Читать книгу Secuestro - Javiera Paz - Страница 16
Оглавление- capítulo once -
—Tranquilo, solo quiero conversar contigo —comentó con expresión calmosa, se sentó frente a mí. Lo observé con cuidado, hasta que volví a mi asiento y lo observé con desafío.
Saber que mi hermana estaba secuestrada por la culpa de él me hacía querer ponerme de pie y asesinarlo ahí mismo.
—¿Qué es lo que quiere conversar conmigo? No me diga que quiere hablar de cómo me siento, de cómo estoy llevando esto —sonreí con sarcasmo.
—Sé que te sientes muy mal, lo entiendo. Sé cuán difícil es.
—Claro que no lo entiende —afronté—, no entiende ni una mierda.
—Estamos haciendo todo lo posible para que las dejen salir de ahí, Liam.
—¿Qué demonios es lo posible?
—Estamos en serias conversaciones con el tipo a cargo del secuestro.
—¡¿Qué?! —reí con impaciencia—. ¿Están intentando entablar una amistad con el sujeto para que las deje libres? Por favor…
—Solo necesito que todo se calme en el país. —Se cruzó lentamente de piernas—. Entenderás que llevar dos cosas así es muchísimo. Deben dejar la violencia, las manifestaciones, los incendios…
—No estoy a cargo de eso, pero no es algo que me importe. No esté hablándome de estupideces justo ahora.
—No es necesario que nos faltemos el respeto.
—No tengo ni el más mínimo respeto por usted —planteé con potencia—. Mi hermana se encuentra ahí dentro y haré todo lo que sea posible y lo que no para sacarla de ahí. Y si tengo que quemar el país por ese maldito secuestro, créame que lo haré, no bromeo.
—Estás haciendo graves declaraciones…
—Soy capaz de todo por mi familia, señor.
—Si le entrego el monto de dinero que dice este señor, no dejará de molestar, ni a mi familia ni a mí —explicó con descaro.
—¿Por qué tendría que importarme su familia si a usted no le importa mi hermana?
—Claro que me importa, Liam.
—Claro que no, ¿cuánto le cuesta pagar ese dinero? ¿A caso no pensó en eso como su primera opción? ¡Usted es la persona casi más rica del puto país!
—No creas que es así, no creas que todo es tan fácil.
—Yo solo quiero a mi hermana sana y salva. Si tengo que dejar a todo el puto país en contra de usted, lo haré… No dude eso.
—No sabemos cuánta gente está dentro de todo esto…
—Es una pérdida de tiempo hablar con usted. No entiende lo que digo, no empatiza y no intenta mejorar —indiqué. Él iba a seguir conversando, pero rápidamente me puse de pie y lo dejé atrás.
Alice Brenden
Esa noche recuerdo haberme quedado dormida conversando con Ashton, aunque a veces no nos entendíamos, intentábamos descubrirnos, aunque definitivamente más yo que él.
Una noche, Ashton se encontraba dibujando en su cuaderno, como ya era habitual, pues era algo que lo tranquilizaba y lo mantenía concentrado en otra cosa, pero golpearon la puerta irrumpiendo todo aire sereno. La puerta se abrió sin previo aviso, era Joe quien se quedó mirándonos intercaladamente.
—¿Qué quieres? —le preguntó Ashton cerrando el cuaderno con fuerza.
—Vengo a hablar con Alice —respondió seco. Lo observé asustada a pesar de que no me había tratado mal—. ¿Alice?
—¿Sí? —contesté por lo bajo.
—¿Quieres salir a dar una vuelta conmigo para que hablemos?
«¿Qué acababa de decirme?».
Me quedé helada observándolo. No podía creer que estaba invitándome a salir de ahí y encima a conversar. Solo salía para hacer mis necesidades, lavarme un poco y volver. Y a un baño demacrado y sucio. Parpadeé un par de veces intentando asimilar que era cierto, algo ilusionada y por otro lado aterrada.
—¿Es en serio? —mi voz se encendió, pude incluso notarlo yo misma.
—Sí, puedes acompañarme —sonrió
—Alice, no —señaló Ashton con molestia.
—Tú no te metas —indicó Joe y luego se fijó en mí—. Vamos Alice, te espero fuera.
Dejó la puerta entreabierta y salió de allí. Me puse de pie, pero Ashton me detuvo antes de salir mirándome directamente a los ojos.
—No vayas —me pidió manteniendo su mirada azul.
—Solo quiero tomar algo de aire —confesé.
—No confíes en él, Alice.
—No me ha hecho nada malo. —Fruncí el ceño con confusión.
Esquivé a Ashton y salí de la habitación encontrándome con Joe.
