanza, la protección divina puede jugar en nuestro favor. Él puede protegernos contra una bancarrota comercial, una enfermedad peligrosa, o un ac­cidente que podría resultar fatal. Notemos el siguiente ejemplo.

Un grupo de cuarenta estudiantes estaba de gira artísti­ca por el interior del país. Era de noche, y el conductor del ómnibus no conocía muy bien los caminos de esa región. Y cuando llegó a una bifurcación de la carretera, estaba por doblar a la izquierda. Pero en ese preciso instante uno de los jóvenes pasajeros se acercó al chofer, y le indicó que doblara a la derecha.

De inmediato se produjo una violenta frenada, y el con­ductor pudo doblar a la derecha. Y antes de terminar de dar la curva completa, escuchó que un tren expreso atrave­saba la ruta que ellos habrían tomado. Inexplicablemente, aquel estudiante se despertó a esa hora exacta de la noche, y se adelantó hacia el conductor para decirle en el momen­to preciso que doblara hacia la correcta dirección. De no haber sido así, se habría producido un accidente fatal con la pérdida de numerosas vidas.

¿Quién despertó al joven para que instruyera al conduc­tor, justamente en ese punto del camino? Sólo Dios pudo hacerlo. ¡Cuántas veces él nos protege a nosotros de modo parecido! Y aunque digamos que fue una “casualidad” o una “buena suerte”, en realidad fue la mano del Omnipo­tente la que nos libró de la muerte o de alguna desgracia de gran proporción.

Haciendo memoria, seguramente tú mismo podrías re­cordar algún momento de tu vida, cuando el divino Pastor te sacó del abismo, ¿verdad? Sí, él tiene sobrada capacidad para protegernos contra toda especie de mal y peligro.

El salmista expresa este mismo concepto, cuando ase­gura:

“No te vendr á mal, ni plaga tocará t u morada. Pues a sus ángeles mandará por ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no t ropiece en piedra” (Salmo 9 1:10-12).

¿Notamos de qué manera admirable y sobrenatural nos protege el Señor? Y aunque a veces nos parezca que no recibimos de él todo lo que quisiéramos, igualmente po­demos decir con David: “Nada me faltará”. Por alguna carencia que padezcamos, el Pastor nos colma con innu­merables bendiciones. Si no fuese así, ¿qué sería de nues­tra vida? ¿Qué clase de bienestar podríamos poseer?

A pesar de todo... ¡No nos falta nada!

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