Читать книгу Con estos ojos míos - Francisco Mondino - Страница 9
ОглавлениеUna semana después de aquella fiesta en lo de Omar, volvía a casa haciendo un esfuerzo por recordar qué había en la heladera. Hasta donde me daba la memoria, dos salchichas, cinco rodajas de pan lactal y tres huevos. Al encender la luz, me prometí no pasar del día siguiente sin reponer al menos una de las dos lámparas quemadas de la araña que iluminaba el living. Sonó el teléfono. Era mi mamá. Por aquel entonces necesitaba escuchar mi voz todos los días para asegurarse que no me había suicidado y para averiguar si no había iniciado algún acercamiento con mi exmujer. «Te escucho mejor», dijo. Contesté que me alegraba y que iba a estar mucho mejor todavía cuando pudiera cenar. Preguntó si iba a cenar solo. Sí, solo, dije y nos despedimos. Estaba a punto de abrir la heladera cuando volvió a sonar el teléfono.
—Hola, ¿Manuel?
—Sí, ¿quién habla?
—No sé si te acordarás. Soy Ana. Nos conocimos en el cumpleaños de Omar.
—Claro que me acuerdo. ¿Cómo estás?
—Bien. ¿Y vos?
—Bien también. Y ahora gratamente sorprendido.
—Preguntándote por el motivo de mi llamado.
—Supongo que el motivo es que estás necesitando un fotógrafo.
—No exactamente.
—¿Y entonces?
—Me regalaron dos invitaciones para ir mañana a ver una obra de teatro. Y después de pensar un rato con quién quisiera ir, el elegido fuiste vos.
Me tomé un silencio para responder.
—Hola —dijo—. ¿Estás ahí?
—Sí, acá estoy, disculpame, es que estoy un poco sorprendido porque nunca había ganado un concurso de este tipo. Pero sí, claro, me encantaría.
Quedamos en encontrarnos a las ocho en La Ópera de Corrientes y Callao.
Cuando por fin pude abrir la heladera, descubrí que lo novedoso eran unos lamparones verdes en las rodajas de pan lactal. Por suerte quedaba media botella de vino. Busqué la copa que usaba cuando tenía algún motivo para festejar en soledad. La llené hasta la mitad y fui a desparramarme en el sillón que me había prestado Omar cuando tuve que amueblar de apuro mi nueva casa. Tomé de a sorbos pequeños mientras evocaba los pechos generosos, los ojos color de miel. Busqué una referencia para medir cuánto eran ocho años. Yo había usado cuatro para casarme y divorciarme. Ahí había una medida. A mi ritmo ocho años eran dos casamientos y dos divorcios. Terminé el vino que quedaba en el vaso y me comí de postre las dos salchichas frías.