Читать книгу Con estos ojos míos - Francisco Mondino - Страница 13

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Era sábado a la tarde. Habíamos almorzado temprano en mi departamento con la idea de dormir una siesta corta para después ir al cine. La lluvia, al despertar de la siesta, nos hizo revisar el plan. El cuerpo nos venía pidiendo que ampliáramos el período de tiempo que separaba una batalla amorosa de otra. Ana dijo que tenía ganas de comer fruta. Me ofrecí a salir a comprar si a cambio preparaba un mate.

—Tengo algo para mostrarte —dije mientras buscaba el exprimidor para hacer un jugo de naranjas—. No es demasiado excitante, pero puede ayudarnos a pasar un rato mientras esperamos que pare la lluvia.

—Me parece bien —dijo Ana—, siempre y cuando no haya que volver a la cama.

Todo lo que llevaba puesto era la bombacha y una camisa mía desabrochada que le llegaba a la mitad de los muslos y que había arremangado hasta dejar los codos descubiertos.

—No es necesario volver a la cama —dije.

Fui al dormitorio y de la parte alta del placard bajé un sobre. Lo puse sobre la mesa. Me pasó un mate y me preguntó si podía abrirlo. Le dije que no.

—No sé si ya te lo conté —empecé—, pero yo tuve cámara de fotos desde chico. Creo que andaba por los once cuando saqué las primeras fotos, con una Kodak Fiesta. Desde entonces he sacado miles de fotos. Cierta vez, en agosto del 77, después de una separación traumática, decidí empezar una terapia. En la tercera o cuarta sesión, tal vez porque para esquivar el bulto hablaba más de fotografía que de mi separación y de mi vida, la psicóloga me propuso como tarea que para la sesión siguiente eligiera entre cinco y siete fotos que resumieran la historia de mi vida.

—¿Y esas fotos están en este sobre? —dijo Ana levantando apenas la solapa e inclinando la cabeza para espiar. Le corrí la mano, apoyé mi palma en el sobre y le dije que ahora había algunas más.

Con estos ojos míos

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