Читать книгу Con estos ojos míos - Francisco Mondino - Страница 15
ОглавлениеA la sombra del aguaribay y al borde de la acequia está la mesa, una tabla de algarrobo abulonada a dos troncos torneados clavados en la tierra. A cada costado de la mesa un banco, también de algarrobo y con idéntica construcción. Ya sobre el final del asado, mientras empapo el último trozo de pan en el jugo que quedó en el fondo de la ensaladera, veo llegar a Simba con paso apurado.
—¿Qué dice ese perrito bonito? —dice Ana.
Simba apoya las dos manos en el banco de ella y mira sobre la mesa. Le da un hueso. Cruza la acequia y se desparrama en el césped a disfrutarlo.
Mientras comemos la fruta me dice que va a querer dormirse escuchando un cuento.
Las ciudades y el deseo.
Hacia allá, después de seis días y seis noches, el hombre llega a Zobeida, ciudad blanca, bien expuesta a la luna, con calles que giran sobre sí mismas como en ovillo. Esto se cuenta de su fundación: hombres de naciones diversas tuvieron un sueño igual, vieron una mujer que corría de noche por una ciudad desconocida, de espalda, con el pelo largo, y estaba desnuda. Soñaron que la seguían. A fuerza de vueltas todos la perdieron. Después del sueño buscaron aquella ciudad; no la encontraron pero se encontraron ellos; decidieron construir una ciudad como en el sueño. En la disposición de las calles cada uno rehízo el recorrido de su persecución; en el punto donde había perdido las huellas de la fugitiva ordenó de otra manera que en el sueño los espacios y los muros, de modo que no pudiera escapársele más...