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La semiótica de la cultura: ¿por qué no nos comprendemos?

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A diferencia de la semiótica centro europea y estadounidense que ha producido un complicado aparato deductivo y de definiciones especializadas (una metasemiótica), la semiótica de la cultura, desarrollada por la escuela de Tartu-Moscú, cuya cabeza fue Iuri Lotman, ha permitido un tratamiento de los fenómenos sígnicos en una perspectiva «culturológica» e inductiva, originalmente de corte un tanto estructuralista pero que en su última fase se ha abierto a una visión dinámica de la comunicación, la cultura y la significación. Dentro de la etapa todavía un tanto estructuralista de esta escuela, Iuri I. Levin escribió un excelente texto titulado «Tesis sobre la no-comprensión del texto».14 Este escrito nos hace pensar también en la necesidad de reconcebir la teoría de la comunicación correlacionada con la teoría de la incomunicación o, como dice Levin, de la «no comprensión». El fenómeno de la no comprensión está, por así decirlo, un nivel más abajo del malentendido, es su base y deja de ser argumentativo para en definitiva remitir sólo a la explicación y a la aclaración, sin embargo lo tratamos porque nos permite dejar claros los límites inferiores de la argumentación y especificar las posibles fuentes de un malentendido.

El punto de partida de Levin es que todo texto verbal es «portador de cierta estructura de muchos estratos; cuando tiene lugar la recepción del texto esa estructura se refleja (otobrazhaestsia) en la conciencia del receptor; el reflejo inadecuado de tales o cuales elementos de ella es precisamente la NC» (no comprensión). Podemos cuestionar la visión de estructura y la noción de reflejo, que no expresa lo complejo de la relación entre lo real concreto y lo simbólico. Preferiríamos el concepto «refracta» utilizado por Bajtin, que conlleva una rarefacción, un desvío siempre presente en la semiosis o proceso de significación, pero ello no obsta para reconocer los aportes de la tesis en cuestión. Levin subraya algo que no debiera olvidarse: un texto es multiestratificado y, como diría Lotman, heterogéneo, de ahí la constante apertura y la casi imposibilidad de una verdad eterna sobre él.

Desde la perspectiva estructural de Levin, lo que importa es en qué estrato de la estructura tiene lugar la no comprensión: el significado, el sujet (el tema y cómo es tratado, por decirlo con simpleza), el ritmo. Importa saber cuál es el volumen y carácter del segmento no comprendido, cuál es la «fuente» de la no comprensión: un fragmento de lengua, vínculos semánticos, o los objetos o eventos del mundo. Puede remitir al carácter inadecuado de la reflexión: no percepción del referente o percepción de un referente del tipo en cuestión pero al cabo equivocado, el reflejo desvaído o la perplejidad al no saber qué «reflejo» elegir. También puede acontecer la no comprensión «por culpa del texto», es decir, del autor, por ilógica o por plantear una lectura fuera de las condiciones de recepción de un momento dado o «por culpa del lector», lo que nos lleva a temas de interés argumentativo: la preparación, la aceptabilidad, la atención o incluso lo necio de una de las partes en la erística. También puede desarrollarse la no comprensión por el conflicto entre lo que le parece al lector y la realidad, es decir, por un conflicto entre subjetividad y objetividad (hasta donde ésta puede afirmarse como tal). El lector o receptor puede subestimar o sobrestimar su comprensión.

La no comprensión puede ser remitida al sentido local, al sentido global o a condiciones más allá, en el exterior del sentido. En el primer caso tenemos, por ejemplo, la puntuación incorrecta, el empleo connotativo, etcétera. En el segundo caso estamos ante los personajes, la estructura espacio-temporal (el cronotopo, en términos bajtinianos, es decir, cómo organiza la narración el tiempo y el espacio), las ideas y temas esenciales. Por último, la no comprensión exterior al sentido nos remite a la interacción entre el sentido estructural y el estrato imaginal patente (nagliadno-obraznyi) de las representaciones objetuales, el estrato sonoro, el ritmo y la entonación que nos conducen a lo llamado «paraverbal» y en particular a la entonación.

Levin nos conduce al dominio del asombro por la no comprensión, a identificar textos «enfermos», al fenómeno de la comprensión aparente. Este asombro, en el enfoque discursivo y el no estructural, nos lleva a plantearnos las bases mismas del lenguaje, la comunicación y la argumentación.

El arte de argumentar: sentido, forma, diálogo y persuasión

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