Читать книгу Secuestro - Javiera Paz - Страница 19
Оглавление- capítulo catorce -
—Creo que estarías feliz de ver a alguna de tus amigas, ¿no?
—Por supuesto que sí, pero no quiero estar con otro tipo ahí.
Joe me parecía algo indefenso, pero si me ponían a otro tipo, pues ya no quería nada.
—Lo más probable es que ese tipo sea Joe.
—No confías en Joe. —Fruncí el ceño.
—No, pero es mejor que te cambien de habitación —opinó—, así tú y yo nos distanciamos un poco.
—¿Por qué? —pregunté confundida—. Yo no quiero eso, Ashton.
—Aunque no lo quieras, así debe ser.
—¿Es por lo que pasó hace un rato? —pregunté—. Tú te has acercado a mí y me besaste, yo no tuve la culpa.
—No, no es por eso —aseguró.
—¿Entonces?
—Alice, no quiero hacerte daño —bajó su voz.
—¿No? —sonreí con ironía—. ¿Y dejarás que otro tipo sí lo haga?
—No, claro que no —comentó con seguridad.
Guardé silencio y luego me tendí mirando el techo. No sabía dónde me llevarían o qué pretendían hacer conmigo y eso me tenía con los nervios de punta. Además, Ashton no decía absolutamente nada, no opinó, no continuó hablando de algo, solo estaba ahí, como si su cabeza estuviese en otra parte. Hasta que supongo se aburrió de mirar un punto fijo y tomó su cuaderno para trazar dibujos.
Golpearon nuevamente la puerta consiguiendo que el terror subiera por mi cuerpo, me mantuve en posición de defensa en todo momento por si debía correr o golpear. Vi a Ashton, que fue a abrir a regañadientes, era Joe, quien entró sin pedirle permiso a nadie. Me observó unos segundos y luego se le dibujó una sonrisa en el rostro.
—Alice, ven… Te tengo una noticia —me sonrió. Me puse de pie insegura bajo la fuerte mirada de Ashton, creo que él odiaba que le obedeciera a Joe, pero… ¿Qué más podía hacer? No tenía la opción de negarme y mandar a la mierda a Joe Denovan.
—¿Qué ocurre? —pregunté deteniéndome a una distancia prudente.
—Te sacaré de esta habitación por unos días —sonrió feliz. No entendía la razón de su sonrisa de felicidad.
—¿Qué? ¿Cuántos días? —mi voz sonó desesperada. No me quería ir de allí.
—Al salón que cuido yo —volvió a sonreír—. Podrás ver a Lía.
Sentí el brillo de mis ojos, mi corazón latió con fuerza al oír su nombre.
—¿Es en serio? —me ilusioné—. ¿Ella se encuentra bien? —miré a Ashton emocionada, pero a él parecía no agradarle la idea, no me sonrió, ni siquiera me miró con emoción en sus ojos, pero yo estaba lo suficientemente ilusionada como para que me importara.
—Sí, ella está bien —aseguró Joe—. Y también quiere verte.
Ashton Brook
Una punzada apareció en mi pecho cuando los ojos de Alice se iluminaron con una notable ilusión. Ella creía que estaba siendo parte de una invitación maravillosa, pero claramente no era así y ella no podía adivinar que no lo era. No confiaba en Joe, pues era tan predecible que podía adivinar todos los pasos que daba, incluso todo lo que tramaba hacer con las chicas. Rápidamente conecté los cables en mi cabeza y supuse que Lía era la misma chica de cabello rojizo que había visto en la oficina de Marcus. Si hablaban de ella, no parecía estar nada bien como lo pintaba Joe y, claramente, él quería ganar algo de ambas.
—¡Gracias! —chilló Alice con una sonrisa que casi sentí en el estómago.
Joe la observó con malicia, con sus ojos oscuros penetrándola por completo. Todos mis músculos se tensaron, odié la escena patética. Quise tomar a Alice y quitarla de ahí, ella no entendía de lo que el imbécil era capaz.
—¿Cuándo nos iremos? —preguntó Alice—. En serio, quiero ver a Lía.
—¿Hablan de la chica pelirroja que estaba en la oficina de Marcus? —me entrometí. Fijé la mirada en Joe, quien ya se encontraba observándome amenazante. La sonrisa de Alice desapareció.
