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- capítulo siete -


—Hey, tranquilo —sonrió Joe, pero de manera perversa.

Su mirada se fijó en la mía y rápidamente su rostro cambió.

—Demonios, preciosa, ¿qué mierda te hicieron? —ignoró a mi compañero de cuarto y se acercó a mí rápidamente. Ashton lo observó confundido, al igual que yo, pero no dijo nada.

Joe se sentó en el colchón, rápidamente me corrí unos centímetros atrás. Él estaba claramente sorprendido por mi aspecto.

—Nada —contesté con un nudo en mi garganta. Ni siquiera sabía por qué le había contestado, pero el simple hecho de que Joe fuera hijo de Marcus Denovan ponía mi piel de gallina. Además, me perturbaba que fuese tan amable conmigo, al contrario de como se había comportado su padre.

—¡¿Nada?! —su voz subió de tono, luego volvió la cabeza hasta Ashton—. Ashton, ¿por qué demonios no interviniste? —le reclamó.

—Sabes que no puedo hacerlo —contestó él, imperturbable—. No te hagas la buena persona, Joe.

—No estoy haciéndome nada —contestó Joe con desagrado—. ¡Mira cómo han dejado a Alice! Claramente se les salió de control esta mierda.

—¿Salirse de control? —pregunté con ironía. Expulsé mis palabras sin darme cuenta, pero ya era demasiado tarde para detenerme. Joe me observó con confusión y Ashton cambió su mirada fijándose en mí, era completamente clara la señal que estaba enviándome de no seguir hablando, pero pues…— ¿Me dejaron así de golpeada y dices que se les ha salido de control? —El enojo lo sentí en mi rostro—. ¡Debiste haber pensado en eso cuando estaban asesinando a mi mejor amiga ahí afuera!

—Alice —la voz de Ashton me detuvo.

—No puedo hacer nada en contra de eso —expresó Joe con tristeza en sus ojos—. Mi padre está desquiciado y paranoico. Intenté detenerlo, pero fue imposible… Esa chica, Jamie… Los tenía a todos fuera de control.

No pude decir nada más, pero mi compañero de salón claro que sí.

—Vete de aquí —ordenó Ashton con la vena de su cuello comenzando a marcársele.

—No me iré —lo enfrentó Joe.

—Te vas por las buenas o te saco a patadas de aquí —continuó el agresivo Ashton, a quien no podía tenerle miedo.

Joe sonrió con grandeza, casi como si las palabras de Ashton le resbalaran por el cuerpo.

—¿Tú golpearme a mí? —preguntó con desdén.

Ashton resopló claramente fuera de sus casillas y se acercó lentamente a Joe. Se agachó frente a él y lo observó decidido. Su mirada se había quedado en una diferente, oscura y amenazante.

—Podrás ser el hijo de Denovan, pero no te aproveches, Joe —soltó—. Tú no me conoces y no tienes idea de lo que puedo hacer contigo. Me importa una mierda Marcus, me importas una mierda tú, pero si me obligas a matarte a patadas en las bolas, créeme que lo haré sin lugar a duda —le dijo amenazante—. No me vengas con tus juegos imbéciles aquí, Joe. Y si mandas a matarme con tu padre asegúrate de ser bien sutil…, porque no me iré al infierno dejándote vivo aquí.

Joe tragó saliva y se puso de pie. Lo vi alejarse, abrió la puerta y salió del salón dando un portazo casi como si hubiesen apretado su botón de escape.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté en un tono bajo.

—Nada —contestó él. Nuevamente, regresó a su estado anímico frío.

—¿Podríamos continuar hablando como dos personas normales? —pregunté. Luego esbocé una sonrisa que claramente no fue honesta. Él sonrió confundido al verme y sus facciones se relajaron.

—Actúas pésimo, no es una buena sonrisa. Es mejor tu cara de culo —me guiñó un ojo.

Creo que pasaron dos días exactos en donde no nos movimos del lugar a no ser que quisiéramos ir al baño. Con mi compañero de salón hablábamos lo justo, pero no lo necesario (y con necesario me refería a vías de escape), pero tampoco pretendía entablar una enfermiza amistad con él, pues jamás llegaríamos a ser algo así en otras circunstancias.

Mi cuerpo se encontraba mejor, incluso podía caminar por el cuarto y las heridas ya casi estaban sanas.

—¡Ashton! —escuchamos un grito detrás de la puerta y luego golpes provenientes de allí. Él se puso de pie y abrió. Por ahí se asomó un tipo que no había visto.

«¿Con cuántas personas trabajará Marcus Denovan?».

—¿Qué ocurre? —preguntó él completamente relajado, luego le dio un sorbo a su botella con agua.

—Empaca tus cosas, viajaremos.

