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Núcleo-periferia como propiedades objetivas o modos de ver el mundo
ОглавлениеDentro de una organización religiosa existe una división instituida entre agentes. Algunas personas detentan mayor autoridad que otras, son portadoras de un saber del cual el resto carece, poseen cualidades objetivadas a través del reconocimiento intersubjetivo relativas a la conexión y manipulación de lo sagrado, administran bienes de salvación y ostentan titulaciones, manejan los fondos económicos y las relaciones políticas, tienen acceso a información exclusiva. Asimismo, es posible establecer especificidades que distinguen las creencias, también las prácticas, en cada una de estas posiciones. Existen prácticas que caracterizan a una categoría de identificación, como la alimentación bajo reglas de kashrut o jalab que ciertas asociaciones judías o musulmanas consideran nucleares en la escenificación de sus proyectos identitarios.32 El carácter nuclear o periférico de las prácticas y representaciones no se fundamenta en ningún tipo de esencia relativa a una religión en particular, sino que depende del diferencial de poder que gobierna la vida interna de un espacio de creencias. Las mitologías, los ritos, los símbolos contribuyen –entre otras cosas– a reforzar el efecto de correspondencias entre estructuras objetivas e incorporadas. De ahí surge la complicidad de los agentes con la posición que ocupan y con los presupuestos tácitos de un orden que los lleva a defender, evadir, o a veces a cuestionar las reglas.
Nos referimos, aquí, a la dualidad núcleo-periferia como propiedades objetivas, capaces de ser observadas y medibles. Podemos construir estos atributos en cuanto variables dependientes o independientes, disponiendo de indicadores que nos permitan, sin ambigüedades, definir a una unidad de análisis de acuerdo con ciertas características. Esta operación científica es parte del modelo del plan de estudio que proponemos y que hemos realizado en otras ocasiones33 en el intento por explorar, a partir de métodos estadísticos, las modalidades de pertenencia religiosa que ofrecen, por ejemplo, la construcción de perfiles.
Otro criterio, esta vez de impronta cualitativa, consiste en explorar el modo en que las posiciones señaladas recrean una forma particular de conocer el mundo y actuar en él. La distinción núcleo-periferia estructura el conocimiento tácito, disponible, que el agente posee respecto del espacio de producción de lo sagrado; este saber mutuo le enseña a diferenciar entre ideas, lugares, actitudes, corporeidades, objetos y cargos, según donde estén ubicados. A la vez, contribuye a reproducir, a través de sus propios comportamientos, esas diferenciaciones. Clasificar y ser clasificado es una parte inherente a la acción de situarse en las estructuras de los mundos religiosos. Habitarlos requiere procesos de aprendizaje, de internalización de un conjunto de categorías y códigos que ofrecen un ordenamiento de la experiencia. Las codificaciones pueden ser más o menos complejas, dependen de la trayectoria, también del punto de vista de los participantes y las racionalizaciones que se construyan en un momento específico. La nuclearidad de un estado de cosas –un orden aparentemente compacto y homogéneo– es susceptible de ser cuestionada al cambiar el lugar y la distancia desde donde se la observa. El sentido de ubicación de los agentes, así como las definiciones de lo real que afirman, se configura a partir de sus trayectorias sociales y la manera en que resuelven, sintetizan, el vínculo con distintos vectores de clasificación que organizan los anclajes identitarios.