Читать книгу Curso de Filosofía del Derecho. Tomo I - José Joaquín Ugarte Godoy - Страница 20
ОглавлениеCAPÍTULO QUINTO
LAS POTENCIAS DEL ALMA HUMANA
a) Distinción entre el alma y sus potencias
126.- En todas las substancias creadas se distinguen su ser y su obrar, a diferencia de lo que ocurre en Dios, que es acto puro y simplicísimo. Las acciones u operaciones de dichas substancias no pueden ser su acto substancial: su forma substancial, pues tales substancias tienen y mantienen su ser aunque no realicen las operaciones de que son capaces, y aunque ellas vayan sucediéndose unas a otras: esas operaciones han de ser entonces accidentes. Si son distintos el ser y el obrar, han de ser distintas también la potencia para ser y la potencia para obrar; es decir, las substancias creadas han de tener potencias especiales en orden a las operaciones que les son propias. No cabe que estas potencias sean otra cosa que accidentes de dichas substancias, pues existen para realizar las acciones u operaciones, que son accidentales, según se ha visto.- Las potencias para operar de que venimos hablando se llaman potencias activas o facultades.1
Tenemos, en consecuencia, que las potencias activas o facultades son accidentes de la substancia, y que las operaciones son accidentes que residen en las potencias activas y, a través de ellas, en la substancia. Por ejemplo, la facultad auditiva —el oído— es un accidente que reside en la substancia del animal —del ser dotado de conocimiento sensible— y la sensación auditiva —su acto— es un accidente que reside a su vez en la potencia o facultad auditiva. La inteligencia o entendimiento es un accidente del alma humana, y las operaciones intelectuales —la simple aprehensión con que concebimos las ideas, el juicio— son accidentes de la facultad intelectiva.
127.- De lo anteriormente expuesto, hemos de concluir que el alma humana es distinta de sus potencias o facultades, que son accidentes de la misma; y de las operaciones de tales facultades. Lo que sí, que las facultades del alma, si bien son accidentes, constituyen propiedades de la misma, es decir, accidentes que necesariamente derivan de su esencia, y que por tanto no podrían faltarle.2, 3
b) Las potencias del alma humana
128.- El alma humana tiene las potencias propias de la vida vegetativa: de nutrición, de crecimiento, morfogenética y generativa; de la vida sensitiva: sentidos externos e internos, apetitos sensibles, etc.; y las potencias propias de la vida espiritual o potencias específicamente humanas, que son la inteligencia o entendimiento y la voluntad.
En el hombre las potencias vegetativas se ordenan a las de la vida sensitiva, y estas a las espirituales. Los actos de las potencias espirituales son exclusivamente actos del alma; los de las restantes facultades son en cambio actos del compuesto: es decir del alma y del cuerpo.
Recordando lo que decíamos más arriba, anotemos que a las potencias cognoscitivas corresponden necesariamente potencias apetitivas, destinadas a desear o apetecer lo que las primeras conocen y presentan. Así, al conocimiento sensible corresponden los apetitos sensibles, y al conocimiento intelectivo, el apetito racional, llamado voluntad.
Los apetitos sensitivos son el irascible, que tiene por objeto el bien arduo, o sea, el bien cuya conquista supone un esfuerzo, y el apetito concupiscible, que tiene por objeto el bien deleitable. Los actos del apetito sensitivo se conocen con el nombre de “pasiones”.
1 La palabra “facultad” viene de la palabra latina “facultas” que, además de significar facultad, potencia, poder de hacer alguna cosa, significa también “facilidad”: las facultades o potencias activas son como “facilidades” para obrar, es decir, permiten operar.
2 “…Esta (el alma) es acto por su esencia. Si, pues la esencia misma del alma fuese el principio inmediato de su operación (facultad), todo el que tiene alma estaría siempre realizando en acto las operaciones vitales de igual modo que el que tiene alma vive de hecho.” (Santo Tomás, Suma Teológica, 1, q. 77, a. 1. Las expresiones entre paréntesis son nuestras).
3 Descartes, al parecer, identificaba la esencia del alma con su pensamiento, es decir, con sus actos de conocimiento: “… me encuentro con que el pensamiento es un atributo que me pertenece: solo él no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo: esto es cierto; ¿pero por cuanto tiempo? A saber tanto tiempo como yo piense; pues tal vez pudiese suceder, si yo dejara de pensar, que yo dejara al mismo tiempo de existir…” (Meditaciones Metafísicas, Meditación 2ª. edición de “Bibliothèque de La Pléiade”, Gallimard, 1963, Bruges, de las obras de Descartes, pág. 277). Luego añade: “…Y por tanto, por lo mismo que yo conozco con certeza que existo, y, sin embargo, no echo de ver que necesariamente pertenezca a mi naturaleza o a mi esencia, ninguna otra cosa sino el ser yo una cosa que piensa; yo concluyo con mucha razón que mi esencia consiste solamente en aquello de que soy una cosa que piensa, o una substancia de la cual toda la esencia o la naturaleza no es más que pensar …” (Op. cit., Meditación 6ª, ed. cit., pág. 323). Debe dejarse constancia, con todo, de que contestando una objeción de Hobbes, Descartes declara lo siguiente:” … yo no digo que la intelección y la cosa que entiende, sean lo mismo, ni tampoco la cosa que entiende y el entendimiento, si se toma el entendimiento por una facultad, sino solamente cuando se le toma como la misma cosa que entiende …” (ed. cit. pág. 402).