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d) La «redacción» pisistrática

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Desde el siglo I a. C., quizá como manifestaciones de una teoría formulada por primera vez en la escuela de Pérgamo durante el siglo II a. C. a partir de las noticias dispersas acerca de la regla ateniense de las Panateneas y de las interpolaciones puntuales atribuidas a Pisístrato o a Solón, algunas fuentes hablan de una supuesta redacción de los poemas homéricos en época de Pisístrato. El testimonio capital procede de Cicerón, De orat. III 34, 137, que afirma: ‘según se dice, Pisístrato fue el primero que dispuso los libros de Homero, con anterioridad confusos, como ahora los tenemos’. Otros testimonios que hablan de la supuesta redacción pisistrática aparecen en AP XI 442, epigrama citado en las Vidas homéricas IV 11 ss. y V 29 ss.; schol. B a Ilíada X 1; Suidas, s.v. Homero, 40 ss. Allen; y Eliano, Var. hist. XIII 14.

Se ha sugerido que el origen de la teoría hay que buscarlo en la polémica de las escuelas de Pérgamo y Alejandría durante el siglo II a. C.; como réplica a Aristarco, que defendía que Homero era ateniense (cf. Vita II 13, V 7 s. Allen), los filólogos de Pérgamo habrían desarrollado la teoría de la redacción pisistrática. Esta teoría ha tenido una importancia decisiva en el desarrollo de la cuestión homérica en época moderna a partir de los Prolegomena ad Homerum, de F. A. Wolf, publicados en 1795, libro del que hay traducción inglesa, Princeton, 1985 (acerca del cual, cf. R. Pfeiffer, History of classical scholarship. From 1300 to 1850, Oxford, 1976, trad. esp., Madrid, 1981, 287 ss.), y que ha contribuido a reforzar la desconfianza en la propia existencia de Homero. En general, el uso de los testimonios precedentes se ha combinado con el que proporciona el escrito apologético de Josefo, Contra Apión, que en I 2, 12, a propósito de la superioridad de la literatura hebrea sobre la griega, indica: «Dicen que Homero ni siquiera dejó sus poemas por escrito, sino que se transmitieron de memoria y más tarde fueron compuestos a partir de las canciones». Como apoyo de estos testimonios, se aduce el desconocimiento de la escritura en los poemas homéricos, sólo mencionada en VI 169 (cf. además schol. A a VI 169 y a VII 175). Igualmente, las apariciones de los aedos de la Odisea (cf. supra, § 1) son una clara muestra de que los poemas épicos estaban destinados a ser difundidos de manera oral, no escrita.

Con estas piezas se podría componer un cuadro muy distinto del que en conjunto ofrecen las fuentes antiguas. Homero, una sombra en esta concepción, habría compuesto en fecha anterior a la adaptación del silabario fenicio para la notación del griego y habría destinado sus poemas a la difusión oral. En el curso de esta tradición se habrían producido múltiples añadidos y modificaciones que habrían desfigurado el original, hasta que finalmente fueron puestos por escrito en la época de Pisístrato. De todo ello resultaría un cuadro sensiblemente diferente del que en conjunto transmite la Antigüedad, que nunca dudó de la realidad histórica de Homero, y de la unidad artística y la alta calidad de los poemas épicos conservados bajo su nombre.

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