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LA FORMACIÓN DE LOS ANALISTAS Y SU SALUD MENTAL
ОглавлениеEn todo esto, el estado de derecho es indispensable para el psicoanálisis. No puede haber uno sin el otro, o hay psicoanálisis clandestinamente, como Jean Pierre Klotz nos ha explicado recientemente al volver de la Unión Soviética. A medida que ese gran país se transforma en estado de derecho puede entrar el psicoanálisis. Puede verse la conexión: el psicoanálisis entra al mismo tiempo que los derechos humanos. Porque hay que tener el derecho de callarse, no puede psicoanalizarse donde sólo existe el derecho de hablar, y el deber, además.
Para continuar en esta línea, se necesita que el analista, por su propia salud mental, haya sido curado del sentimiento de culpa. Es peligroso, de otro modo, dirigirse a un analista. La formación de los analistas podría resumirse, entonces, en curarlos del sentimiento de culpa.
Es peligroso, por tanto, porque la formación de los analistas está cercana a la formación de canallas, y por eso hay que distinguir: hay que curarlos del sentimiento de culpa en tanto que dirigen la cura y al mismo tiempo, y es lo más difícil, no curarlos de ello en tanto que sujetos. De manera que se trata de curarlos en la función de analistas para reforzarlos, sin embargo, como sujetos. Hemos escuchado a Lacan en su seminario quejarse, por ejemplo, de la exigencia de su superyó. Hay que pensar, además, que Lacan tenía que pagar sus deudas, tenía que hacerse perdonar el hecho de habernos abierto las puertas del psicoanálisis a nosotros. Y lo pagó con un trabajo teórico.
La reacción terapéutica negativa, según una expresión freudiana que no me parece muy feliz, tiene como objetivo precisamente pasarle la culpa al analista: «Usted no me puede curar», es decir, desplazar la culpa al Otro. La castración, impensable en el puro real, no tiene sentido sino para el sujeto de derecho, para el sujeto que puede decir «Tengo derecho a». Y esto constituía, para Freud, la roca de la experiencia analítica.
Para explicarlo en términos de mercado, es como si el sujeto tuviera un cheque al portador que no puede ingresar en caja. Ese cheque al portador es lo que se llama el falo, y muy precisamente el falo como símbolo, el fundamento mismo de la queja en psicoanálisis: «Tengo derecho a algo que no puedo cobrar». Es decir, que el sujeto llega siempre al análisis como un cobrador, y el psicoanalista es el cajero: «Explíqueme qué cheque al portador tiene usted». Y el resultado al final es al revés: es el cobrador quien termina pagando, y únicamente por haber presentado el cheque al cajero ya que este lo único que hace es discutirlo. En esto el psicoanálisis puede parecer una estafa, y puede ponerse en duda si tenemos la salud mental suficiente como para jugar a ese juego.
La castración, el propio concepto freudiano, sería impensable si no se tratara de un derecho al falo, tanto en el caso de un hombre como en el de una mujer. Es, incluso, más difícil del lado masculino por ser portador del órgano. Sabemos –y éste es el otro secreto del psicoanálisis, un secreto a voces– que el cheque nunca entrará en caja porque la caja está siempre de la otra parte. Ésta es la castración imaginaria: a pesar de tener el cheque al portador, uno siempre tiene la bolsa vacía.
La verdad es que se trata de un cheque tal que, para cobrarlo, no hay en el horizonte otra solución que ocupar el lugar del analista, es decir, transformarse en cajero. Los analistas son, según eso, los desesperados del cheque al portador, aquellos que han abandonado la idea de cobrarlo; con el resultado paradójico de que tienen la bolsa llena. Lo cual pone en evidencia que el sujeto de la castración es el sujeto de derecho, aquel que tiene que descubrir que su cheque al portador, el que cada uno tiene, es imposible de cobrar. A veces hay que intentarlo con varios analistas para estar seguros de que ninguno va a pagar el cheque. En eso, en tanto que sujeto de derecho es también sujeto de deber, es decir que obedecen a la orden: «Tú debes cobrar». Lo que se traduce en términos de goce, se trata de cobrar el goce. Y lo que se descubre es que sólo presentando el cheque ya se goza bastante, es decir, que ya se goza con las palabras al presentarlo.
Y es lo que causa risa de la salud mental porque se trata, en ella, de la perturbación estructural de lo físico, lo mental y lo social. Según la OMS se trata de: «Estar completos en lo físico, lo mental y lo social». Esta, como ha señalado Hebe Tizio, es la voz dulce del imperativo imposible. Es una fórmula del superyó moderno, muy bien descrito, porque están presentes los tres términos: físico, mental y social. Y hace ver que lo mental efectivamente es un órgano y que no está reservado a la humanidad. Existe lo mental en el ser vivo desde el momento en que hay sentidos, desde que hay un aparato sensorial.
Los animales también tienen una mente que completa necesariamente lo físico del ser viviente. Esa mente –ver, pensar y recordar– les permite vivir en su ambiente; de manera que lo mental es un órgano necesario para la adecuación de lo físico al mundo. Sabemos ahora mucho más sobre la mente como órgano, porque la bioquímica del cerebro se ha desarrollado y, además, el conductismo permite comprobar que, por ejemplo, en las ratas y las palomas lo mental es un órgano útil para la vida, es una guía de vida. La rata es parte de un todo, por lo que Lacan puede decir que el organismo va mucho más allá de los límites del cuerpo individual. El organismo es el propio organismo –con el aspecto mental y físico– más su mundo.