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Aquella tarde Mario Mazza llegó al hospital Maggiore para estar con su hermano y estuvieron charlando juntos hasta la noche y, entre otras cosas, Luigi escuchó decir a su hermano:

– ¿Recuerdas algo del accidente?

La pregunta lo dejó desorientado, ya que no sabía cuál era el tema de la charla.

– ¿Accidente?, –preguntó Luigi replicando, – ¿Qué accidente?

–Tú estás aquí porque te has visto envuelto en un accidente en la carretera de circunvalación de Bologna, a la altura de la salida 7. ¿No te acuerdas?

Luigi lo miró con la expresión típica de aquel que acaba de caer de la parra.

–No, no recuerdo nada de este accidente. ¿Cuándo ha sucedido?

–Hace dos semanas, –explicó Mario.

–Hace dos semanas... no, no recuerdo absolutamente nada.

El hermano lo miró ligeramente preocupado.

– ¿Seguro? ¿Ni siquiera vagamente?, –preguntó.

–Mmmm... No, lo siento, –respondió Luigi.

–Comprendo. Intentaré hablar con los médicos que te están vigilando... ahora debes descansar, ya has caminado mucho, volvamos a tu habitación: necesitas tumbarte.

–De acuerdo, –asintió Luigi –puede que lea algo.

–No, prefiero leer para ti. Ahora vamos a tu habitación, luego iré a por una revista al quiosco.

Así lo hizo y, a su vuelta, Mario Mazza tenía debajo del brazo un ejemplar de aquellas revistas mensuales de viajes.

-–Sé que esto te gustará –dijo comenzando a hojear las páginas –Veamos qué hay de interesante aquí.

Después de unos minutos de silencio Mario Mazza volvió a hablar mientras el hermano enfermo escuchaba interesado:

– ¡Guau! El Caribe, Europa, Canadá... Lugares maravillosos, realmente... He aquí un hermoso artículo sobre los fiordos noruegos. ¿Qué te parece? ¿Te apetecería ir este verano?

–Sabes que me gusta viajar... iría a cualquier sitio, a condición de que haya algo digno de ver. Antes o después conseguiré ver incluso los fiordos, –respondió Luigi.

–El fiordo es un brazo de mar que penetra en la costa durante muchos kilómetros, –explicó Mario leyendo –los más famosos se encuentran en la Europa del norte, pero hay otros interesantes en otras partes. Existen también cruceros en los fiordos noruegos: una semana o incluso más, para llegar desde Bergen hasta el cabo Norte. Deben ser paisajes hermosísimos.

–También yo lo creo. ¿Han escrito ahí el precio de estos cruceros?

–No, –respondió Mario, –pero hay direcciones web a las que te envían para una mayor información.

–Realmente me podría interesar. Echa una ojeada en cuanto tengas algo de tiempo.

–Claro, lo haré encantado, luego te digo.

–Bien, perfecto.

– ¿Por qué no intentas ahora dormir un poco?

–No tengo sueño.

–Inténtalo, a lo mejor te adormeces, echa un sueñecito y luego estarás mejor. Cuando he llegado un enfermero me ha dicho que tenías un ligero dolor de cabeza. Quizás durmiendo te pasaría.

–De acuerdo, lo intentaré.

Mientras Luigi cerraba los ojos su hermano volvió a poner la revista sobre la mesita de noche. Cuando se dio cuenta de que se había dormido cogió un trozo de papel e escribió en él REPOSA TRANQUILO, REGRESO DENTRO DE UN RATO y salió de la habitación para ir a tomar un café en los distribuidores automáticos de bebidas y charlar un poco con los médicos.

Coma

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