Читать книгу Curso de Filosofía del Derecho. Tomo I - José Joaquín Ugarte Godoy - Страница 8
ОглавлениеCAPÍTULO PRIMERO
LA FILOSOFÍA Y LA FILOSOFÍA DEL DERECHO
a) La filosofía
1.- Muchas veces se ha intentado definir la filosofía y nunca se ha obtenido un resultado plenamente satisfactorio, porque, como observa Millán Puelles, la filosofía es estrictamente hablando indefinible1. En efecto, toda definición se hace particularizando o delimitando, dentro de una realidad más amplia, aquello que se quiere definir, y definir no significa otra cosa que fijar los límites de algo; es fijar su fin o sus fines, términos o límites2. Pero siendo la filosofía el saber supremo, que se refiere al ser en general, y que trata de explicar todas las cosas por sus primeros principios, no hay un objeto más amplio en que se pueda incluir el suyo para luego añadir una nota que lo diferencie. No cabe entonces definir la filosofía en el sentido lógico, de subsumir su realidad en otra más general: un género, y destacarlo de ella mediante una diferencia específica, como se hace, por ejemplo, cuando se dice que el hombre es animal racional, fórmula en que animal es el género y racional, la diferencia específica3.
2.- Mas el que no podamos definir, estrictamente hablando, la filosofía, no significa que no sepamos lo que es, ni tampoco que no se pueda hacer de ella definición alguna. Porque sabemos que es una ciencia, un conocimiento sistemático de todas las cosas por lo que tienen ellas de unidad; unidad que se funda en que todas existen, son, y que hace posible estudiarlas y conocerlas como un todo, que llamamos la realidad. Lo que nos permite llegar a conocer todas las cosas como totalidad, como unidad de lo real, es el conocerlas por sus primeros principios o causas primeras.
Y esta noción que tenemos de la filosofía nos habilita para formular, si bien no una definición en el sentido antes indicado, sí una cuasi definición, una a manera de definición, o lo que los filósofos llaman una declaratio: aclaración o declaración.
3.- Etimológicamente, la palabra filosofía significa “amistad de la sabiduría” o “amor a la sabiduría”, pues proviene de los vocablos griegos filiva (filía): amistad, y (sofía): sabiduría. La etimología nos permite ya, como vemos, una cierta definición: amistad de la sabiduría. La sabiduría es el conocimiento de todo, no en la forma fraccionaria de una enciclopedia, sino en la forma sistemática o de conjunto que deriva de aprehender de alguna manera la unidad real y el fondo común de todas las cosas —unidad que resulta, como se verá en su oportunidad, del hecho de ser tales cosas obras o creaturas de Dios, creaturas que existen y son lo que son, porque participan de la esencia divina—.
Si la sabiduría es el conocimiento de todo, es claro que excede infinitamente las capacidades del hombre. Este nunca ha conocido ni podrá conocer todo, porque ello equivale al pleno conocimiento o posesión del ser, lo que es privativo de quien es el ser mismo, o sea de Dios, que hace participar de su ser a todo lo demás. Ya lo decía Aristóteles:
“… su posesión [la de la Sabiduría] podría con justicia ser considerada impropia del hombre. Pues la naturaleza humana es esclava en muchos aspectos; de suerte que, según Simónides, ‘solo un dios puede tener este privilegio’, aunque es indigno de un varón no buscar la ciencia a él proporcionada. Por consiguiente, si tuviera algún sentido lo que dicen los poetas, y la divinidad fuese por naturaleza envidiosa, aquí parece que se aplicaría principalmente, y serían desdichados todos los que en esto sobresalen. Pero ni es posible que la divinidad sea envidiosa (sino que, según el refrán, mienten mucho los poetas), ni debemos pensar que otra ciencia sea más digna de aprecio que esta. Pues la más divina es también la más digna de aprecio. Y en dos sentidos es tal ella sola: pues será divina entre todas las ciencias la que tendría Dios principalmente, y la que verse sobre lo divino. Y esta sola reúne ambas condiciones; pues Dios les parece a todos ser una de las causas y cierto principio, y tal ciencia puede tenerla o Dios solo o él principalmente…”4.
