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A la mañana siguiente Luigi fue al gimnasio que le habían indicado los médicos para comenzar el largo proceso de la rehabilitación.
–Venga, señor Mazza, –lo acogió una señorita de unos veinticinco años, –le presento enseguida a la persona que la guiará durante todo este tiempo.
Se fueron hacia una habitación amueblada a propósito donde un muchacho en chándal estaba poniendo a punto algunos artefactos de gimnasia.
–Aquí está, él es Massimo –dijo la muchacha –te presento al señor Luigi Mazza.
Los dos se saludaron y, después de un rato, quedaron solos dentro del gimnasio y comenzaron las sesiones de rehabilitación.