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MARTES

Tenía unas ganas infinitas de hablar de ello, y, aunque tenía muy claro que no podía hacerlo directamente bajo ningún concepto, llamó a Carmen, a quien no veía desde hacía meses. Quedó con ella unos días después, el sábado, y se propuso no comentarle nada, pero no sabía si resistiría la tentación.

Carmen siempre la había admirado, necesitaba admirar a alguien cercano, y le había hecho su confidente. Sus consejos siempre le parecían perfectos, aunque Amalia no era pródiga en ellos. Prefería escuchar y hacer comentarios puntuales. Carmen le contaba todo, su relación con los chicos, cómo le iba en la facultad de filosofía y letras, sus inquietudes intelectuales, la literatura, la filosofía, incluso la política, aunque solo de manera especulativa, sin atreverse nunca a ninguna actividad relacionada. Tenía un pobre concepto de sí misma, y un verdadero pánico a exponerse al juicio de los demás. Solamente Amalia le escuchaba y le comprendía. Amalia sabía escuchar. Con ella, se sentía importante, comprendida y aceptada. Adoraba a Amalia. En alguna ocasión llegó a pensar si no sería lesbiana, pero no le atraía físicamente, aunque a veces había tenido que reprimir el deseo de besarle. Era más que nada una dependencia psicológica.

Poder y destino

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