La sabiduría, pues, estrictamente solo puede tenerla Dios, solo a Él compete5.
Pero al hombre le es dado participar, a su manera, y a la medida de sus fuerzas, de la sabiduría: su conocimiento será verdadero aunque deficiente con relación a la sabiduría plena. El hombre puede ser amigo de la sabiduría. En este sentido la filosofía puede definirse como amistad de la sabiduría, fórmula en que la palabra amistad connota la esencial limitación de la sabiduría que el hombre puede alcanzar.
También se ha propuesto como definición de la filosofía la expresión “sabiduría humana”. “En ella —dice Millán Puelles— lo que habría de cumplir la función del género próximo está constituido por la causa ‘ejemplar’, y lo que correspondería a la diferencia específica se encuentra reemplazado por una limitación y restricción del concepto sabiduría”6.
4.- Se suele definir la filosofía como la ciencia de todas las cosas por sus causas primeras a la luz de la razón. Algunos, en vez de “causas primeras”, hablan de causas últimas, lo que sin duda es lo mismo, desde el punto de vista del modo de conocer del hombre, que solo al último llega a las causas primeras.
5.- Esta definición está tomada de Aristóteles, no en cuanto que él la haya formulado exactamente así, pero sí en cuanto que en sus explicaciones del capítulo 2º del libro 1º de la Metafísica acerca de lo que es la sabiduría o la filosofía, se contienen todos los elementos de tal definición.
“…la llamada Sabiduría —dice— versa, en opinión de todos, sobre las primeras causas y sobre los principios.”
“…Pensamos, en primer lugar, que el sabio lo sabe todo en la medida de lo posible, sin tener la ciencia de cada cosa en particular.”
La filosofía es, pues, según Aristóteles la ciencia de todo o de todas las cosas, por las primeras causas, que es la parte principal de la definición con que comenzamos este numerando. La expresión “a la luz de la razón”, se acostumbra agregarla para distinguir la filosofía —ciencia alcanzada por las solas fuerzas de la razón natural del hombre— de la teología basada en la revelación divina, a la que se asiente mediante la fe sobrenatural, infundida por Dios.
Veremos, en los números siguientes, los diversos elementos de la definición de que nos ocupamos.
6.- Ciencia.- La ciencia se define como el conocimiento cierto de las cosas por sus causas —certa cognitio rerum per causas—.
El conocimiento es indefinible, porque conocer es un modo de realizar la vida —el más alto—, y vivir es un modo de realizar el ser —también el más alto—, y el ser es indefinible como ya sabemos. Podemos, eso sí, explicar el conocimiento diciendo que es un modo de poseer los seres, y que consiste, tratándose del conocimiento humano, en una misteriosa pero real presencia —re-presencia o representación— de ellos en el sujeto que conoce o sujeto cognoscente.
El conocimiento puede ser sensible, llamado así porque se obtiene de los sentidos, e intelectual. El conocimiento sensible recae sobre lo concreto y material de los seres: su color, su olor, su peso, su figura: es por tanto particular, corresponde solo al ser que los sentidos perciben. El conocimiento intelectual, en cambio, alcanza en los seres lo que es universal: la esencia común a todos los seres de la misma especie, que recoge la idea, la que así no cuadra tan solo a un individuo, sino a todos los que tienen las mismas características en lo fundamental.
El conocimiento propio de la ciencia, como es obvio, es el conocimiento intelectual.
7.- El conocimiento en que consiste la ciencia es un conocimiento cierto, es decir, que produce la certeza, la cual suele definirse como la firme adhesión de la mente a una verdad conocida. La certeza se obtiene al conocerse las cosas por sus causas, que son los elementos o factores que las pre contienen, que intervienen en su existencia y por tanto las explican, pueden dar razón de ellas adecuadamente.
