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UNA BURBUJA BAJO EL DICTADO DEL VIENTO

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1. Vivimos como por arte de magia, hasta que una desilusión nos devuelve a nuestro estado original de brutalidad y abandono.

2. Si de buscar la felicidad se trata, siempre será más feliz un hombre que vive sin ilusiones. La vida le devolverá con creces esta existencia neutra.

3. Más importante que mantener viva la llama de la ilusión es trabajar, erigir, ejercer. Una barda se construye con ladrillos y cemento, no con ilusiones.

4. Nadie avanza atenido a las ilusiones. Es fundar sobre una burbuja que se mueve bajo el dictado del viento. Hasta que revienta. Mejor es quitarse la camisa de fuerza de las ilusiones y atenerse a los propios medios. Por más modestos que sean. Son reales.

5. Un niño no juega con ilusiones. Para él, aquel avión que lanza por los aires no es producto de su fantasía, no es una ilusión constituida de aire sino una realidad tangible y rotunda. Por eso se enfurece si alguien interrumpe su juego. No está inmerso en una quimera, sino en una existencia que se despliega ante él en todo su prodigio y maravilla. Exactamente lo mismo acontece en la mentalidad de un artista cuando edifica su obra. Un escritor trabaja realidades concretas en su cabeza –y conste que no se está hablando de realismo en particular. Como aquellos alarifes que vigilaban con sus propias manos la edificación de una casa, el escritor se aplica arduamente a la consecución de la frase perfecta –qué lejos está de pensar en la página perfecta. Su herramienta está alejada del banco de la ilusión. No puede pensar en otra cosa que no sea su experiencia humana, su experiencia en el oficio y en los diccionarios. A proyectos concretos, ideas concretas.

6. Peor aún las ilusiones a largo plazo. Son una trampa de fuego. Cuando acaecen es demasiado tarde; o bien, nunca llegan –que es lo más probable. Estas ilusiones no fortalecen sino deprimen. No es difícil distinguir en el hombre de la calle cierto peso en la espalda que lo encorva, cierto aire de pesadumbre que rubrica su rostro. Es la huella de las ilusiones rotas. Su permanencia inescrutable.

7. Quien vive aferrado a las ilusiones bien podría recibir el título de iluso. Muy diferente de ilusionista, por quien el vulgo califica al hombre que hace ver cosas que no suceden en la vida real pero que provoca momentos de entretenimiento. Cuando se mira su espectáculo, inmediatamente el espectador se pregunta si no le vendrá mejor vivir en ese ámbito. Lo que no ha reflexionado es que en efecto lo está viviendo.

8. Cuando una misma ilusión ensancha el ánimo de una comunidad, todo puede ocurrir. Acaso la tiranía revele los alcances de esa ilusión.

9. El tratamiento oblicuo de las ilusiones conduce a metas impensadas. Los casos se cuentan por cientos. Un hombre se propone materializar una ilusión, toda su vida se encamina hacia ese cometido, aquella entelequia lo acompaña día y noche, la mira a lontananza, advierte sus contornos, sabe que está ahí, que podrá realizarla si se lo propone, y de pronto se percata de que en realidad el camino trazado ha sido diferente de su propósito. Se vuelve y donde cree contemplar jardines ve desiertos, y donde suponía la erección de árboles frondosos sólo percibe páramos desolados. Pero se aproxima y ahí mismo distingue la belleza. No era ése su propósito, pero ve algo mejor de lo que había soñado. Con una intensidad que le extrae lágrimas. Sin quererlo le ha dado un giro a su ilusión. Y ha salido ganando. Ha acrecentado el arte de la desilusión.

Lo ha alcanzado.

El arte de mentir

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