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RECAPITULACIÓN

Entró en comisaría de muy mal humor. Ayer por la mañana le llamó el comisario jefe dando evidentes muestras de nerviosismo. Le había llamado el Gobernador Civil, y a este el Secretario de Interior, cada cual echando todos los demonios contra su inmediato inferior responsable. Le dio veinticuatro horas para presentar un informe de los avances conseguidos sobre el caso del muchacho muerto.

Pero no tenía nada, nada fiable. Reunió al equipo en la sala de juntas. Ramón y Alberto entraron riéndose con un refresco en la mano.

—¿Se puede saber qué es lo que os hace tanta gracia? Ayer os pasasteis cuatro pueblos en los interrogatorios de los tres estudiantes. Habéis dejado al chico tan cubierto de moratones que parece un cofrade de Semana Santa. Ahora viajan camino de Madrid, y seguro que allí nos ponen a parir. Hasta para dar ostias hay que ser cuidadosos y no llamar mucho la atención.

—Bueno, jefe, tampoco lo hemos hecho tan mal. Al único que dimos un poco de estopa es al chico, al tal José. Con las chicas no ha sido necesario. Solo cuatro bofetadas. Estaban muertas de miedo. Las dos han confesado. Una de las chicas le provocó y el chico le estampó el ladrillazo en todo lo alto. Y fue por discrepancias políticas. Además, con esto hemos desarticulado una célula comunista muy violenta en la Universidad.

—Estos suelen ser muchas veces hijos de familias influyentes y yo no voy a dar la cara por vosotros. Así que, si os preguntan, lo negaréis todo. Yo os guardaré las espaldas en lo que pueda. ¿Entendido? Los de la BPS (Brigada Político-Social) ya nos los han reclamado, y posiblemente querrán investigar mejor lo que parece ser una célula de base de la LCR. Querrán ver conexiones, responsables, coordinadores, y todo el aparato. Así que es posible que nos estén dando la tabarra una buena temporada. Y más con el ambiente agitado que hay en la universidad estos últimos meses.

Entraron Pepe y Julián. Nada más entrar, Julián preguntó:

—¿Es cierto que violasteis a una de las chicas?

—Julián, ¿Son esas maneras de entrar en los sitios? Primero se dice buenos días, y luego se espera a que el que dirige la reunión plantee el orden del día. Y no, nadie violó a nadie. Eso es un delito muy grave, y más en un subinspector de policía. Así que lo único que hicieron Ramón y Alberto fue amenazarles con una somanta de ostias, y, solo con eso y paciencia, consiguieron que los muchachos cantaran la Traviata.

—Perdón, inspector, es que no me imaginaba yo a Ramón y Alberto con tanta sutileza en un interrogatorio.

—Pues es lo que dirás a cualquier chismoso de la comisaría que te pregunte. Y tú, Pepe, cuando dejes esa sonrisa bobalicona, ¿tienes alguna pregunta interesante que hacer sobre este tema, o pasamos a otra cosa?

El inspector comenzó el análisis de la situación y los ánimos se serenaron.

—La autopsia y el examen del cadáver no revelan gran cosa. El cadáver tenía una tasa de alcohol en sangre muy alta. En el pene había algo de líquido lubricante, que se segrega cuando se ha estado un tiempo sometido a una excitación sexual. No había restos de fluidos vaginales ni trazas de semen. La región anal no estaba irritada.

La herida de la cabeza era la causa de su muerte inmediata. En la herida, había restos del ladrillo, que debería considerarse el arma del crimen. El ladrillo tenía restos de pelos y de sangre por el tremendo golpe. La herida era una herida inciso-contusa que había provocado la fractura del hueso parietal y había penetrado en la masa encefálica. Era una herida, por tanto, mortal de necesidad, que había provocado posiblemente la muerte instantánea. La víctima no tenía ninguna otra lesión, señal o marca de violencia. La muerte debió producirse hacia la una de la madrugada, media hora arriba o abajo.

Alrededor, ningún hallazgo relevante. Era una auténtica escombrera en el que convivían bolsas de basura, material de derribo, condones usados y todas las porquerías que pueda imaginar el cerebro humano. Era un descampado, al final del barrio, con casas bajas ocupadas por familias gitanas. Vamos, un sitio muy romántico. La cuestión es que nadie vio nada, o si vieron algo, no quieren saber nada. Lo más cercano al lugar es un pub cochambroso. Se preguntó al camarero si había visto algo, pero no sabía absolutamente nada. Había una pareja, no sabe si llegaron juntos o separados, no se acuerda nada de ellos, no se acuerda de sus caras, ni de sus ropas, ni si eran jóvenes o viejos, ni qué tomaron, ni si pagaron o se marcharon sin pagar. Estaba colocado, nos imaginamos que desde hacía meses. Y por lo que le costaba enterarse de nada, creo que decía la verdad.

¿Se os ocurre alguna pregunta, o pasamos al siguiente punto?

—Ninguna pregunta, señor inspector.

—Pepe, dinos qué encontrasteis en el registro del piso.