8.- El concepto de causa es también un concepto primario, por lo que no puede definirse, pero se lo puede explicar diciendo que causa es lo que interviene directamente en la producción de una cosa. Cuando demos nociones de metafísica se estudiarán las causas con cierta detención. Pero podemos anticipar ahora que son causas la materia de que algo está hecho: causa material; la forma, que determina esa materia, haciendo que la cosa sea tal cosa y no otra, por ejemplo, lecho y no automóvil o mesa: causa formal; el autor o artífice que hace la cosa, imprimiendo la forma en la materia: causa eficiente; el fin por el que el autor hace la cosa, que lo mueve a él a obrar: causa final; la idea ejemplar o arquetipo que el autor o artífice tiene en su mente de la cosa que ha de hacer: causa ejemplar; y el instrumento de que el artífice se sirve para imprimir la forma en la materia: causa instrumental.
Deben distinguirse de las causas la condición y la ocasión. La condición es aquel hecho que sin ser causa, es indispensable para que la causa ejerza su acción causal: por ejemplo, para que el fuego queme un trozo de madera, es necesario que entre en contacto con él; tal contacto es una condición de la combustión. La ocasión es un hecho que favorece la acción de la causa: así el ver abierta una caja de fondos es ocasión de que el ladrón robe, si bien no es la causa de su acto.
9.- Entre las causas hay causas inmediatas y otras que a su vez son causas de estas; y causas dependientes e independientes, todo lo cual permite establecer entre ellas primacía de alguna o algunas en cada orden de causalidad. Las que ostentan esta prelación se dicen causas primeras o primeros principios.
10.- De todas las cosas.- La filosofía —lo hemos dicho ya— estudia todas las cosas; pero esto ocurre sin que ella sea como un almacén de ciencias o suma de saberes distintos, pues si bien tiene la totalidad de las cosas por objeto, la tiene en cuanto, por realizar todas el ser, están dotadas de unidad: forman un universo, es decir, unidad en la diversidad.
11.- Por sus causas primeras.- La filosofía estudia todas las cosas por sus primeros principios o por sus primeras causas. Dice Aristóteles a este respecto:
“…Lo que ahora queremos decir es esto: que la llamada Sabiduría versa, en opinión de todos, sobre las primeras causas y sobre los principios. De suerte que, según dijimos antes, el experto nos parece más sabio que los que tienen una sensación cualquiera, y el poseedor de un arte, más sabio que los expertos, y el jefe de una obra, más que un simple operario, y los conocimientos teóricos, más que los prácticos. Resulta, pues, evidente que la Sabiduría es una ciencia sobre ciertos principios y causas”7.
La filosofía se diferencia en esto de las llamadas ciencias “particulares”, como por ejemplo la biología o la física experimental. Dichas ciencias explican los fenómenos sobre los que recae su observación y experimentación, estableciendo relaciones de causa a efecto que son leyes naturales: físicas, biológicas, etc.; pero van a causas inmediatas: precisamente las más cercanas a la observación sensible y experimentación; buscan más bien el cómo que el porqué, y no se preguntan explícitamente por el ser de las realidades que estudian. La física, por ejemplo, nos dirá que un metal se dilata linealmente por el calor en forma directamente proporcional a la longitud inicial, al aumento de temperatura, y a un coeficiente peculiar a cada metal; pero no nos dice por qué ese metal puede cambiar sin dejar de ser el mismo ser. La filosofía de la naturaleza, en cambio —que como luego veremos es una de las ramas de la filosofía— nos dirá que el metal aquel puede cambiar sin dejar de ser el mismo ente, porque está estructurado de un núcleo fundamental oculto a los sentidos —substancia—, que le permite mantener su identidad consigo mismo, y de elementos secundarios, modalidades —accidentes— que están sujetos a cambio directamente8.
