Читать книгу Con estos ojos míos - Francisco Mondino - Страница 21
ОглавлениеDespierto de la siesta. Me levanto y voy al baño descalzo. Ana se tapó con la sábana y duerme. Salgo del baño y del cuarto sin despertarla. Apoyo los pies sobre la tierra fresca por la humedad que le dejó una lluvia fugaz. El cielo se está abriendo.
Veo a Sofía detrás del aguaribay. Me saluda y me pregunta si alguna vez estuve en el laberinto de cañas. Antes de contestar con otra pregunta, descubro que el laberinto de cañas es un espacio de forma irregular, de no más de tres metros cuadrados, en el que ha crecido un pequeño cañaveral. Cañas de dos metros como mínimo y separadas entre sí por distancias variables, pero que nunca superan los cincuenta centímetros. Las más altas se arquean y las puntas terminan confundiéndose con el follaje del árbol.
—Nunca estuve —respondo—. ¿Puedo ir?
—Claro. Este laberinto no tiene dueño.
Cuando llego junto a ella, casi en el centro del cañaveral, señala al piso y me dice:
—Mirá, una arañita.
—Es muy chiquita —digo.
—Sí, no sé cómo hice para verla.
—Debe de ser que tenés muy buena vista.
—Sí. Cuando era más chica —cuenta— jugaba con mi hermano a encontrar hormigas llevando hojitas verdes y siempre le ganaba. No sé cómo hacía.
—A lo mejor tu hermano no tiene tan buena vista.
—No sé. ¿A vos de chico te llevaban al...?, ¿cómo se llama el médico que te revisa los ojos?
—El oculista.
—Eso, el oculista. A mí me llevaron una sola vez y las letras muy chiquitas no las veía muy bien.
—Sí —digo—, de chico me llevaban y me iba bien. De grande empecé a ir solo y ya no me fue tan bien. Ahora uso lentes de contacto.
—¿En serio? ¿A ver?
Me acerco y abro grande los ojos tratando de no parpadear.
—Sí, ya me doy cuenta —dice sin dejar de mirar, como un médico que por fin ha llegado al diagnóstico. Finalmente parpadea y me cuenta que a ella le gusta tocarse los ojos porque están como mojados.
—Húmedos —digo.
—Sí, húmedos.
Se escucha la voz de Lidia llamando a Sofía desde su bungalow.
—Ahí voy —dice, y sale corriendo. Yo sigo sus pasos, cruzo la acequia y regreso a mi puerta. Entro.
—Quiero mate —dice Ana desde el borde de la sábana.
Me cuenta que a la mañana estuvo charlando con Lidia y averiguó algunas cosas. Lidia es viuda. Sofía vive con los padres y un hermanito, y este es el segundo año que se viene de vacaciones con ella. Yo le cuento que también averigüé algunos secretos de familia mientras charlaba con Sofía en el laberinto de cañas.
—¿Qué es el laberinto de cañas?
Se lo señalo. Le cuento que averigüé que Sofía juega con su hermanito a ver quién encuentra primero hormigas llevando hojitas verdes. Ella siempre gana, pero no sabe cómo hace.
—¿Y cómo hicieron para salir del laberinto?
—Es un secreto que solo se puede develar a la hora de la siesta.