Читать книгу A pesar de todo... ¡No nos falta nada! - Enrique Chaij - Страница 9

ELLAS Y NOSOTROS

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David empieza diciendo: “El Señor es mi Pastor”. Es nuestro Pastor. Por lo tanto, somos sus ovejas. Le pertenecemos. No somos huérfanos ni estamos abandona­dos. Él se ocupa de nosotros. Somos valiosos para él.

¿Existe alguna semejanza entre las ovejas y los seres humanos? Ellas no son fuertes como el león, ágiles como la gacela, o astutas como la serpiente. Son indefensas, frágiles, y se extravían fácilmente. Tienen poco desarro­llado el sentido de orientación. Unas siguen a las otras, aunque a veces esto les cueste la vida. Imitan sin criterio lo que hacen las demás.

Cierto obrero ferroviario, encargado de embarcar ani­males, les comentó a sus compañeros de trabajo: “Miren cómo cada oveja hace exactamente lo mismo que la que tiene delante”. Y para demostrarlo, colgó un palo atrave­sado en el angosto desfiladero por donde pasaban los cor­deros. Como era natural, el primer animal debió dar un salto al pasar. Y lo mismo hizo el siguiente, y muchos más que vinieron detrás de él.

Pero luego el obrero fue sacando lentamente el palo, y todas las ovejas restantes, al llegar a ese lugar, seguían saltando como si el palo estuviese todavía allí. Cada una de ellas saltaba sin necesidad, como lo había hecho la ante­rior.

¿No ocurre algo parecido con los seres humanos? ¡Cuántas veces imitamos a los demás sin saber por qué motivo! Desarrollamos una mentalidad de rebaño, y nos quedamos sin ideas propias. Seguimos ciegamente los dicta­dos de ciertas modas, y hasta adoptamos costumbres que arruinan nuestro bienestar. Esto explica por qué muchos incurren en ciertos vicios, llámense tabaquismo, drogadic­ción u otros. Porque, según ellos, “todos los demás lo hacen”.

Y aunque sufran un terrible deterioro en su salud, y acorten innecesariamente sus días, igualmente siguen con su enviciamiento, porque no piensan ni deciden con cabe­za propia. Se limitan a imitar a los demás, quienes a su vez imitan a otros, y éstos a otros. Y así, la negra cadena de sucesiva imitación convierte en víctimas a millones de per­sonas. Inconcebible: ¡mentalidad de rebaño entre seres racionales!

Y pensar que a menudo hacemos gala de inteligencia y buen criterio. ¡Nos creemos tan listos, tan fuertes, tan dueños de nosotros mismos!... Pero en el fondo, ¿no nos parecemos bastante a las ovejas? Y como ellas, somos con frecuencia frágiles y temerosos. Fácilmente nos confundimos y nos desorientamos; no sabemos qué hacer, adónde ir, o para qué luchar... ¿No te ha pasado esto más de una vez? ¡Así somos los humanos! Como ovejas nece­sitadas en el gran rebaño de la vida.

A pesar de todo... ¡No nos falta nada!

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