12.- A la luz de la razón.- Al decir “a la luz de la razón” se quiere indicar que la filosofía es una ciencia —o conjunto de ciencias— cuyos conocimientos se adquieren mediante el ejercicio de la razón natural, de la inteligencia humana, es decir, por las solas fuerzas de nuestro intelecto, y no por la revelación divina y la fe, que hace al creyente adherir a ella. En buenas cuentas, al mencionar la razón natural se quiere deslindar el saber filosófico de la Teología. La Teología es la ciencia que, fundada en la revelación divina a la que se asiente mediante un acto de fe, organiza los conocimientos que Dios ha querido darnos directamente sobre Él, y sobre su plan respecto de los hombres, extrayendo de ellos las conclusiones que la razón nos permite deducir. Para completar esta idea falta explicar qué sentido se da aquí a la palabra fe. Pues bien, la fe es el crédito que se da a algo que no se ve, por la credibilidad de quien lo dice. Hay una fe humana: muchas veces fundados en la conocida veracidad de otra persona damos por cierto algo que esa persona nos refiere, sin hacer más averiguaciones. La fe sobrenatural es el crédito que damos a las verdades reveladas por Dios que nuestro entendimiento no alcanza. Como se trata de cosas que la inteligencia humana no percibe, se requiere querer creerlas: la voluntad —de la cual es el querer— mueve al entendimiento a creer. La voluntad —a la cual corresponde querer o amar y no conocer o entender— no puede actuar en esto sola: obra porque Dios suscita el amor de ella hacia Él para que elija creer, y lo suscita mediante su gracia, que es la propia vida divina comunicada gratuitamente (por eso se llama gracia) por Dios al hombre, en el cual forma esa vida divina, una sobrenaturaleza, llamada así porque se superpone a la naturaleza humana, hallándose como enraizada en ella.
Santo Tomás define el acto de fe diciendo: “Creer es el acto del entendimiento que asiente a la verdad divina imperado por la voluntad, a la que Dios mueve mediante la gracia”9.
Las verdades de la fe son tales que la razón natural no llega a ellas, pero en ningún caso se le presentan como absurdas, es decir, contradictorias o imposibles: la razón no excluye que las respectivas proposiciones puedan ser verdad, pero no ve que efectivamente lo sean.
Esta realidad y esta definición de la fe escapan a la sola razón natural, y no pertenecen por ello a la filosofía. Sin embargo se alude a ellas para precisar hasta dónde llega la filosofía.
Complementando estas nociones, diremos que hay verdades relativas a Dios y su plan sobre el hombre que de por sí exceden la capacidad del entendimiento humano, como, por ejemplo, la trinidad de personas en la unidad de Dios, o la divinidad de Jesucristo10, y otras que la sola razón humana puede alcanzar por sí misma, pero a las que, de hecho, no todos los hombres llegan por el ejercicio de su intelecto, como, por ejemplo, la existencia de Dios, o la inmortalidad del alma. Estas dos últimas verdades son filosóficas; Platón y Aristóteles demostraron con argumentos racionales la existencia de Dios; Platón y Aristóteles —sobre todo el primero— llegaron a conocer filosóficamente la inmortalidad del alma.
Mas para aquellos que por cualquier motivo no pueden conocer por la razón natural esas verdades, la fe suple y se las da a conocer, porque su conocimiento es necesario para la salvación. Hay, entonces, verdades que de suyo y para cualquier hombre son inaccesibles a la razón, y son por tanto per se materia de fe, y otras que solo accidentalmente, para determinadas personas, son objeto de la fe.
13.- Nosotros, en este curso que es filosófico y no de teología, estudiaremos solamente verdades de razón natural, y recurriremos solo a argumentos de razón natural, no de fe; sin perjuicio de señalar, cuando se ofrezca la oportunidad, la conexión de las verdades que expongamos con el dogma, o con el Magisterio de la Iglesia; pero cuando lo hagamos será solo como información extrínseca a nuestra disciplina. Hemos de aclarar, sí, que como luego veremos, junto a la teología de la fe, llamada también Sagrada Teología, está la teología natural, que es parte de la filosofía: la que estudia lo que por la sola razón natural podemos saber de Dios.
b) Otra definición de la filosofía
14.- Notable y hermosísima es la definición de la filosofía que hace Temistio de Paflagonia (320-390): “asimilación a Dios en cuanto es posible al hombre”. Se funda esta definición en que el hombre, a semejanza de Dios, tiene conocimiento intelectual, el cual le permite a él poseer la realidad; y voluntad para amarla, y en que mientras más conoce la realidad, lo que en forma suprema se hace mediante la filosofía, más se asemeja a Dios.
