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Relaciones asimétricas: la producción de la alteridad
ОглавлениеEn nuestro enfoque, los conceptos interrelacionados de núcleo-periferia habilitan la convergencia de dos tradiciones que no siempre coinciden en un mismo análisis. Nos referimos, por un lado, a las preguntas propias de una sociología de la dominación que se interroga por las asimetrías y los diferenciales de poder de las relaciones sociales y, por el otro, el interés por explorar el modo en que estas posiciones se asumen, naturalizan, experimentan efectivamente en contextos situados de interacción. La internalización de los arbitrarios culturales en la subjetividad es menos automática de lo que se piensa. Requiere un esfuerzo constante en la generación de identificaciones que respondan a lógicas de sentido disímiles, incluso contrapuestas.
El medio sociorreligioso latinoamericano se encuentra dominado por las diferentes variantes del cristianismo respecto de las cuales se ubica, periféricamente, un conjunto de grupos que, por su misma posición relacional, aparecen como heterodoxos. Pensar en términos de núcleo-periferia implica reconstruir las relaciones de alteridad y subordinación que se construyen en el ejercicio del poder. En esta perspectiva, el medio religioso replica, en parte, los vínculos establecidos por el encuentro entre la Europa colonial y el mundo colonizado. De ahí que las prácticas rituales, las creencias y mitologías más cercanas al imaginario cultural de la modernidad europea se localicen en el centro de esta configuración.29 Asimismo, cabe reconocer que la desigualdad estructural de este espacio es un rasgo tan importante como su dinamismo: sistemas de creencias periféricos pueden en un momento nuclearizarse bajo condiciones determinadas, dependiendo de las articulaciones con distintos ámbitos de la vida social –el mundo político o económico, por ejemplo–, así como de los reconocimientos que reciban de las instancias consagradas de su mismo medio.30
En cada sociedad se establecen definiciones históricas, sujetas a la necesidad de confirmación, también amenazadas por visiones del mundo alternativas, acerca de qué comportamientos y formas simbólicas se considerarán parte de las imágenes legítimas y cuáles serán clasificadas como mágicas o supersticiosas.31 El carácter arbitrario, desigual, socialmente producido, de un orden de jerarquías y valoraciones en la definición de lo sagrado se explicita de manera analítica en el esquema núcleo-periferia. Este último no solo comprende los conflictos interreligiosos en un entorno cultural específico, sino también la construcción cambiante de posiciones de autoridad hacia dentro de una misma tradición y la forma en que ellas se expresan en las lógicas de funcionamiento de sus organizaciones. Los distintos mundos religiosos refractan con metáforas y elipsis los principios objetivos de su medio social. Es a partir de estos principios estructurales que los actores sociales logran situarse a sí mismos y a los otros en contextos de interacción.
Las estructuras organizacionales-comunitarias, dentro de las cuales comenzamos nuestros estudios, constituyen constelaciones amplias que recrean múltiples posibilidades de referenciarse. En el caso de los miembros de una iglesia pentecostal, por ejemplo, estos se ubican en un complejo de planos de pertenencia que van desde un cristianismo genérico hasta la inserción en una comunidad o denominación específica, pasando por la adhesión a escalas intermedias como la identidad protestante, evangélica, denominacional. El anclaje más dependiente de los reconocimientos intersubjetivos es el de la iglesia a la que se asiste de forma habitual. Allí se producen en parte las mediaciones que actualizan su identificación con referencias más abstractas. De ellas, el cristianismo representa la más simbólica y polisémica en el sentido de que la autodenominación no requiere, necesariamente, la participación activa o el establecimiento de un estilo de vida basado en prescripciones definidas. El actor puede recrear de múltiples maneras –incluso a través de elecciones de consumo– el sentimiento de ser cristiano. No existe, en este nivel, una autoridad que detente una definición hegemónica y excluyente.
A medida que nos dirigimos hacia planos más concretos, los costos de la pertenencia aumentan, dado que el reconocimiento que el actor recibe de su identificación con una categoría (evangélico, lubavitcher, etc.) depende de la dramatización de criterios objetivos (anteriores al individuo, que este no elige, sino que le son impuestos). La práctica religiosa supone, en este caso, una práctica dirigida hacia otros, un trabajo de proyección del personaje –en los términos del interaccionismo simbólico– a través de guiones estipulados, capaces de ser comprendidos por los demás a partir de un juego de códigos e interpretaciones específicas. Si alguien busca proyectar la impresión de judío jasídico, debe hacerlo reproduciendo ciertos patrones perceptibles por sus iguales. Mientras que podemos afirmar que un judío es todo aquel que se siente como tal, no podemos sostener lo mismo de un lubavitcher. Un lubavitcher debe ser reconocido y aceptado para contraer matrimonio con otro lubavitcher o para que su casa sea factible de ser visitada por un miembro de la comunidad.
Resumiendo, la autoidentificación como judío o cristiano requiere la confirmación intersubjetiva. En todo caso, será posible a un actor, cuya judeidad no es confirmada por algunos creyentes, encontrar otros que sí la convaliden. La cuestión de la subjetivación religiosa refiere a esta pertenencia multisituada. La posibilidad de ser un cristiano sui géneris se afirma a nivel simbólico y va descendiendo, adoptando determinaciones concretas y límites, a medida que el actor intenta posicionarse en diferentes contextos de interacción. Esto no significa que los encuentros cara a cara admitan una única fórmula de funcionamiento. Todo lo contrario. Los conceptos de núcleo-periferia no describen solo el sentimiento subjetivo de pertenecer a posiciones diferenciales, asimétricas, en un entramado de relaciones, sino también al arduo trabajo de identificación y reconocimiento de los otros.