Ashton se atragantó con el agua ocasionando tos.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste —confirmó el sujeto.

—¿Con ella igual? —preguntó Ashton sin comprender lo que estaba sucediendo.

—Sí, en una hora en el pastizal. Debemos salir de aquí porque corremos peligro de allanamiento —explicó.

—Está bien —contestó Ashton. Cerró la puerta y se quedó mirándome con un brillo de preocupación en sus ojos claros—. Nos vamos de aquí —informó, aunque sabía que había oído todo.

—¿Sabes a dónde pueden llevarnos?

—No.

Guardé silencio y él continuó hablándome.

—Por favor, no hagas estupideces.

—Estás hablando como si nunca fuésemos a regresar.

—Pues… Es muy probable —me miró confundido.

—No bromees, por favor —arrugué mi entrecejo con preocupación. Rápidamente mi cabeza viajó a los golpes que me habían proporcionado los sujetos del lugar y mi corazón comenzó a acelerarse aterrado de tan solo pensar que podía volver a repetirse—. Por favor, no dejes que me hagan daño, Ashton —le pedí en un tono de desesperación.

—Tranquila —posó su mano en mi hombro, rápidamente lo esquivé, pero él con paciencia volvió a ponerla encima de mi hombro. «¿Qué demonios pensaba?».

—Ashton. Ya vámonos —dije y él pareció despertar de sus pensamientos.

Él se movió unos centímetros atrás mirándome confundido.

—Sí. Nos vamos.

—Necesito ropa —bajé la voz observando que tenía puesta una camiseta de Ashton y mi ropa interior.

—Está bien, vamos al centro comercial a comprar —expresó.

—Estoy hablando en serio —gruñí.

Él se removió por el salón, buscó entre sus cosas y luego sacó la falda de mi escuela de su mochila.

—Esto es lo único que tengo de donde estábamos, ¿sirve? —preguntó y yo asentí—. Por supuesto que debe servir, no hay otra opción —continuó apático.

Pasaron minutos donde vi a Ashton ordenar su colchón, luego sus cosas en la mochila, hasta que se detuvo frente a mí con un semblante sereno, pero continuaba teniendo la sensación de que ocultaba muchísimas cosas detrás de ese rostro tan seco y frívolo.

Volvió a amarrar mis muñecas en mi espalda y caminamos juntos por el camino de tierra hasta que llegamos al pastizal. La sangre de Jamie seguía fundida con la tierra y la mala hierba, pero su cuerpo ya no se encontraba ahí. «¿Quién se habrá hecho cargo de ella?». Cada minuto que pasaba sentía que estaba dando pasos agigantados a mi perdición, pero comencé a respirar mejor cuando vi los rostros conocidos de mis compañeras, no todas, pero al menos Lía estaba ahí, quien me regaló una sonrisa triste. Me mantuve tranquila cuando me percaté de que su rostro seguía sin ningún rasguño.

De un momento a otro apareció Marcus Denovan allí y comenzó a darles órdenes a todos sus soldados. Ashton escuchó atento y luego me hizo caminar hasta un lugar cercano a un muro de más de tres metros de altura. Nos detuvimos, él se puso frente a mí y me observó con preocupación.

—¿Qué ocurre? —susurré.

—Necesito que bebas esto. —Indicó un frasco transparente con un líquido adentro.

—Por supuesto que no.

—Debes hacerlo, Alice.

—¿Me drogarán?

—Sí, pero no te pasará nada —aseguró.

—Ashton, yo…

—Alice. No dejaré que ningún imbécil te haga daño, ¿sí? Ahora hazlo antes de que vengan esos hijos de puta a golpearte por no querer beberlo.

—No puedo confiar en ti.

—No te estoy pidiendo que lo hagas, solo te pido que obedezcas o terminarás peor que el otro día.

Sentí el temor subir por mis venas y mi mirada se desvió a una compañera que prácticamente fue obligada a beber el líquido y se desplomó en el pastizal sin recibir ayuda de su acompañante.

—Vamos, no dejes que me golpee con la tierra —murmuré.

Tomé el frasco con mi mano derecha y con la otra me apoyé en el brazo de Ashton. Él tomó mi cintura olvidándose de quién era y dónde estaba. Luego cerré mis ojos con fuerza y bebí el líquido por completo. Sentí el sabor amargo recorrer mi garganta y unos segundos después mi vista comenzó a nublarse, perdí todo tipo de conocimiento, pero pude sentir que Ashton me sostuvo con fuerza.

Alguien estaba persiguiéndome con ira en su cuerpo, me gritaba, incluso podía sentir sus manos tomándome con fuerza. Yo corría, corría sin parar por un callejón oscuro, pero mis pies parecían desvanecerse por el terror que estaba sintiendo en mi cuerpo. El aire me estaba faltando, no podía respirar. Él continuaba siguiéndome sin cansancio alguno y yo veía debajo de mi cuerpo un líquido negro, espeso y con un olor espantoso.

