Читать книгу Poder y destino - Javier González Sanzol - Страница 18
ОглавлениеDE LUNES
No se había encontrado con nadie conocido, y a las diez y media estaba en casa.
—¿Dónde has estado?
—Por ahí
—¿Con quién?
—Con gente
Y así sucesivamente. Su madre tenía sentido del humor, y se lo tomaba bien, sabía que no se debía preguntar esas cosas a una hija de casi treinta años, y menos aún si, como sospechaba, tenía algún proyecto de novio a la vista.
En ese momento llegaba su padre, con cara de pocos amigos.
—¿Qué tal, Pacheco? ¿Por qué traes esa cara, cariño? ¿No has tenido buen día?
—¿Buen día? Cualquier día de estos, pido un traslado a una oficina y me dedico a pegarme la gran vida rellenando papeles y haciendo DNIs y pasaportes. ¡Qué asco, tener que aguantar a esa gentuza prepotente!
—¿Te refieres a los padres del muchacho asesinado?
—A los mismos. Esperaba a los padres de Pedro a las diez de la mañana, como habían quedado por teléfono, pero no llegaron hasta las doce. El padre es un industrial muy conocido y muy bien relacionado, aunque, por lo que me he informado, está próximo al nacionalismo separatista. Venían acompañados de dos abogados y no me dieron ni los buenos días.
Me dijeron, así con esas palabras, que no habían venido a hacer amigos. Y los abogados sometiéndome a un interrogatorio como no hacemos ni nosotros. Que si murió en el curso de una investigación, que si eran él y sus compañeros de piso sospechosos de algo, que, si no, por qué habíamos detenido a sus compañeros. Pusieron todo en duda, insinuaron que las pruebas recogidas en el piso eran falsas, que su hijo no era de ningún partido, y menos de izquierdas, y así sucesivamente. Exigieron, ¡exigieron, como lo oyes!, el informe forense.
El comisario me había avisado que el comisario jefe le había avisado que el gobernador civil le había avisado que los tratáramos bien. Así que tenemos en perspectiva un informe forense alternativo, me imagino que claramente tendencioso. Y una movilización en las vascongadas y otra aquí, en la universidad. Esta última ya ha comenzado, ya sabes, policía asesina y libertad, amnistía y estatuto de autonomía. ¡Joder! ¡Qué ganas de tirar por la calle de en medio y hacerles callar de una vez por todas a golpe de fusil, como en el 36!
Amalia estaba muerta de risa en su interior.