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Las condiciones de Luigi Mazza seguían siendo estables, mejorando poco a poco cada día, y los médicos eran optimistas.

–El cuerpo se curará por sí solo –era la respuesta que escuchaba el hermano cada vez que pedía información.

Al día siguiente de la entrevista con el enfermero Mario Mazza consiguió hablar con el anestesista que había inducido el coma farmacológico a su hermano.

– ¿Podría explicarme mejor de qué se trata? –preguntó.

–Sé ya que le han dicho, en líneas generales, lo que hemos hecho –dijo el doctor Parri. –Su hermano ha llegado aquí con un traumatismo craneal nada desdeñable. El equipo médico de urgencias, después de haber hecho las pruebas pertinentes, ha creído que la única manera de curar este trauma era el coma farmacológico. Hemos suministrado a su hermano unos sedantes para inducirle el estado comatoso, considerando que, de esta manera, su cuerpo podría concentrarse sólo sobre la parte lesionada, la que realmente necesita curarse. Estamos monitorizando todas las mejorías de su hermano, día a día, y le garantizo que son evidentes. Cuando veamos que el traumatismo craneal se ha curado completamente, entonces despertaremos a su hermano: terminará con la ingesta de los sedantes y probablemente le suministraremos algunas medicinas estimulantes para ayudar a su despertar.

–He comprendido –dijo Mario Mazza después de escuchar la explicación del médico – ¿Y qué probabilidades hay de que se cure completamente?

–Yo diría que al cien por cien –replicó de manera optimista el médico.

– ¿Y de qué se despierte del coma? –dijo Mario.

–Total. Personalmente no he observado nunca problemas para despertar después de un coma farmacológico inducido. Sabemos cuáles son las dosis que debe ingerir el paciente. No se preocupe por esto –concluyó el doctor.

–De acuerdo –murmuró Mario suspirando.

–Ahora tengo que ir a comer, me espera una tarde bastante dura.

–Muchas gracias, doctor.

–No se merecen –dijo el médico antes de despedirse e irse hacia su estudio.

Mario Mazza se había tranquilizado después de haber escuchado las palabras del doctor Parri: eran positivas, optimistas y esperanzadoras.

Todavía no había terminado el horario permitido para las visitas a los pacientes, por lo que decidió permanecer un poco más para ver a su hermano.

Mientras salía del hospital sintió el corazón más ligero: era optimista porque sabía que Luigi sanaría. Dos semanas, más o menos, haciendo lo que decían los médicos. Habían pasado casi seis días, así que no faltaba mucho.

Se fue a casa, con el frío que lo oprimía y un viento gélido que lo envolvía, preparó algo de comer y se quedó dormido delante del televisor mientras se transmitía una película de vaqueros en la televisión.

Coma

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