—¿Qué hacía Lía ahí? —le preguntó Alice. Al no oír una pronta respuesta de Joe, Alice volvió a preguntar—. Dime ¿qué hacía ahí?
—Nada, Alice —contestó Joe un tanto nervioso—. Marcus solo quería hablar con ella, luego se fue, nada importante —se encogió de hombros—. No le han hecho nada, tranquila.
Alice respiró hondo, asintió y luego se alejó completamente de Joe.
—De acuerdo, ¿cuándo nos vamos? —continuó Alice.
—Esta noche, vendré a buscarte —informó él y luego salió de la habitación.
Cuando sus pasos se alejaron lo suficiente de la habitación, miré a Alice bastante molesto, aunque en realidad ella no tenía la culpa.
—¿En serio viste a Lía?
—Sí, pero quizá no es la misma Lía de la que ustedes hablan —contesté.
—Es la única Lía de mi sección, es baja y pelirroja, ¿ella estaba bien?
—No lo sé —confesé honesto—. Ese día no pude fijarme en nada, estaba molesto.
Ella asintió y luego me observó a los ojos para preguntarme:
—¿Crees que Joe sea una persona confiable?
—No.
—Solo quiero salir de aquí, Ashton.
—Te aseguro que él no es tu opción de salvarte de esta mierda.
—Al menos puedo ver a Lía —bajó la voz.
—Alice —Volteé a mirarla mejor. Sus ojos se clavaron en los míos—. Solo cuídate.
—Está bien —me sonrió con miedo en sus ojos—. Solo quiero saber si mi amiga sigue viva, no quiero encontrármela como a Jamie… —confesó con tristeza.
—Ella está viva —comenté.
Alice me observó por un momento y luego regresó a su colchón. Comimos lo de siempre: sándwiches.
El día en que habíamos entrado a la escuela de Alice, ella era diferente a como se veía ahora. Su cuerpo tenía más volumen, tenía una figura bonita, pero ahora se encontraba muy delgada. Todavía no se notaba descompuesta o demacrada, pero la delgadez se le notaba incluso en el rostro. Ella no se daba cuenta, pues no tenía donde mirarse, pero yo sí lo notaba. Aun así, seguía siendo hermosa y resaltaba entre tanta mierda junta.
Mientras las horas pasaban, intentaba asumir que Joe sacaría a Alice de la habitación y se la llevaría con él a quién sabe dónde. Me causaba impotencia pensar en que podían hacerle daño y yo no podría defenderla ni tampoco podía armar un escándalo para que no se la llevaran. Ella se veía tranquila, no tenía miedo de Joe y, si lo tenía, las ganas de ver a su amiga superaban cualquier cosa.
—Ashton —oí su voz. Saqué los ojos del cuaderno en el que trazaba líneas para mirarla—. ¿Alguna vez me harías daño?
—Creo que con todo lo que te he dicho y hecho ya es suficiente daño, ¿no?
—No me refiero a ese tipo de daño.
—No soy un psicópata, Alice —comenté—. No podría tocarte un pelo sin que me lo permitieras antes. No soy capaz.
—¿Y por qué siento que los demás sí? ¿Acaso todos los demás están aquí por gusto?
—Porque son soldados, Alice, soldados de Marcus Denovan.
—¿Y tú no?
—Yo no estoy aquí para satisfacer a Denovan —expliqué—. Si pudiera, ya lo habría matado a golpes, pero siempre hay personas que están varios peldaños más arriba que tú y es casi imposible llegar hasta allá.
—¿Él te obligó a estar aquí? —me preguntó, luego la vi sentarse y cruzar sus piernas.
—Algo así… —contesté confundido. Miré a Alice, quien se mantuvo en silencio. Todos sus gestos parecían tranquilos cuando estaba junto a mí.
—No seguiré preguntando, no quiero que te cierres y no me hables más —dijo, levantó las manos enseñándome las palmas y yo reí.
—De acuerdo.
La noche llegó rápidamente y Alice comenzó a mostrar que sí se encontraba nerviosa, miraba el reloj que le había pasado cada dos minutos. Era una chica que valoraba muchísimo a las personas que la rodeaban, pero ¿cómo le hacía entender que dentro de ese lugar debía salvar su propio culo antes que el de los demás?
—Tranquila, Alice. —La observé.
Ella se puso de pie y se sentó frente a mí, en mí colchón. Todos mis músculos se tensaron, pero se sintió bien tenerla tan cerca.
