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Los días transcurrían todos iguales, uno tras otro, mientras los médicos transmitían seguridad al hermano de Luigi:

–Se nota la mejoría –le decían. –El paciente se comporta bien. Su cuerpo responde de manera adecuada al traumatismo sufrido.

Mario era feliz escuchando estas palabras, pero, de todas formas, no veía la hora de asistir al despertar del hermano, de poderlo abrazar de nuevo.

Quería verlo como lo recordaba antes del accidente de tráfico: siempre alegre, pimpante y, sobre todo, caminaba con sus propias piernas.

–Tendrá que hacer un poco de rehabilitación: al permanecer quieto durante días en la misma posición sus músculos habrán perdido fuerza. Durante un tiempo deberá hacer gimnasia para recuperarse plenamente –le explicó uno de los enfermeros.

–Hará todo lo que sea necesario para volver a ser el de antes –confirmó Mario Mazza –es un muchacho muy voluntarioso, por lo tanto no habrá problemas para que se comprometa en este sentido.

–Seguirá un programa muy preciso que lo llevará a una rehabilitación gradual pero completa.

–Perfecto, os doy las gracias por todo lo que estáis haciendo. Confiamos en vuestra experiencia.

–Si no le importa, ahora me voy a tomar un café –dijo el enfermero.

– ¡Por favor! Es más, le voy a hacer compañía, también yo necesito uno –replicó Mario.

Se fueron hasta la esquina destinada a las máquinas automáticas de bebidas y comida, puestas al fondo del pasillo.

Había una para las bebidas calientes, otra para los refrescos, una que distribuía aperitivos dulces y salados y una cuarta con bocadillos.

Mario metió las monedas y seleccionó un café exprés clásico mientras que el enfermero, usando una llave magnética suministrada para el personal del hospital, optó por un capuccino con chocolate.

–A veces me siento un poco goloso –dijo el hombre.

–Hace bien en permitirse un capricho de vez en cuando. Deberíamos hacerlo todos cada tanto.

Acabaron las bebidas y cada uno se fue por su lado.

–Ahora debo dejarle –dijo el enfermero –debo hacer unas cuantas cosas.

–Por favor, le dejo ir. Gracias por la compañía.

Mario Mazza se fue a la habitación de su hermano y se paró en el pasillo puesto que sabía que no podría entrar.

Estaba muy contento porque las condiciones de su hermano estaban mejorando cada día, le bastaba por el momento; una vez que estuviese completamente curado, tendría la posibilidad de estar junto a él y recuperar el tiempo perdido.

Todavía una semana y todo volvería a ser como antes. O casi.

Se quedó hasta el final del horario de visita, luego salió y se fue a casa: había pasado otro día.

Coma

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