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LOS CAMBIOS EN LA CONCEPCIÓN DEL SÍNTOMA

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Al título de Lacan, Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, le falta una instancia esencial, la instancia de la letra. En el lenguaje no existe sólo la palabra, sino también la escritura como aquello que, en el campo del lenguaje, concierne al signo en tanto que tiene efectos de sentido gozado y producción de goce. Por esta razón, no basta con tomar el síntoma como mensaje; mientras haya goce en el síntoma, hay que tomarlo como una letra. El síntoma no se articula simplemente como la función de la palabra, sino con el proceso de una escritura. Desde este punto de vista, puede constatarse con sorpresa que Lacan dijo muy pronto –ya en los años cincuenta, aunque sin desarrollarloque el síntoma está articulado en un proceso de escritura.

Esto tiene consecuencias de mucho peso en la definición común de síntoma –definición de la que soy responsable–, porque cambia esta definición y nos obliga a integrar en ella al goce fantasmático. En el síntoma hay, como escritura, goce. Siempre hay conexión entre la problemática del síntoma y la problemática de la escritura, por eso Lacan toma el ejemplo de James Joyce.

Lo que cambia es la posición del Otro. Cuando uno entra en el campo del lenguaje desde el punto de vista del sentido, esto tiene enseguida relación con el Otro como sentido del Otro. Pero, cuando uno entra en el campo del lenguaje por la escritura, considerada goce a partir de la letra, ya no hay relación con el Otro. Cuando se trata del sentido se trata siempre del deseo –del Otro del sentido del deseo–. Con el goce no sucede lo mismo. El goce es autista. Esto explica que en Lacan va desapareciendo la referencia al Otro.

No sé si esto va a derruir demasiadas concepciones en poco tiempo: en París, donde estoy ahora en la clase número dieciocho del curso, no lo he dicho así.

Si bien es verdad que puede decirse que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, en tanto que podemos considerarlo a partir del S1, no podemos decir inmediatamente que el inconsciente es el discurso del Otro. Y Lacan hace esta distinción. El discurso del Otro puede transformarse a través de la experiencia analítica. El inconsciente, como lenguaje, no habla a cualquiera. El acento no debe ponerse en el hecho de que el inconsciente hable sino en el hecho de que el inconsciente cuenta, y en ese hecho repite el Uno y nada más que el Uno. El inconsciente cuenta y cifra.

¿Cuál es el valor de la cifra? Parece un modo de significante, pero es el significante no considerado por sus efectos de sentido; la cifra está del lado de la letra y no del significante. Con esta nueva perspectiva podemos aceptar una nueva definición del síntoma, no a partir del Otro, como mensaje dirigido al Otro y que se trata de interpretar, sino del síntoma como un modo de gozar del inconsciente –definición de Lacan en su seminario «RSI»–. Es sorprendente ver que esta definición implica al inconsciente en tanto que el sujeto lo determina; implica al inconsciente a partir del significante amo.

Y aquí, en efecto, la pareja lógica (S1, a), para la que he propuesto la palabra «insignia», puede denominarse como el propio síntoma, que es esa conexión entre el goce y el significante amo. Lo cual es muy distinto de decir que gozar es siempre «gozar del cuerpo» –más que del cuerpo, hay que traducir «gozar de la carne»–.

En el seminario «Aún», Lacan dice que hay sólo un gozar de la carne. Se necesita un cuerpo vivo para gozar. Dos años después dice lo contrario, porque ha problematizado el gozar del Uno del inconsciente.

Esto cambia muchas de las consideraciones que podemos hacer sobre la experiencia analítica misma y sobre la interpretación. Podemos decir entonces que no hay una exclusión entre palabra y escritura. Por el contrario, desde el lado del analista la interpretación es siempre referencia a lo escrito dentro de la palabra. ¿Qué es si no el equívoco con el que jugamos en la interpretación? El equívoco implica la escritura. Sólo hay equívoco por el hecho de que el mismo sonido puede escribirse de maneras diferentes. Dentro de la palabra misma hay una referencia a la escritura; precisamente, cuando se da esta operación, es cuando aparece el sentido gozado.

Es lo que plantea la última enseñanza de Lacan. ¿Cómo, utilizando la escritura, puede interpretarse y al mismo tiempo –ya sea en la escritura matemática, en la caligrafía japonesa o en la escritura de Joyce– sustraerse a los artificios del inconsciente, a sus efectos de sentido? Con Joyce, la literatura ya no parece un discurso sino que permanece como un lenguaje. Son los primeros pasos de un desarrollo hasta poder definir de forma estricta la función del síntoma, función correlativa del inconsciente que implica que el goce no tiene otro lugar que el ciframiento. Todo desciframiento es un ciframiento. No hay algo contrario al ciframiento porque es siempre sustituir una cifra por otra.

La cuestión es saber qué puede poner un límite al desciframiento infinito. Conocemos ahora este problema, cuando vemos que la experiencia analítica se eterniza porque el sujeto la acepta como un nuevo modo de gozar del inconsciente. Es, en cierto modo, la destrucción desde el interior de la experiencia.

Se formula entonces un nuevo problema. ¿Cómo es posible gozar del inconsciente en la experiencia analítica? La respuesta de Lacan –que ahora debemos elaborar– fue la identificación con el síntoma.

Introducción a la clínica lacaniana

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