Caminamos en silencio hasta que el largo pasillo se abrió dejándonos ver un terreno vacío, con altos muros y con habitaciones separadas alrededor, pero completamente cerradas y sin luz. Mi corazón estaba atento a todo lo que ocurría, como también mi cerebro, así que calculaba todos los movimientos que iba a hacer.
Vi a Joe sentarse en una banca vieja, me invitó a su lado y allí me quedé más quieta que una estatua.
—¿Por qué me has sacado de la habitación? —pregunté sin mirarlo a los ojos.
A pesar de la situación incómoda, extraña y peligrosa, se sentía bien respirar el aire fuera de esas cuatro paredes.
—Solo quería verte. —Posó su mano en mi hombro consiguiendo que rápidamente lo esquivara—. Tranquila —sonrió.
Luego de unos segundos, Joe comenzó a hablar acerca del secuestro y de él. Se autodenominaba como una buena persona, que no me haría daño y que debía confiar en él. Hablaba con seguridad, en todo momento intentando hacer contacto visual conmigo. Su voz era áspera, pero no me perturbaba como la de su padre.
—Eres muy hermosa —cambió radicalmente el tema de conversación fijando sus ojos cafés en los míos consiguiendo que mi corazón comenzara a latir con fuerza desmedida. Sus manos se fueron directamente a mi rostro y quise ponerme de pie y correr.
—Por favor, suéltame —pedí.
—Alice…, no te haré daño —murmuró acercándose al costado de mi rostro.
Qué inútil me sentía. No sabía en qué momento se me había ocurrido salir de la habitación. Mis ojos se aguaron, incluso comencé a sentir que todo mi cuerpo estaba temblando. Joe Denovan era un demonio que parecía ser «bueno», pero no lograba hacerme confiar en él.
—¿Qué intentas? —Tomé su mano con fuerza y la saqué audazmente de mi rostro.
—Solo pasar tiempo contigo —soltó con una sonrisa.
—Todo esto es muy extraño, quiero volver…
—¿Crees que es extraño que un desconocido se enamore a primera vista de ti? —preguntó abruptamente interrumpiéndome. Tenía una sonrisa enseñando su blanca dentadura. Arrugué el entrecejo sin entender del todo lo que estaba diciendo. Era imposible, claramente imposible. «¿Qué ocurría?».
—Imposible —solté sin más.
—¿Por qué?
—Eres un secuestrador Joe, se supone que no hacen esto…
—¿Estás pidiéndome inconscientemente que te torture y que me comporte como un hijo de puta contigo?
—No, claro que no… Es solo que, olvídalo, necesito… Quiero volver a la habitación —tartamudeé con nerviosismo.
Él respiró hondo casi buscando su paciencia en el aire, se puso de pie y yo lo seguí.
Cuando estuvimos frente a la puerta de la habitación, Joe me observó en silencio, metiéndose en mi piel. Me ponía nerviosa e histérica y lo peor era que no sabía si creerle algo o no.
—No voy a ser un hijo de puta contigo, Alice. Yo puedo ayudarte a salir de aquí —me tomó las manos—. Debes confiar en mí.
Tragué saliva con fuerza.
—Si quieres salir de aquí, búscame. Soy el único tipo de aquí que se arriesgaría a eso por ti.
Iba a voltearme para entrar en la habitación, pero sin previo aviso, Joe me detuvo del codo, puso ambas manos en mi rostro y se acercó lentamente a mí haciendo que mi tórax diera un brinco extraño que gritaba «¡PELIGRO!». Me quedé congelada, con terror e histeria en mi cuerpo, no podía moverme y cada vez estaba sintiéndolo más y más cerca, pero yo no podía reaccionar. De pronto, la puerta se abrió detrás de nosotros, rápidamente di los pasos correspondientes hacia atrás chocando con el frío cuerpo de Ashton y dejando a Joe con un beso perdido y que jamás debería concretarse.
—Suficiente por hoy. Alice debe dormir —indicó Ashton con voz dura. Tomó mi codo y me metió a la habitación dejando a Joe afuera, cerró la puerta y de inmediato le puso llave. Apenas pude mover mis pies del suelo, seguía en shock, no entendía nada. Miré el colchón y me senté en él intentando regular mi respiración.
—¿Viste lo suficiente? —preguntó Ashton.
—Sí —contesté.
—¿Joe te hizo algo? —me miró a los ojos.
—Nada.
—No me mientas, cuando salí él estaba a punto de besarte.
—Lo sé —bajé la voz.
—Alice, no debes besarlo —señaló con decisión—, no debes dejar que sobrepase los límites.
—¿De qué estás hablando?
—Él no se conformará con solo besarte —explicó—. No conoces a Joe en absoluto, él querrá cada vez más de ti y luego ya no sabrás qué más ofrecerle. Joe es la copia de Marcus y su voz de galán no debe confundirte.
