Читать книгу Secuestro - Javiera Paz - Страница 7

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- capítulo dos -


—Por favor, deja de pensar tan mal de nuestra relación.

—¿Ves? Ni siquiera le tienes confianza a la «relación» —exageró su expresión al decir «relación»—. Me ignorarías si así fuese.

—Eres mi hermano —fruncí el ceño—, se supone que debo escucharte.

—Olvídalo, solo estoy diciéndote lo que pienso. —Se encogió de hombros.

—Eso lo dices porque nunca has estado enamorado.

—No tiene nada que ver —me observó fijamente, como si lo hubiese ofendido—. Cuando llegue la chica indicada quizá me enamore, pero ahora no.

—Quizá Christopher es el indicado —comenté segura de mis palabras.

Liam solo se limitó a asentir con una sonrisa. Intenté ignorarlo lo que más pude, es decir, ignorar lo que estaba diciéndome. No quería pensar mal acerca de Christopher ni menos de la universidad. Sé que es un proceso nuevo, pero eso no supone acostarse con cualquier persona.

—Aquí es —escuché a Liam, quien me despertó de mis pensamientos.

Solo me dispuse a caminar detrás de él. Realmente había muchísimos materiales. Lo vi sacar todo lo que necesitaba de los muebles, lo ayudé con algunas cosas y luego nos acercamos a la caja para pagar.

—¿Y ahora qué comeremos? —pregunté mientras salíamos de la tienda.

—¿Un helado?

—Está bien.

Caminamos en dirección a mi heladería favorita mientras conversábamos algunas cosas rutinarias, la escuela, mis amigas, algunas anécdotas locas de mi hermano. La mayoría de las chicas de mi edad que tienen hermanos se llevan fatal con ellos, pero agradecía que Liam no se comportase como un neandertal.

—Ya sabes, chocolate —sonreí. Él me guiño un ojo y luego se marchó para comprar.

Me senté en una mesa para dos personas y comencé a ver mi teléfono mientras Liam compraba. No tardó demasiado en llegar a mi lado junto a los helados.

—¿Por qué te gusta tanto el helado de chocolate? Es asqueroso —se quejó Liam.

—Te pierdes la mitad de tu vida.

—Claro que no, ¿recuerdas cuando comíamos y comíamos chocolate sin parar? —rio.

—Sí, y te intoxicaste —solté una carcajada.

Él también rio de su desgracia. Le había ocurrido cuando era pequeño y desde ese momento jamás volvió a comer o beber alguna cosa que tuviese chocolate.

Cuando acabamos nuestros helados, Liam me indicó que era hora de irnos. Tomó su teléfono y comenzó a escribir rápidamente mientras sonreía.

—¿Estás hablando con una de tus tantas pretendientas? —sonreí.

—Puede ser. —Movió sus cejas de arriba abajo. Solo rio y luego caminamos afuera de la heladería.

De pronto, el rostro de Liam se tornó serio y su mirada estaba fijamente puesta al frente. Se detuvo en seco y yo sonreí al ver su expresión, lo miré sin entender.

—¿Qué diablos te pasa? —reí.

Él me ignoró. Fue ahí cuando miré en la dirección en la que estaba haciéndolo él. Mi garganta se apretó y sentí como el enojo subió a mi cabeza. No podía creer lo que veía. Era Christopher, pero estaba con una chica en sus piernas, él la besaba y reían de algo que no podía oír. Sentí mi pecho apretado al imaginar que en realidad ellos sí parecían novios y hace muchísimo tiempo. Podía sentir mis mejillas rojas de molestia.

—Alice, vamos a casa —expresó Liam, me tomó de la mano, pero rápidamente me solté de él y caminé decidida hacia mi supuesto enamorado.

Al estar frente a Christopher, él levantó su mirada chocando con la mía y su rostro palideció. A pesar de que sentía mi corazón hecho un desastre no dejé que ninguna lágrima recorriera mi rostro. Él sacó a la chica de sus piernas y rápidamente se puso de pie para intentar acercarse a mí.

—¡¿Qué demonios sucede contigo?! —alcé la voz, que por un momento pensé que no saldría de mi garganta.

Liam, quien se encontraba detrás de mí, puso una mano en mi hombro, intentando, creo, que no hiciera nada estúpido.

—Alice, puedo explicarlo…, en serio, puedo explicarlo —tartamudeaba Christopher mientras intentaba acercarse a mí.

La chica que estaba junto a él no parecía estar sorprendida con mi presencia, así que probablemente ella sabía que yo siempre existí en la vida de Christopher.

—¿Qué es lo que quieres explicarme? ¿Que estás engañándome? —pregunté con sarcasmo mientras intentaba retener, a toda costa, las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos.

—Alice, ella es…

—¡¿Qué me importa eso, Christopher?! —grité con desagrado—. Vete al diablo. Olvídate de lo que alguna vez tuvimos.

