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Оглавление- capítulo quince -
Alice Brenden
No comprendía a Ashton ni menos me comprendía a mí misma. No sabía qué estaba haciendo, besándolo e imaginando que no era un idiota como todos ahí. Me gustaba la manera en que me hacía sonreír, burlándose de mi temperamento, burlándose de sí mismo o simplemente siendo Ashton. Quería entenderlo, pero él no dejaba que traspasara esas grandes paredes que lo rodeaban y, por supuesto, yo no quería escalar demasiado porque podía caerme de sopetón al cemento.
—¿Estás bien? —me preguntó Joe.
—Sí —contesté.
A pesar de que Joe no se había comportado mal conmigo, seguía haciéndome sentir incómoda.
—¿Estás feliz de poder ver a Lía?
—¿Ella ha estado todo el tiempo contigo? —ignoré su pregunta.
—Sí, y ha estado bien.
Asentí en silencio y seguí caminando hasta que nos detuvimos enfrente de una puerta café oscuro. Joe sacó unas llaves y luego metió una al picaporte de la puerta. Entré en silencio a la habitación oscura con mi estómago hecho un nudo.
Los siguientes segundos los viví como en cámara lenta; miré alrededor de toda la habitación, que no se diferenciaba muchísimo a la que estaba yo, pero en el fondo, visualicé a una chica con su cabello corto hasta por debajo de su oreja, rojizo, ella estaba dándome la espalda, abrazaba sus piernas mirando hacia la pared, ¿era Lía?
—¿Lía? —pregunté con mi voz temblorosa y lentamente comencé a dar pasos hacia ella.
Joe se mantenía alejado. Al oír mi voz, ella volteó a mirarme; su boca estaba hinchada, tenía un corte en la ceja y su pómulo derecho algo morado. Era ella, era Lía, ¿qué le había sucedido?
Sus ojos se iluminaron al verme, se puso de pie y corrió a abrazarme. Nos largamos a llorar como dos niñas perdidas. Podía sentir su angustia y desesperación y estaba segura de que ella podía sentir la mía. Se sentía tan bien encontrar a alguien cercano, poder abrazarlo y simplemente llorar ahí.
—Dios, Lía, ¿qué te han hecho? —le pregunté.
Me senté junto a ella intentando descubrir algo en sus ojos; ella era igual que yo, expresiva hasta con sus ojos y todos sus gestos. Lía miró a Joe y luego bajó su mirada sin decir ninguna palabra.
—Lía, por favor, hablemos —le pedí.
Ella asintió secándose sus lágrimas.
—¿Qué estás haciendo aquí? —me preguntó en un susurro que probablemente Joe también había oído.
—Pensé que sabías que vendría. —La observé. Ella negó con su cabeza y de inmediato miré a Joe. Me puse de pie para enfrentarlo, olvidando por completo que yo era solo un par de huesos flacuchos—. ¿Qué le han hecho a mi amiga? —Él se quedó en silencio y Lía se puso de pie para detenerme.
—Tranquila, Alice. Por favor —me rogó desesperada.
—Iré a dar una vuelta —informó Joe en un tono relajado—. Pónganse al día —se burló. Se dirigió a la puerta, la abrió, salió y cerró con seguro. Escuchamos sus pasos alejarse y nos quedamos mirando.
—¿Qué te sucedió? ¿Qué te hicieron? —pregunté horrorizada.
—Joe es un maldito —confesó entre sollozos—. No deberías haber venido aquí, ¿por qué viniste, Alice?
—Por favor, Lía, cálmate.
—Se comportó como un caballero conmigo al principio, llegué a decir que era un buen tipo… Pero luego abusó de mí. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Traté de detenerlo, créeme. Lo golpeé tanto que me llevaron con Denovan, él me amenazó diciéndome que iba a matar a mi familia si no obedecía a Joe. —Dejó caer algunas lágrimas por sus mejillas.
—¿Qué? —Mis manos se fueron a las de Lía, no entendía nada.
—Me hicieron tomar unas pastillas para evitar embarazo —me contó—. Quiero ir a casa —susurró destruida.
—No puedo creerlo. —La abracé con fuerza intentando apoyarla, pero yo también estaba destruida y no me encontraba con la capacidad emocional de contenerla. Ambas nos largamos a llorar—. No debí seguir a Joe, pero quería verte.
—No confíes en él Alice, no confíes en nadie.
—El chico que está conmigo es fiable —aseguré.
—¿Quién es?
—Su nombre es Ashton.
Ella hizo una mueca como recordando algo.
