Читать книгу Coma - Federico Betti, Federico Betti - Страница 16
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Estoy conduciendo, no sé a dónde voy, pero estoy conduciendo.
Estoy en un extraño coche, con el volante delante de mí, sin asientos para los pasajeros, y a mi alrededor el vacío y la oscuridad.
No logro comprender dónde me encuentro.
Me duele mucho la cabeza, me laten las sienes y me genera un fuerte dolor, que crece con cada minuto que pasa.
No estoy solo: veo una sombra que se acerca a mí, por lo que me armo de valor y le pregunto de todo, acribillándole a preguntas.
Cuando llega a mi lado la sombra aparece como algo... no sé cómo definirlo... justo, parece un halo. No tiene rostro, ni percibo su contorno bien definido, como si fuese una figura estilizada protagonista de un tebeo en blanco y negro.
¿Quién eres?, le pregunto, pero esta figura no responde. Estoy convencido, ni siquiera tiene una boca para hacerlo.
La figura humana estás girada hacia mí, como para mirarme, pero no puede verme ya que no tiene ojos.
Parece un figurante de una película de terror, donde yo soy el protagonista principal. Me doy cuenta, sin embargo, de que no tengo miedo, sino de sentirme en una situación incómoda: estoy confinado en este coche, sin posibilidad de salir y, aunque quisiese, quizás no conseguiría ir a ningún sitio.
Quizás el único modo para salir de este callejón sin salida, o por lo menos lo más sensato, sería matarme: estoy aquí desde hace ya un tiempo, ni siquiera sé desde cuándo, y todavía no tengo todavía indicios suficientes que me permitan aclarar las ideas. Esto me hace correr un enorme riesgo: el riesgo de volverme loco.
Siempre he sido una persona calmada y tranquila, pero que puede perder la razón si le falta la certidumbre, los puntos de referencia.
Vago en la oscuridad y no solamente en sentido figurado.
Todavía está ahí la sombra, parada, a mi lado. Mueve un brazo, o lo que sea, como para hacerme una señal. ¿Quién eres? ¿Hay alguien ahí dentro?, parece preguntar: yo hago el mismo gesto, pero es como si ninguno de los dos viese al otro. Sigo sin comprender nada.
Muevo un brazo para intentar tocar, acariciar, la sombra. No consigo hacer nada de lo que quisiera, es como si fuese inalcanzable.
No hay nada que hacer, quizás todavía no ha llegado el momento para ciertos movimientos.
Así que, ¿qué debo hacer? ¿Esperar todavía? ¿Quién decidirá cuándo cambiarán las cosas?
La sombra se retrae, regresa por donde ha venido, y yo me quedo quieto, sentado y sin ninguna posibilidad de saber qué está sucediendo realmente, por lo que decido cerrar los ojos: por lo menos de esta forma quizás consiga reposar la mente.