Читать книгу A pesar de todo... ¡No nos falta nada! - Enrique Chaij - Страница 6

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Sob re nuestro título

El título de esta obra puede parecer una ironía. Con todas las necesidades que tiene el mundo y sus habitantes, ¿cómo afirmar que “a pesar de todo... no nos falta nada”?

Más bien, nos faltan tantas cosas... ¿Acaso no nos falta más amor, más decencia y más corrección en nuestra vida de relación? ¿No nos falta más paz interior, más pan para los pobres, y mayor bienestar para los necesitados? Mien­tras haya miseria, maldad, violencia y enfermedad –como desgraciadamente las hay–, nos seguirá faltando lo princi­pal para gozar de la vida.

Entonces, ¿en qué sentido “no nos falta nada”? En el sentido de que todo lo que es realmente bueno y necesario está al alcance de nuestra mano. Sólo que a menudo no lo tomamos, y por ende no lo disfrutamos. Nos quedamos con la mano inmóvil, en lugar de extenderla para recibir los innumerables favores del Altísimo. Como resultado, esos “favores” siguen de largo y son recibidos por otros seres más listos y más conscientes de su necesidad perso­nal.

En otras palabras, el Creador y Sustentador de todo tiene la capacidad y el deseo de colmarnos con sus ricos benefi­cios y rodearnos con su poderoso brazo protector. ¿Qué podría entonces faltarnos si mantenemos una relación de estrecha amistad con él?

“NO NOS FALTA NADA”

Tal es la propuesta fundamental de esta obra, basada en las inspiradas palabras del rey David, que siguen brillando como luz guiadora del alma. Me refiero a “la Perla de los Salmos”, o al “Salmo del Buen Pastor”, cuyo contenido sintetiza los sentimientos más hondos del corazón. Tan simple como profundo; tan divino por su origen como hu­mano por su mensaje... Así es el inmortal Salmo 23 del rey David, que comienza diciendo: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará”.

En sus seis breves versículos, el Salmo nos incluye a todos por igual: al hombre de ayer y de hoy, al campesino de vida bucólica y al habitante de la bulliciosa ciudad, al rico y al pobre, al ilustrado y al carente de instrucción. Nadie queda afuera. Porque allí están presentes las princi­pales necesidades del ser humano, comunes a todo tiempo, lugar y circunstancia.

Podría decirse que el Salmo 23 es una Biblia en minia­tura. A semejanza de la Biblia, comienza con Dios –el Señor–y termina con la vida perdurable, como también ocurre con la Escritura en el Apocalipsis. ¿Y qué hay en el centro del Salmo? Lo mismo que en la Biblia: la acción soberana de un Dios Sustentador y Redentor, que guía con amor a sus hijos por la buena senda.

EFECTOS EN LA VIDA

¡Cuántos seres incomprendidos y dolientes, internos en un penal, víctimas de la violencia perversa, hambrientos de pan y de afecto, reducidos en su soledad, o desposeídos de todo privilegio leyeron o escucharon una vez este sobresaliente salmo de David, y pronto cobraron ánimo y optimis­mo! La fe se encendió en sus corazones, y llegaron a ser nuevas personas. Como le pasó a cierto hombre agnóstico quien, después de escuchar una clara exposición sobre el Salmo 23, llegó a decir: “Ya no soy agnóstico. El Pastor ha encontrado a su oveja perdida”.

Valga recordar aquí aquella distinguida reunión social, en la cual se encontraban presentes diversas personalidades. Entre ellas, un conocido actor. Y a los postres, alguien le pidió al actor que recitara algún poema. Y éste accedió, y curiosamente recitó el Salmo 23. La expresión de su voz fue tan agradable, que arrancó el aplauso de todo el públi­co presente.

En la reunión también se encontraba un hombre mayor, a quien todos querían y respetaban. Un hombre probado por el dolor, que había perdido a su esposa y a su hija, y que sin embargo siempre se mostraba sonriente. Y a él también le pidieron que recitara algún trozo literario. El hombre aceptó, y decidió recitar el mismo Salmo 23. Mien­tras lo iba pronunciando con emocionado acento, todos escuchaban en completo silencio. Por fin, nadie aplaudió, pero muchos humedecieron sus mejillas por la emoción. Rompiendo entonces el silencio, el actor que había recita­do antes se levantó, y dijo: “Entre nosotros dos hay una gran diferencia. Yo sólo conozco el Salmo del Buen Pas­tor, pero él conoce al Buen Pastor del Salmo”.

Mi sincero deseo es que tú también puedas conocer más íntimamente al divino Pastor, para adquirir así la fuerza interior que te proporcionará paz, energía y felicidad.

Cordialmente,

Enrique Chaij


A pesar de todo... ¡No nos falta nada!

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