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LA LLAVE MAESTRA

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La imaginación va un paso delante de nosotros.

Entre más echemos mano de la imaginación, el mundo cobrará su dimensión verdadera, porque será la nuestra.

La utilidad de la imaginación radica en que termina de armar las cosas que dejamos inconclusas. Que son las que más abundan. Por donde transcurrimos, vamos dejando rastros inequívocos de nuestra presencia. Pero siempre rastros incorpóreos, que exigen ser concluidos. Basta con dar media vuelta, para advertir tantos errores.

Los hombres con imaginación descuellan por encima del resto. No es difícil distinguir a un hombre dotado de imaginación. Sus labios escuecen por decir palabras, por tejer historias, por desentrañar la condición humana en cualquiera de sus formas: plástica, literaria, musical.

Los escritores cuentan con dos recursos para la elaboración de su trabajo: la solidez que otorga la estructura, y la solvencia que brinda la imaginación. Una se apoya en la otra. Se complementan y se enriquecen en forma simultánea. Quien nada más posea imaginación está perdido. Sus dotes irán a dar al bote de la basura. Pues la imaginación exige ser aplicada. Que adquiera cuerpo. Materia prima. No basta con imaginarse ser el mejor pintor de México. Hay que demostrarlo.

Pero asimismo el hombre sin imaginación se seca. Por más granítica que sea su estructura, al cabo del tiempo aquella losa de granito sufrirá las consecuencias del abandono. No basta con la inteligencia en estado primitivo, educada en la adversidad o echada a perder en los pupitres de la academia.

La inteligencia necesita ser regada con la lluvia de la imaginación.

La imaginación aporta su dosis de baño refrescante al hombre apabullado por la cotidianidad aplastante. Porque aquel hombre despliega las alas de sus sueños y remonta el vuelo. Cuando sea y donde sea. Su imaginación le permite relajarse, imaginarse que contempla el mundo desde una cima; que navega en el Pequod a la caza de la ballena blanca bajo las órdenes de un desquiciado, que mira la Tierra desde una nave espacial de la cual él es piloto.

El hombre que le teme a su imaginación se confunde. La imaginación es la llave que abre el propio corazón. Cuando el corazón se encuentra en estado de putrefacción, es cuando la imaginación le puede inocular frescura y salvarle la vida a ese hombre.

Cuidado con que la imaginación se desate en la pluma de un escritor. Tendrá que ser muy firme para mantenerla bajo su dominio. Apoyado en el contrafuerte de la estructura y el estilo, el escritor debe domeñar su imaginación, no al revés, Así las cosas, la imaginación es la peor consejera de quien practica el oficio escritural. Porque el ejercicio de la imaginación es insaciable. Y siempre estará exigiendo más. Un párrafo más, una línea más. Hay que ser muy audaz y astuto para cortarle las alas a la imaginación.

El hombre imaginario es el otro yo del hombre con imaginación. Cada hombre conferido de imaginación, lleva consigo su hombre imaginario. A todos lados. Y lo contempla desde que se mira al espejo por las mañanas. Le abre su corazón a ese hombre imaginario. Suele charlar con él en las horas más impensadas. En las juntas con el jefe. En el momento en que escucha las diatribas de su mujer. En el largo camino a casa. De ese yo imaginario no espera más que la verdad. Por eso hay el que acude a él tan de vez en cuando. Porque la verdad de uno mismo es la más rotunda y despiadada. Y no siempre se está de humor para escucharla. Aunque no falta el que se ríe de sí mismo con su hombre imaginario. Sólo el de alma grande lo hace.

El arte de mentir

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