—¿Por qué te preocupas por eso?
—No quiero que te maten o termines suicidándote —zanjó con frialdad, lo miré confusa y él continuó con su mirada en la mía—. Hazme caso. No soy un ángel, ni la mejor persona del mundo, pero no soy alguien que le guste ver morir gente inocente.
—¿Eso crees, que soy inocente?
—Mucho. Dentro de este mundo de mierda, sí lo eres.
—Solo quiero ir a casa —confesé por lo bajo. Metí mi cuerpo bajo las sábanas y él me observó desde la distancia—. Y él dijo que podía ayudarme a salir de aquí.
Ashton sonrió como si le hubiese contado un chiste, luego negó con su cabeza y su sonrisa fue desapareciendo de su rostro.
—Joe es capaz de todo —comentó tan seguro de sus palabras que le fue imposible ocultarlo.
Guardé silencio. Era muy difícil reflexionar acerca de lo que era bueno o malo allí. Esperé a que continuara hablándome, pero no lo hizo. Así que:
—Buenas noches —emití en un tono bajo.
—Buenas noches, Alice.
Permanecer tanto tiempo encerrada no era para nada fácil ni complaciente: Podrán imaginarlo. Incluso la idea de que me asesinaran me estaba pareciendo muchísimo más atractiva que seguir ahí, encerrada para toda la vida.
Observé a mi compañero; estaba mirando el techo acostado sobre su colchón improvisado. Creo que le parecía divertidísimo encontrarle fallas a la madera o buscar en ella dibujos impensados.
—¿Qué estás mirando? —le pregunté. Pareció como si lo hubiese despertado de sus pensamientos. Se sobresaltó y desvió su mirada hacia la mía, de inmediato sonrió:
—El techo.
Rodé los ojos.
—No me di cuenta —contesté con sarcasmo—. ¿Cómo puedes divertirte de esa manera?
—No quiero estar más loco de lo que ya estoy.
—Divertirse mirando el techo es estar lo suficientemente loco.
—Es mucho más divertido que mirar la pared todo el día —opinó, luego me dedicó una sonrisa burlona—, como tú.
—Qué gracioso —comenté con ironía.
—Ven aquí —dijo. Dio unos golpecitos con su palma en su cama improvisada invitándome a estar a su lado. No lo dudé demasiado debido a mi notable aburrimiento, así que accedí y me posicioné a su costado, claramente manteniendo la distancia. Lo imité: me tendí y me quedé mirando el techo de madera el cual tenía líneas, manchas de humedad y partes deterioradas.
—¿Qué es lo divertido? —pregunté, luego miré su perfil.
—Estás muy amargada —opinó, luego se sentó y se quedó mirándome—. Yo me divierto contando las fallas del techo, ¿qué haces tú para divertirte en un secuestro?
Su pregunta me hizo sentir confusa, rápidamente me senté a su lado y lo observé.
—Pues no sé —Fruncí el ceño.
—¿No lo sabes? —su pregunta fue sarcástica y a eso le agregó el ceño fruncido.
—No —zanjé—. Es que no había estado secuestrada. —Él pestañeó divertido, pero yo seguía molesta—. Qué tonta, ¿no? Debí haberme preparado. Idiota.
Iba a ponerme de pie ya sacada de mis casillas, pero él de un ágil movimiento me tomó del brazo.
—Solo bromeo, Alice —sonrió—. Ya deja la amargura.
—Estás pidiéndome algo difícil. No puedo estar feliz aquí dentro.
—Claro que no, pero puedes al menos intentarlo.
—¿Acaso tú estás feliz? —pregunté lo bastante enfadada como para que se notara.
—Sí —se encogió de hombros—. La felicidad no se basa en lo material, deberías saberlo. Es mucho más, son detalles.
—¿Por qué estás feliz? —pregunté aún más molesta si es que acaso podía estarlo.
—Porque estoy contigo.
Guardé silencio. Me quedé congelada mirándolo y sentí el rubor llegar a mis mejillas. No supe la expresión que tenía en el rostro, pero Ashton, muy seguro de sí mismo, solo se limitó a sonreír.
—De acuerdo, no esperaba eso —dije, volví a sentarme a su lado.
—Lo lamento.
—Olvídalo —comenté con los nervios a flor de piel.
—No debes ruborizarte —sonrió consiguiendo que mi rostro se tornara más rojo.
—Ya basta, Ashton. —Desvié la mirada.
—¿Por qué? ¿Nunca te habían dicho eso?
—¿Qué cosa?
—«Me haces feliz».
—Miles de veces —rodé los ojos—. Mentiras y más mentiras —comenté recordando a Christopher.
—¿De quién hablas?
—Mi exnovio.
—¿Qué hay con él?
—Me engañó.
—¿Qué tipo de imbécil hace eso?