Читать книгу Con estos ojos míos - Francisco Mondino - Страница 12

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Me pongo el sombrero y salgo a ver la parrilla, ubicada del otro lado de la acequia, a un costado de la casa. En el reparto de tareas que negociamos, me tocaba el fuego para el asado, el asado y la lectura de un cuento antes de dormir. La parrilla está limpia. Los moradores que nos precedieron nos dejaron una bolsa con carbón y algunos leños. Suficiente para cumplir con la primera de mis cuotas.

Detrás de la parrilla, una barranca suave conduce a un terreno en el que ya no hay césped y un conjunto de pinos añosos sembró una alfombra despareja de ramas y piñas secas. Mientras junto pequeñas ramas para iniciar el fuego, una diversidad de cantos me llega desde las copas de los árboles y se mezclan con el murmullo del agua corriendo por la acequia. Viene Ana comiendo un tomate. Me convida. Acepto. Me pregunta qué libro traje para leerle a la siesta.

Las ciudades invisibles —digo—, de Italo Calvino.

—¿De qué trata?

—De relatos que Marco Polo le hace al Gran Kan, emperador de los tártaros, describiéndole ciudades que ha conocido en sus viajes.

—Creo que me va a gustar.

—Yo estoy seguro, pero a cambio me gustaría que me empieces a contar cómo se llaman las cosas.

—¿Qué cosas?

—Las que hay aquí, los árboles, los pájaros, las flores. ¿Para qué traje, si no, una profesora de Geografía?

—Las clases no están dentro del acuerdo.

Apoyo en el piso las ramitas que junté, la tomo por la cintura y la beso.

—¿Este es de los besos que se compran o de los besos que se dan? —pregunta.

—Es de los que se venden a dos clases cada beso —contesto.

—Querrás decir dos besos cada clase.

—No señora. Por dos besos debe haber una docena de profesoras de Geografía que me llevarían al cañón del Colorado a darme clases in situ.

—Eso no te lo recomiendo, salvo que mueras por conocer el cañón del Colorado.

Con estos ojos míos

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