Él iba a decirme algo, pero Liam lo detuvo plantándose frente a él. A la chica ni siquiera quise mirarla, así que rápidamente comencé a caminar para salir del centro comercial. Escuchaba sus voces a lo lejos, pero no podía pensar ni oír con claridad.

—Alice, espérame —escuché a mi hermano, quien venía corriendo detrás de mí.

Caminamos juntos y en silencio hacia su moto hasta que nos marchamos del lugar. Mientras seguía reteniendo todo en mi garganta, Liam aceleró y rápidamente estuvimos en casa. Lo primero que hice fue correr a mi habitación, cerré la puerta con fuerza y quise contar hasta diez, pero no lo logré.

«Christopher estaba en el centro comercial con una chica», escuché a Liam contarle a mi madre.

Respira.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y cuando no pude soportarlo más comencé a llorar. Me lancé a la cama como si mi vida dependiese de ello y golpeé tanta almohada y peluche que se cruzara en mi camino.

No podía creer que me estuviera pasando algo así, ¿dos años junto a él para que luego me hiciera algo así? Le había entregado dos años de mi vida, mi tiempo, mi cariño y mi atención y ahora estaba tirando todo a la basura, como si no valiese nada.

Tenía mi corazón hecho trizas, me sentía estúpida, la mujer más estúpida del universo. Solo podía oírme hablándole a mi hermano de que Christopher tal vez sí era el indicado y que podía ser el amor de mi vida y, claramente, ni siquiera fui una prioridad en su vida. Demonios. Solo podía sentir como arrastraban mi dignidad por el suelo. Todo lo que había dicho alguna vez no había valido la pena en absoluto. ¿Qué tipo de persona es así de desleal? Hubiese preferido cien veces que él se acercara a mí para decirme la verdad si le gustaba otra chica a la opción de verlo así en el centro comercial. Pero en estas situaciones nadie nos da a elegir.

—¿Alice? —la voz de mi hermano se hizo presente desde el otro lado de la puerta. No dije nada, pero para él era un claro «pasa», así que rápidamente se metió en mi habitación.

Lo vi entrar con un tazón en su mano. Ya habían pasado casi dos horas desde que habíamos llegado y no se me había dado la gana de hablar con nadie. Mis ojos estaban cansados de tanto llorar por un idiota.

—Gracias —contesté mientras me tendía el tazón de chocolate caliente entre mis manos.

Un tazón de chocolate caliente y marshmallow entre los dos era sinónimo de arreglar un corazón. Siempre que discutíamos o que me enfadaba con él por algún motivo, posiblemente estúpido, o tal vez cuando alguno de los dos estaba triste, Liam preparaba un tazón de chocolate caliente y todo se arreglaba. Todo se arruinó cuando Liam se intoxicó con chocolate, así que tuve que cambiar mi estrategia. Le llevaba un gran vaso de vidrio, que nos había obsequiado la abuela, con batido de fresa y un gran copo de nata encima. Todo lo arreglábamos así.

—Alice, lamento mucho lo que pasó en el centro comercial.

—No te preocupes —me encogí de hombros—. Es un idiota, no puedo creer que me haya hecho esto.

—Así es, es un idiota —resopló—. Solo quiero pedirte una cosa, por favor…

—¿Qué?

—No vuelvas a caer. Tú y yo sabemos que mañana llegará aquí pidiéndote perdón y suplicándote que vuelvas a estar con él. Seguramente te jurará que no volverá a pasar, pero, por favor, hermana, no seas estúpida. Si lo hizo una vez, puede hacerlo las veces que sean.

—Lo sé, no quiero que me pase a llevar de esta manera. Nunca le hice algo malo para que actuara así conmigo.

—Eres hermosa, aunque nunca te lo diga —sonrió—. Puedes tener al chico que quieras, de hecho, no necesitas de un chico para ser feliz porque tú vales mucho más que eso —dijo y yo reí—. No desperdicies tu juventud con un tipo que no te quiere. Puede haber muchos por ahí que pueden hacerte más feliz que él.

—Gracias, Liam.

No conversamos demasiado, pero su simple compañía me hacía sentir bien. Luego de unos minutos se fue a dormir porque al día siguiente regresaba la rutina.

Al otro día desperté pensando en que solo había sido una pesadilla, pero no fue así…, ya que al ver mi celular tenía treinta llamadas perdidas de Christopher y cuatro mensajes, donde uno decía: «Alice, por favor, necesitamos hablar sobre lo que ocurrió». Segundo: «Por favor, contéstame al celular, te necesito». Tercero: «Mi amor, no seas cruel conmigo, me siento muy mal… Sé que cometí un error, pero podemos solucionarlo». Y cuarto: «Mañana podremos conversar, pero, por favor, trata de entenderme, es solo un error que puedo arreglar… Lo lamento mucho, te amo».

