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Los modos del malentendido: ¿en dónde está el problema?

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Un malentendido puede obedecer a dificultades de comunicación o comprensión con relación a lo expuesto. Sin embargo, se produce debido a los implícitos, ya sea presupuestos (de lenguaje) o sobrentendidos (contextuales). Lo dicho, verbal, puede expresar presupuestos o sobrentendidos no controlados. O bien, es factible que exista un problema de interpretación de los implícitos. O, por último, lo verbal deja pasar o nos lleva a interpretar malentendidos derivados del sentido paraverbal o del contexto no verbal. En este proceso de contacto con lo no dicho entramos a los malentendidos sociales, culturales e ideológicos.

Un malentendido, como una argumentación compleja, puede obedecer a un modo lógico, según lo ven Naess y Crawshay-Williams, pero puede deberse también a asuntos de sentimiento, intuición, creencias o acceso a evidencias físicas o contextuales (Gilbert). Así por ejemplo, en los malentendidos maritales que toda pareja ha vivido una o muchas veces, con frecuencia el problema no es lógico sino sentimental (v.gr., la siguiente discusión: «No te importo»; «¿Por qué dices eso?»; «No me ayudaste»; «Eso no es lógico, no me pediste que te ayudara»; «¿Tengo que pedírtelo cada vez?»). En tales casos, resolver la dificultad lógica no soluciona el problema planteado en el nivel de las emociones entre los amantes. Insistir sobre la solución lógica es ahondar en la fractura emocional y no porque la lógica no sea relevante sino porque no es exclusiva.

Un malentendido puede obedecer no a la posición en la punta del iceberg de la argumentación sino a todo el sistema de creencias, lo que hace muy intricada la resolución de tales dificultades. Podría ser el caso, por ejemplo, de las políticas de desarrollo en las zonas rurales de América Latina. Supongamos que llega a determinado lugar una institución gubernamental, detecta la necesidad de agua en una comunidad, ésta acepta que existe la carencia de agua, la institución abre un pozo a medio pueblo y, sin embargo, nadie saca agua. La gente no va, digamos, porque no tiene la costumbre de ir a sacar el agua a medio pueblo, sino que la ida al agua es parte de la estructura del trabajo familiar, del paseo, del baño. O bien, no gusta de que se tomen decisiones si no es por asamblea popular, o considera que no es correcta la toma de agua fuera de las corrientes naturales. No basta con resolver la ecuación «falta de agua, solución = pozo». Se detectó y se consensó respecto de un problema, pero faltó detectar y lograr el consenso respecto a la solución y el modo de operarla según el acuerdo cultural e ideológico.

El malentendido puede desarrollarse entonces en determinadas circunstancias en un modo que no es predominantemente lógico, sino emocional o de creencia (o de hábito cultural). En ocasiones puede presentarse en más de un modo a la vez. De hecho, dado que los modos son analíticos pero no se presentan de manera separada en la realidad, pueden venir todos al caso para la comprensión global del malentendido. Naturalmente que en la argumentación ordinaria no hacemos estos desgloses sino en forma extraordinaria, porque entender, como dice Wittgenstein, es algo que se da de golpe. La dimensión humana del malentendido nos hace interpretarlo —en la práctica cotidiana— en su carácter total, entremezclando lógica, emociones y creencias.

El arte de argumentar: sentido, forma, diálogo y persuasión

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