Читать книгу A pesar de todo... ¡No nos falta nada! - Enrique Chaij - Страница 17

NECESID ADES REALES Y ARTIFICIALES

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Están las necesidades reales y legítimas, que reclamannuestra natural atención. Pero también existen las otras, que podríamos llamar “necesidades artificiales”, que no hacen más que alimentar la vanidad, mientras tal vez queden sin atender las verdaderas necesidades del alma. ¡Qué la­mentable negligencia, y qué distorsión de los valores! En esto tiene mucho que ver la publicidad masiva, la cual ma­nipula de tal manera la mente del consumidor, que éste termina por adquirir tal o cual producto, porque previa­mente se le “vendió” una necesidad inventada o artificial.

¿Y qué diremos de quien compra sólo para tener más, o para mostrar un mejor nivel económico que el prójimo? ¡Cuántos desgastan y malogran su vida por causa de esta fiebre insensata! ¿Nos acordamos de Diógenes, el filósofo griego que des­preciaba la riqueza? Él mismo vivía con lo estrictamente in­dispensable. Se cuenta que cierto día vio a un niño tomar agua de una fuente con sus propias manos. Entonces arrojó la única escudilla que tenía, y dijo: “Yo ta mbién puedo beber con mis manos. No necesito la escudilla”.

Éste es un caso extremo que jamás aprobaríamos. ¿Pero no condena indirectamente la frivolidad y el consumismo de nuestros días? Necesidades artificiales, que el Señor ¿querrá suplir?

Lo que Dios sí quiere atender son nuestras necesidades genuinas y legítimas. En tal sentido, David afirmaba en otro de sus salmos: “Los ricos pueden empobrecer y sufrir hambre, pero los que buscan al Señor no carecerán de ningún bien” (Salmo 34:10). Y el apóstol Santiago les dice a los creyentes: “Que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:4).

Esta es la firme convicción de todo hijo de Dios: “Nada me faltará”. Con esta confianza y esta seguridad se mueve el creyente. ¿Por qué entonces preocuparnos tanto por alguna cosa que nos falte, en lugar de alegrarnos más por lo que ya tenemos? El que sustenta el fascinante mundo que él mismo creó, ¿cómo no nos dará lo que necesitemos cada día para gozar de la vida? Aun en los momentos de mayor necesidad, él no nos fallará. San Pablo escribió: “Mi Dios, pues, suplirá toda necesidad vuestra” (Filipenses 4:19).

A pesar de todo... ¡No nos falta nada!

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