Читать книгу Con estos ojos míos - Francisco Mondino - Страница 6

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Me despierta el balanceo del micro al cambiar de carril para pasar un camión. Ana duerme. Acerco el reloj a los ojos para intentar ver la hora en la penumbra. Dos y media. Llevamos seis horas de viaje. Del otro lado del pasillo, en un asiento individual, veo la silueta difusa de una mujer con la cabeza inclinada hacia la ventanilla. Miro a Ana. Me pregunto por qué nunca le saqué una foto durmiendo. Le miro los párpados, el detalle de las cejas, la leve crispación de los labios que no alcanzan a separarse. Inclino la cabeza hacia el pasillo. En el ventanal del frente del micro, la oscuridad del camino solo se interrumpe cuando muy cada tanto, aparece en el horizonte incierto la luz de unos faros como brotada de la nada. Ana se despierta. «Quiero pis», dice, y se inclina a buscar algo en su bolso. Saca un rollo de papel higiénico. Me levanto para que pase. Vuelvo a mirar hacia el ventanal del frente antes de sentarme. Ana regresa, pero en vez de sentarse, me dice «Ya vuelvo» y sigue de largo camino de la escalera. «Fui a avisarles a los choferes —dice de vuelta en su asiento—, que tienen que limpiar el baño porque alguien tiró un algodón con sangre y quedó tapado». Trato de dormir. Vuelvo a mirar el reloj cuando faltan diez minutos para las cinco. Todavía es noche cerrada. Ana duerme acurrucada debajo de la manta. Voy al baño. Las luces lejanas de un pequeño pueblo saltan, al ritmo del traqueteo del micro, en el vidrio sucio de la pequeña ventana circular. No veo ningún algodón manchado de sangre. Hago correr el agua y salgo. En un par de horas habrá amanecido. Para ese entonces estaremos llegando a San Marcos. También habrá llegado el tiempo de esperar a un tal Aribarren.

Con estos ojos míos

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