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Los días pasaban y, a pesar de que los médicos eran optimistas e intentasen hacer comprender a Mario que su hermano se curaría completamente en unos cuantos días, él siempre estaba pensativo, y lo estaría hasta que no hubiese visto con sus propios ojos a Luigi caminar por sí solo y volver a la vida de siempre.
Como cada día después del accidente, una vez más le volvieron a la mente como un destello los recuerdos, en medio a los cuales se perdía, un poco sonriendo y un poco conteniendo las lágrimas con dificultad.
Quién sabe si todavía podremos volver a divertirnos juntos, a cenar en esos bellos locales del centro de Bologna y de la provincia...
Fue despertado por la voz del enfermero que reía en el pasillo y de esta manera se dio cuenta de estaba sentado en aquella silla desde hacía una hora y media, delante de la habitación donde estaba su hermano, con la puerta cerrada y silencio en su interior.
Se levantó para consumir un café en la máquina automática, luego caminó adelante y atrás hasta que llegó la noche, como si tuviese confianza en el hecho de que, en breve, llegaría hasta él un médico con alguna buena noticia. Pero, evidentemente las condiciones de su hermano eran estacionarias porque no vio llegar a nadie durante toda la tarde, y cuando Mario Mazza salió del hospital para volver a casa, afuera nevaba otra vez.
Imprecando y cubriéndose lo mejor posible cogió el autobús en dirección al centro de Bologna, donde decidió pararse para la hora feliz en un pub de vía Zamboni.