Mi corazón cada vez se hacía más pequeño al leer esos mensajes, pero ya todo estaba roto, nada volvería a ser a igual. Había amanecido nublado y con frío, tal cual lo haría en una película dramática. Rápidamente salí de la cama para ducharme, me vestí y bajé para desayunar. Como nunca, Liam estaba sentado, listo, con su desayuno frente a él y mi padre se había ido a trabajar más temprano.

—¿Cómo estás? —preguntó Liam.

—Mejor —mentí.

—No te creo nada.

—Mal, pero es normal los primeros días —bromeé y él negó con su cabeza.

Desayuné, aunque no tenía hambre. Liam intentaba entablar una conversación conmigo, pero en la televisión comenzaron a dar una noticia. Se trataba de que habían amenazado al presidente por no sé qué cosa y estaban comenzando a asesinar personas y a secuestrarlas también. No le di mucha importancia, ya que siempre existían esas amenazas absurdas que jamás se llevaban a cabo.

Me cepillé los dientes y mientras estaba en el baño, escuché el timbre. Fruncí el ceño frente al espejo para luego asomarme por la puerta, Liam estaba hablando con alguien, pero rápidamente su voz comenzó a subir de tono. Salí corriendo del baño y bajé las escaleras encontrándome con Liam y Christopher peleándose.

—¡Ya basta! —les grité mientras intentaba separarlos. Mi hermano lo había golpeado hasta hacerlo sangrar y Christopher había intentado defenderse, pero no había resultado como él esperaba—. ¡¿Qué les sucede?! Ya basta.

—¡Vete de aquí, imbécil! —gritó Liam.

—Alice, debemos hablar —me dijo Christopher ignorando por completo a mi hermano y secándose con la manga de su chaqueta la sangre de la boca.

—Es mejor que hablemos otro día, por favor —dije, intentando tranquilizarme. Me ponía de los nervios que dos personas pelearan, más aún si se trataba de Liam, quien, cuando se enojaba, nadie podía detenerlo.

—No, Alice. No he venido hasta aquí para que no me escuches.

—Y pudiste ir al centro comercial con otra chica para engañar a mi hermana, ¿no? Pudiste acostarte con otra, ¿eh? Vete al diablo, Christopher. No eres más que un puto tropiezo en la vida de mi hermana.

Escuché pasos en la escalera y de pronto se asomó mi madre con su bata de levantarse mirándonos atónita.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó confundida. Miró a Liam de pies a cabeza, sus nudillos sangrando y prácticamente lo empujó a la cocina para que se lavase. Miró a Christopher y lo hizo entrar mientras cerraba la puerta de un gran golpe—. ¿Qué demonios pasa con ustedes? —se alteró mirando a Liam y a Christopher como si fuesen dos niños—. ¿Cómo se les ocurre creer que pueden venir y hacer un escándalo a las siete de la mañana? ¿No saben que tengo vecinos?

—Lo lamento, es solo que he venido a hablar con Alice —habló Christopher mirándola—, fui un idiota, quiero que me perdone. Quiero a Alice y no quiero perderla.

—¡Basta de hablar estupideces! —se alteró nuevamente Liam—. ¡Acabas de decir que engañaste a mi hermana porque no te daba lo que querías! ¿Y qué demonios querías? ¡Simplemente sexo! Alice no es una prostituta, Christopher.

—¡Liam! —lo regañó mi madre.

—Esto es algo que deberíamos hablarlo Alice y yo —resopló Christopher.

—Claro que sí —lo miró mi hermano—, pero debiste haberlo pensado antes de sacarte el gusto con otra chica.

—Ya basta —los miré—, hablaré con Christopher, a solas.

—Alice —Liam bajó la voz—, solo estoy defendiéndote.

—Está bien, Alice —habló mamá—. ¿Quieres hablar con Christopher? —asentí y luego miré a Liam de reojo sintiéndome terriblemente culpable. Liam me observó enojado, tomó su mochila, que estaba en el sofá junto a su casco y salió de casa molesto. Escuché su moto alejarse en segundos.

Creo que había aceptado más por calmar la situación que por querer escucharlo de verdad.

—Vámonos, conversaremos camino a la escuela —me dirigí hacia Christopher. Mi madre nos miró unos segundos y luego subió las escaleras.

Cada paso que daba me hacía sentir más culpable, hasta que finalmente Christopher comenzó a hablar.

—Solo quería que me escucharas —decía mientras yo intentaba caminar rápidamente para llegar a la escuela.

Había prácticamente traicionado la lealtad de mi hermano. Me había comportado como una malagradecida con él, ya que simplemente intentaba protegerme de un imbécil.

—Te escucho, habla rápido. —Lo miré de reojo y seguí mi paso firme.

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