—¿Cómo es?
—Alto, sus ojos son azules, cabello oscuro… Me dijo que te había visto con Denovan.
—Sí, sí… Él golpeó a Marcus porque estaba amenazándolo con su familia —me contó—. Quería irme, pero Marcus me obligó a mirar. Lo torturaron golpeándolo en su espalda, fue horrible.
—No puedo creer que todo esto nos esté pasando a nosotras. Estoy completamente desesperada, no sé qué hacer para salir de aquí.
—Yo tampoco.
—Extraño tanto a Jamie… —susurré bajando la mirada—. Ella sabría qué hacer.
—También yo —respiró hondo—, pero no debemos pensar en eso, Alice. Solo cuidémonos, no sabemos cuándo acabará esto.
No conversamos muchísimo, pues no era un pijama party. Solo intentábamos entendernos, escucharnos y apoyarnos. Pero luego de unos cuantos minutos la puerta se abrió, dejándonos ver a Joe Denovan. Ahora me parecía de lo más asqueroso, repugnante y quería golpearlo, pero pensándolo mucho decidí actuar de manera normal. No quería que nada le ocurriera a mi amiga, menos a mí. Y así debía actuar para poder salir de ahí.
—¿Todo bien? —preguntó sonriente.
—Sí —fingí.
—Ustedes son muy buenas amigas, ¿no?
—Casi como hermanas —dije. Al parecer Lía no hablaba con él, ni siquiera lo miraba.
—Lía, ¿por qué no me hablas? —le preguntó Joe en un tono ofendido.
Lía era tan buena que ni siquiera podía fingir hablar con una persona que odiaba con fuerza.
—Lo lamento —escuché la frágil voz de mi amiga a mi lado—. Aún estoy sorprendida con la visita de Alice.
Joe sonrió, como si esa respuesta lo hubiese dejado satisfecho.
—¿Cuándo volveré a mi habitación? —pregunté de repente.
—En dos días.
—De acuerdo —dije, luego observé a Lía—. A veces no puedo creer lo buenas que son algunas personas cuando estás en una situación tan maldita como esta —fingí.
—Saben que yo las puedo ayudar, no hay problema. —Me observó.
Asentí.
—Joe, ¿serías capaz de asesinar a Marcus? —le preguntó Lía dejándonos completamente sorprendidos a Joe y a mí.
—¿Por qué me preguntas eso? —Joe se dirigió hacia ella.
Ella se encogió de hombros, él no contestó, así que tuve que intervenir.
—Si pudiera, lo mataría con mis propias manos. No lo dudaría ni un segundo —opiné, y él me observó pestañeando.
—¿Realmente harían algo como eso?
—Si es Marcus, claro —contesté—. ¿Acaso tú no?
—Pues…, no lo sé —tartamudeó—. Digo, hay que tener sangre fría para asesinar a una persona.
—Estando aquí no creo que me importe demasiado —dije, ambos me observaron—. Si tuviera un arma y a Marcus enfrente, no lo dudaría.
—También yo —opinó Lía.
—¿Tú no? —observé a Joe.
—¿Yo? Sí, claro…, supongo que sí —contestó nervioso.
—¿Matarías a tu propio padre? —abrí mi boca horrorizada—. Dios, a veces me pareces muy malo —confesé. Lía me observó con diversión, pero Joe se vio en una encrucijada.
—No es eso, mi padre es…, diferente a mí —contestó confundido, hundido en sus pensamientos.
No sé si intentaba convencernos a nosotras o a sí mismo con lo que acababa de decir. Todo el tiempo que estuvo ahí intenté hacerlo sentir incómodo con preguntas extrañas, sabía que él quería quedar bien frente a nosotras, pero también frente a su padre. En cuanto Joe salió de la habitación, Lía me miró y se le dibujó una sonrisa.
Los días que estuve junto a mi amiga se limitaron a conversar un poco de todo, olvidarnos del lugar en el que estábamos y recordar momentos divertidos en la escuela. De todas formas, tener a Lía cerca me hacía sentir mejor, más reconfortada y con más energía para seguir viva. Joe no interrumpió demasiado, incluso notaba que a diario nos daba espacio para estar solas, lo que, de inmediato, me causó sospechas, pero quería creer que nada ocurría.
—Debemos volver a tu habitación, Alice —informó Joe.
Asentí mirándolo y luego me puse de pie. Miré a Lía un par de segundos y la abracé con fuerza.
—Por favor, cuídate —susurró para que solo yo la escuchara.
—Tú también —imité el tono de su voz.
—Te quiero, amiga.
