Читать книгу Con estos ojos míos - Francisco Mondino - Страница 8

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Termino de apoyar el último bolso sobre la calle de tierra. Una nube de polvo se levanta desde el piso y se disipa en el aire diáfano de la mañana. Es domingo. El chofer del colectivo me mira. Le digo «Gracias». Me dice que no tengo porqué y arranca. Estamos en una esquina de la plaza. Hacia la izquierda, la iglesia. En el campanario hay cuatro números pintados en negro sobre el frente amarillento: 1734.

—Aribarren dijo «dos cuadras y media» —dice Ana.

Me cuelgo el bolso con el equipo de fotografía, con la mano izquierda levanto el bolso de mano y con la derecha la valija más chica. Ella lleva la heladerita, la matera y la valija grande, que tiene rueditas.

Nos recibe Aurora, una señora de unos sesenta años, de no más de un metro cincuenta de estatura. Nos mira a los ojos sin levantar la cabeza, solo levanta la vista. Ana le dice que venimos de parte de Pedro Aribarren.

—Sí —dice Aurora—. Me avisó que iban a venir unos amigos suyos de Buenos Aires. Creo que él viene para el fin de semana. Ya los acompaño.

Nos conduce por un sendero verde, esquivando árboles que desparraman una sombra generosa sobre el césped bien cuidado. Llegamos tras recorrer unos cincuenta metros. Desde afuera, parece una de esas casas que dibujábamos de niños con techo a dos aguas y ladrillos a la vista. La diferencia es que estas son dos casas, una por cada agua. La nuestra es la de la derecha. Entramos a un cuarto cuadrado ocupado por la cama, una mesa redonda y dos sillas blancas haciendo juego. Sobre la cama, en el lugar de la pared donde mis padres tenían una imagen del Sagrado Corazón y yo en mi primera casa de soltero un poema de César Vallejo, una pintura donde un florero antiguo contiene un ramo apretado de rosas blancas y amarillas. En la esquina opuesta a la puerta, una pequeña mesada empotrada, sobre la mesada un anafe y una vajilla con lo indispensable para dos. A la izquierda de la mesada, también empotrado, el guardarropa, compuesto por una cajonera de tres cajones y un hueco con un caño en la parte superior que sostiene algunas perchas de plástico y otras de madera. Junto al guardarropa la entrada al baño y sobre la pared enfrentada al baño un póster en el que Mickey Mouse y su novia Minnie, consumen un helado sentados a una mesa con sombrilla.

Aurora nos dice que si nos interesa podemos contratar una chica para la limpieza y que cualquier cosa que necesitemos no tenemos más que pedírselo. Trato de descubrir a qué huele mi nuevo hogar para los próximos días. No me doy cuenta y le pregunto a Aurora. Me dice que es un incienso que fabrica un muchacho del pueblo con yuyos de la quebrada. Finalmente le entrega la llave a Ana.

—Que lo disfruten —dice.

Una vez que se ha ido, hago girar la perilla del ventilador de techo para verificar si funciona.

Con estos ojos míos

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