—Alice —sentí su voz. Intenté incorporarme—. Alice, despierta —oí nuevamente.

Abrí mis ojos al fin. Solo era una pesadilla. Ashton estaba mirándome fijamente, su mirada azul me recorría con cautela.

—Estabas soñando —confirmó.

—¿Dónde estoy? —pregunté ya recompuesta de mi extraña pesadilla, me senté y miré a mi alrededor sin entender dónde demonios estábamos.

—No te lo puedo decir —susurró.

—¿Por qué susurras?

Él no respondió mi pregunta, solo lo vi mirar hacia el costado intentando ignorarme o así al menos me parecía a mí.

Comencé a recorrer el lugar con mi mirada encontrándome con una sala vacía, sucia y tenebrosa. No entraba luz por ningún lugar, lo único que nos hacía mirarnos las caras era una ampolleta vieja colgando de un cable eléctrico en mal estado.

—¿Dónde estamos, Ashton?

—Te he dicho que no puedo decírtelo —indicó con severidad, luego rápidamente se puso de pie.

Me percaté de que estaba sentada en el suelo, miré mis manos, que se encontraban apoyadas en un cemento viejo, dañado y sucio. Rápidamente me puse de pie con temor y comencé a caminar lentamente a través de la habitación intentando, a toda costa, buscar algún lugar con luz del día.

—¿Es otro país? —me dirigí hacia él—. ¿Otra ciudad? Es una casa, ¿no? ¿Mis compañeras también están aquí? —comencé mi interrogatorio sin percatarme de que, en realidad, Ashton no era un amigo, sino un secuestrador—. ¿Dónde están todos? ¿Por qué me estás mirando así? ¿Qué diablos está pasando? —Ashton me observaba y a ratos rodaba los ojos con desagrado y como si colmara su paciencia cada cinco segundos, pero yo no podía controlar mis palabras, el tono de mi voz y mis ganas de saber si mi integridad física estaba nuevamente en peligro.

—¿Has terminado? —alzó una ceja. Asentí silenciosa—. Todas las preguntas que me has hecho no puedo contestarlas, no insistas, no fastidies y todo estará bien, ¿entendido?

—Dios, nunca debí haber dejado que me drogaras —reclamé por lo bajo.

—¿Hubieses preferido que te golpearan?

—Claro que sí, al menos ahora sabría dónde estoy.

—De todas formas te hubiesen dejado inconsciente a golpes.

No contesté, no quería hacerlo, pues me encontraba completamente irritada por la situación, sobre todo porque yo era una persona que le gustaba saber todo lo que ocurría, pero claramente en este momento no podía hacerlo.

Nuestras miradas se encontraron y antes de que alguno pudiera emitir una palabra, la puerta se abrió de golpe sin preguntarle a nadie. Ambos nos quedamos mirando la figura de Joe.

—¿Qué diablos quieres, Joe? —preguntó mi compañero de salón en un tono desagradable, tono que siempre utilizaba con Joe Denovan. O en realidad, con cualquier sujeto.

—No te vine a ver a ti, Ashton —contestó él con desdén—. Déjame hablar con Alice a solas, por favor.

—Estás sacándome de quicio, imbécil.

—Y tú a mí, así que hazme el favor de mover tu culo de este cuarto —expuso un Joe a la misma altura de Ashton.

Ashton me observó algunos segundos, no preguntó si yo quería o no quedarme a solas con Joe Denovan, solo frunció el ceño irritado, como siempre, abrió la puerta y salió dejándome a solas con ese tipejo. No pude entender el motivo por el cual Ashton debía obedecer algunas indicaciones de las cabeceras, pero no me quedé muchísimo rato en ese pensamiento, pues mi corazón amenazaba con salir de mi pecho al tener a Joe frente a mí.

—Solo vengo a hablar contigo, no te asustes —informó, caminó hacia la única silla vieja del lugar y se sentó. Dudé si yo también debía sentarme y entablar una conversación con él, pero a juzgar por dónde se encontraba el colchón, sin lugar a duda me senté en él, pues se encontraba mucho más alejado de la silla—. ¿Por qué te quedas tan lejos?

—Así estamos bien —contesté con nervios. Quizá mi actitud no era la mejor frente a una persona que podía asesinarme en segundos, pero mi estado emocional me había estado jugando malas pasadas en diferentes ocasiones dentro de este lugar.

—Es sobre Ashton.

Lo miré confundida, ¿qué me interesaba Ashton a mí?

—Por favor, no confíes en él —continuó.

Secuestro

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