—Bueno, el piso era un verdadero basurero, lo que estamos acostumbrados a ver en muchos pisos de estudiantes. En la terraza interior, un acúmulo de bolsas de basura que apestaba de una manera increíble. En la cocina, el fregadero lleno de platos, vasos y cubiertos sin fregar desde hacía una eternidad. Y los vasos llenos de colillas. Los dos cuartos de baño, impracticables, Parecían los de la casa de Alberto cuando se separó de su mujer.

—¡A que te meto una ostia!

—Vale, vale, concentraos en el informe y dejaos de tonterías.

—Bueno, pues sigo. En el pasillo tenían una vietnamita. Casi había que tener cuidado al entrar para no llevársela por delante. En la habitación del tal Jose y su pareja, Mariana, una máquina de escribir con calcos para la vietnamita y un montón de panfletos listos para repartir, convocando una huelga de estudiantes y poniendo de paso a parir al PC. También había periódicos de la LCR e informes de la 4ª internacional comunista. Los mismos panfletos, periódicos y demás basura que había en las habitaciones de Laura y Pedro, además de libros subversivos, apuntes de sus estudios y algún libro de lectura. Fotografiamos todo, y lo metimos en unas cajas que ahora estarán de camino a Madrid junto con los detenidos.

En la habitación de Laura había una verdadera plantación de marihuana en un armario. Cinco plantas de un metro de alto, y una luz especial para el crecimiento de las plantas, con un sistema de poleas para ir subiendo las luces según iban creciendo.

En la cocina había hojas de marihuana, secadas en el horno, envueltas en papel de periódico. Cuando les preguntamos, nos dijeron que eran unas plantas de cáñamo sin los efectos de la maría. Estaría bueno que fuera así. Todo ha ido a la científica, por si se les puede imputar también un delito de cultivo, tenencia y tráfico de drogas. En cuanto a huellas dactilares, había tantas por todos los lados que no creo que sirvan de gran cosa. Por supuesto, se tomó una muestra de todas. Puede que algún pez entre gordo y flaco anduviera por ahí. Pero, en cuanto al crimen, no tenemos huellas con las que comparar, así que no podemos sacar ninguna conclusión

—Muy bien. Vamos con el interrogatorio a los tres sospechosos. Ramón.

—Lo primero que tengo que decir, es que su declaración es una basura que no hay por dónde cogerla. Eran unos pardillos asustados que firmaron todo lo que se les puso delante.

—Y ¡ojo! Sin ponerles una mano encima. Si hay denuncias, la versión oficial, y lo que yo le transmitiré al comisario, es que las lesiones se las hicieron entre ellos, para luego denunciarnos por torturas. Pero nosotros no les tocamos ni un solo pelo ¿Ha quedado claro? En este punto no admitiré preguntas.

—A sus órdenes, inspector. Bueno, por no aburrir, el interrogatorio fue muy bien, los tres estaban muy asustados, sobre todo las chicas, que firmaron todo lo del registro del piso, la propaganda comunista, lo de la marihuana, aunque dicen que es cáñamo. A partir de ahí, firmaron hasta lo del asesinato.

Con el chico, José, la cosa fue un poco peor, y hubo que ponerle las cosas en su sitio, pero al final firmó todo menos lo del asesinato. Pero tenemos la declaración firmada de las chicas, que le ayudaron y le vieron cometer el crimen.

Lo que más nos llamó la atención fue la sorpresa de los tres cuando les dijimos que había muerto Pedro. Primero no se lo creyeron. Luego les entró verdadero pánico. Pensaban que le habíamos detenido y lo habíamos matado. Por eso, es francamente improbable que lo mataran ellos, o alguien de su grupo. No tienen coartada. Afirman que pasaron juntos toda la tarde, hablando de política y tomando cerveza. Pero no les vio nadie, ni nadie se acercó al piso.

—Este caso es muy complejo. Tenemos a un estudiante de medicina, miembro con toda probabilidad de una célula comunista, que vivía en un piso de estudiantes con otros miembros de la misma célula, asesinado en las afueras de la ciudad, en una posición bastante indecorosa. A pesar de que nos conviene acusar por el momento a sus compañeros del crimen, eso no se sostendrá durante mucho tiempo. Ni tan siquiera sabían que la causa de la detención era esa.

Cuando se haga pública la muerte de Pedro, que, por cierto, era vasco, no se va a creer nadie nuestra versión de la autoría, así que nos enfrentaremos a manifestaciones, asambleas y huelgas, culpándonos a nosotros de la muerte de ese muchacho. Nosotros somos la brigada criminal, así que, mientras les tengan retenidos en la BPS de Madrid, posiblemente aplicándoles un aislamiento prolongado, vamos a tener un tiempo de calma para poder investigar más tranquilos. Pero no nos confiemos. Mañana vienen los padres de Pedro, por lo visto, acompañados de un par de abogados. Ya han solicitado por vía oficial una segunda autopsia. Les recibiré yo, y no quiero que aparezca nadie por aquí mientras hablo con ellos.

Poder y destino

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