—Y yo a ti. —Me separé de ella.
Se sentía como una despedida para siempre, como si nunca más fuese a volver a verla. Se me apretó la garganta, pero a toda cosa intenté no llorar. Me acerqué a Joe sin dirigirle la mirada, sentía unas profundas ganas de encararlo, pero ya no podía. Tenerlo a mi lado de manera solitaria me perturbaba y solo esperaba caminar por el pasillo lo más rápido posible para llegar a mi habitación junto a Ashton.
—¿Todo bien? —me preguntó él como si nada. Cerró la puerta de la habitación de Lía con seguridad excesiva.
—Todo bien —contesté.
—¿Te gustó volver a ver a Lía?
—Sí, te lo agradezco —sonreí con amargura. En parte me sentía agradecida por ese momento, pero no podía dejar de pensar en el estado que se encontraba mi amiga.
—Alice —se detuvo y yo lo imité. Sus ojos se quedaron en los míos y enseguida sentí la fragilidad en mis rodillas. Miles de situaciones se pasaron por mi cabeza, comenzando por Lía; podía oírla gritar mientras Joe hacía lo que quería con ella—. ¿Te encuentras bien? —me preguntó. Mi rostro me delataba, la forma en cómo estaba de pie frente a él me delataba.
—Sí, ¿por qué? —fingí.
—Estás pálida.
—No es nada —le resté importancia.
—¿Quieres agua, algo?
—No, solo vámonos —le pedí.
Él me observó a los ojos y yo le sostuve la mirada para no aflojar.
—Quiero que me acompañes a un lugar antes.
—Creo que no es buena idea, Joe —comenté ya sin poder ocultar el miedo en mis ojos.
—Vamos, Alice, no me tengas miedo, no pasa nada. —Puso su mano en mi espalda baja y comenzó a caminar impulsándome también a mí. Comencé a caminar con lentitud, tanta que pensaba que iba a caerme de cara al cemento.
Caminamos por un largo pasillo, pero no era el mismo que se dirigía a mi habitación. Era un pasillo parecido a un túnel, oscuro y frío. Llegamos al final y él se detuvo frente a una puerta negra, observé en silencio mientras Joe abría. Sentí un pinchazo en mis ojos. No llores, no llores.
Cuando finalmente puse un pie dentro de la oscura habitación, un aire gélido chocó con mi piel, me mantuve rígida. Y oí a Joe detrás de mí cerrando los pasadores de la puerta una por una. De inmediato, me volteé para mirarlo, pero apenas se distinguía.
—¿Qué ocurre, Joe? —Mi voz apenas de escuchó dentro de la silenciosa habitación.
—Quiero enseñarte algo. —Su voz había cambiado. Había sonado oscura, perversa y dura.
Entendí que todo estaba mal, que debía escapar, que debía correr por mi vida, pero me mantuve quieta como una estatua sin poder reaccionar a los movimientos de Joe Denovan. Lo vi poner una mano en la pared y presionar un interruptor que encendió la tenue luz de la pequeña habitación. En cuanto todo se aclaró frente a mis ojos, me percaté de que las paredes eran negras y un sinfín de fotografías y dibujos colgaban de ellas. Mapas, planos, cosas muy raras.
—¿Qué es esto? —me voz se quebró.
Joe se acercó a mí por la espalda; sentí su respiración en mi cuello y de inmediato me moví para alejarme de él. Sus pupilas estaban dilatadas y no demostraba nada más que locura en todas sus acciones.
—Creo que…, me he vuelto loco por ti —confesó.
Mis ojos regresaron a las paredes sin entender lo que había dicho. Lentamente me acerqué a una de ellas y casi me quedo sin respiración. Todas las imágenes ahí pegadas se trataban de mí. Había mapas de mi casa, planos de mi habitación, fotografías mías durmiendo en el colchón de la habitación que me encontraba junto a Ashton. Más fotografías de mi escuela, incluso fotografías mías con lo que hacía diariamente. De pronto, mi vista chocó con una imagen donde nos veíamos Liam, Giuliana y yo caminando, dándole la espalda a la cámara. Un miedo horrible se apoderó de mi cuerpo, tiré la foto con violencia y la arrugué con mi puño. Él me conocía. Él me conocía antes de que todo esto sucediera.
—¿Por qué tienes todo esto? —Mi voz se esfumó en el silencio.
—Solo quería conocerte, Alice —susurró.
Se acercó a mí con lentitud. Mis pies retrocedieron hasta que mi espalda chocó con la pared de atrás y todas sus imágenes.