—No quiero que me hagan daño —confesó.
—No lo harán —aseguré, pero por supuesto era para tranquilizarla.
—¿Me lo prometes?
—No suelo cumplir las promesas.
—Voy a creerte, de verdad, digas lo que digas —me observó a los ojos—. Yo creo en ti.
Sus palabras se clavaron en mi pecho como una estaca. Recordé a mi madre diciéndome eso cuando había golpeado a un imbécil en la calle por haberla insultado a ella.
Flashback
—¡No pude controlarme! —admití con frustración.
—Tienes que controlar tu temperamento, Ashton. No siempre el viento estará a tu favor.
—Sabes que tengo esto, no puedo detenerme.
—Sí puedes.
—No puedo, mamá, ya basta —intenté explicarle.
Mi cuerpo estaba en estado violento, siempre lo estaba y no podía aguantarme las ganas de golpear sin parar, pero su mirada me calmaba.
—Yo sí creo en ti —clavó sus ojos en los míos—. Yo sí creo que puedes ser mejor que esto.
Fin del flashback
Miré los ojos de Alice, que se mantenían fijos en los míos.
—¿Por qué me haces esto? —mi voz se quebró.
—¿Qué cosa? —me preguntó con ingenuidad.
Me acerqué a ella en silencio y la besé. No recibí ningún rechazo de su parte y yo estaba tocando el cielo con la punta de mis dedos al tenerla cerca de mí. Su pequeña boca encajaba con la mía, me gustaba, me tentaba, la quería. Ahora podía decir cómo se sentía estar besando a un ángel. Ella entrelazó sus dedos detrás de mi cuello y lentamente la tomé de la cintura dejándola sentada a horcajadas encima de mí.
—Ya…, ya basta. —Ella se separó de mí unos segundos. Estábamos tan cerca. Nuestras respiraciones agitadas y mirándonos fijamente—. No podemos estar haciendo esto, ¿qué ocurre? —Se quedó sentada en mis piernas mirándome fijamente. Estaba controlándome para no despertar a ninguna hormona de mi cuerpo, luchando en contra de mis instintos.
—No lo sé, me siento jodidamente débil contigo aquí —contesté.
—¿No lo sabes?
—¿Y tú por qué me besas, eh? —cambié el tema para que toda la culpa no recayera en mí.
—Pues…, porque tú me besaste primero. —La oí hablar con nerviosismo.
—Para un beso se necesitan dos personas —le dije.
Ella alzó su mirada.
—¿Nos hubiésemos fijado el uno en el otro fuera de este lugar?
—No lo sé…
—Incluso si yo siguiera con Christopher —comentó—, ¿crees que…?
Rodé los ojos intentando no pensar en que ella me había besado pensando en él. Me tenía algo cansado ese fantasma de Christopher.
—Haré que olvides a ese idiota.
—¿Para qué? —preguntó—. ¿Para que me enamore de un idiota como tú? —se puso de pie y se alejó un poco de mí.
No sonaba tan mal.
—No. —La imité y la seguí.
—Pero no estábamos hablando de esto —dijo negando con su cabeza—. Solo quería entender qué ocurre, ¿por qué estamos haciendo esto?
—Estoy encantado.
Ella iba a abrir la boca para gritar, regañarme o simplemente corresponderme, pero golpearon la puerta. Cerré mis ojos con molestia y ella suspiró irritada. Me acerqué para abrir y por ahí se asomó Joe.
—¿Dónde está Alice? —Entró sin siquiera pedirme permiso. Alice lo miró en silencio y se adelantó para acercarse a él—. ¿Nos vamos ya?
—Sí —contestó ella.
Alice fijó su mirada en la mía un par de segundos y luego volteó para caminar junto a Joe.
—¡Joe! —lo llamé y él volteó para mirarme.
—¿Qué?
—No te comportes como un imbécil.
—No lo haré —sonrió divertido.
Alice nos miraba intercaladamente.
—Entonces deberías comenzar desde ahora porque esa cara te delata.
—¿Qué cara? Es la misma que tengo siempre —resopló.
—Exactamente, siempre tienes cara de imbécil —sonreí irónico.
Alice sonrió negando con su cabeza y en segundos sentí que estaba en la cima por hacerla sonreír.
—Idiota —soltó Joe continuando su camino junto a Alice.