Temistio se había basado para esta definición en el Diálogo Teeteto, de Platón, quien dice que para huir del mal, que ronda a la naturaleza mortal, hay que “elevarse de este mundo hacia lo alto”, y añade: “Esa huida de que hablamos no es otra cosa que una asimilación de la naturaleza divina en cuanto a nosotros sea posible”11.
c) Partes de la filosofía
15.- La filosofía no es una sola ciencia, sino un conjunto de ciencias. Toda ciencia se constituye en cuanto tal por su objeto formal. Las ciencias estudian un ser o muchos seres, según los casos, pero siempre estudian solo un aspecto de ese ser o de esos seres. Ello se debe a la flaqueza de la mente humana, que no es capaz de captar en una sola mirada toda la riqueza de la realidad que se presenta a sus ojos. Porque la realidad, si bien consta de múltiples seres, es una, por cuanto todos ellos realizan el ser.
Por eso, como decíamos, el nombre “universo” con que suele designársela, que significa “unidad en la diversidad”. Dios se conoce a Sí mismo en una sola idea: su Verbo, y en ella conoce a las criaturas al conocer su propia esencia en cuanto participable, y conociéndolas con voluntad de que existan, las crea, las hace ser. Pero nosotros debemos formar en nuestros entendimientos múltiples ciencias. Así tenemos que un mismo ser, por ejemplo el hombre, es susceptible de ser estudiado por varias ciencias: la física lo estudia en cuanto cuerpo (si le aplico tal fuerza, adquiere tal aceleración; pesa, etc.); la química, en cuanto a las substancias químicas que lo componen y sus mutaciones; la biología, en cuanto viviente; la psicología, en cuanto dotado de alma; la ética, en cuanto al recto orden de sus actos al fin último que le ha sido asignado.
El aspecto que una ciencia estudia en el ser sobre que recae se llama objeto formal, y aquel ser, objeto material. Y la filosofía reúne dentro de sí varias ciencias, porque hay en sus preocupaciones varios objetos formales.
Son partes o ramas de la filosofía:
1ª) La lógica, que es la ciencia y arte del pensamiento verdadero y correcto;
2ª) La filosofía de la naturaleza, que es la ciencia de los seres limitados y cambiantes que conocemos por los sentidos, en cuanto mutables. En ella, a su vez, hay dos ramas: la cosmología, que se refiere a los seres inanimados, y la psicología racional, que trata de los seres vivos;
3ª) la metafísica, que es la ciencia del ente en cuanto ente, o ser: su objeto material lo constituyen los seres, y su objeto formal, lo que en ellos hay de más fundamental: la entidad. La metafísica es la llamada filosofía primera, y así se denomina porque, al estudiar el ser en sí y en general, es la disciplina filosófica que más cabal y fundamentalmente realiza la noción de filosofía: es filosofía en el sentido primero o más propio de la palabra. Las otras ramas de la filosofía realizan la noción de tal en forma secundaria, y se llaman por eso filosofías segundas, o secundariamente dichas. La metafísica se llama también sabiduría, y también scientia rectrix, ciencia rectriz, porque dirige a todas las otras, y está implícita en ellas, como el ser, su objeto, está implícito en todos los seres, y en todos los objetos de las otras ciencias. La primacía sobre las otras disciplinas del espíritu le viene a la metafísica de la primacía de su objeto: el ser, el existir, sobre los objetos de aquellas, todos los cuales son secundarios y consecuenciales respecto de este, como es obvio. A todas las subalterna, lo que significa que les da los principios que deben aceptar, y significa también que ellas deben aceptar como presupuestos sus verdades. Y así ocurre: cuando el físico habla de causa, o de ley, debe atenerse a las respectivas nociones metafísicas. Es por eso la metafísica la suprema ciencia en el orden natural. El origen de su nombre, sin embargo, no le viene de tal jerarquía, sino, a lo que parece, de estar los tratados a ella relativos, a continuación de los de física, en el conjunto de las obras aristotélicas. La metafísica consta de la ontología, o estudio del ser finito en cuanto ser, por sus principios intrínsecos; de la teología natural, o estudio del ser finito por sus principios extrínsecos: su causa eficiente primera, y su causa final última, que son el ser infinito, Dios, y la gnoseología, el estudio del ente en cuanto cognoscible. La gnoseología se llama también “teoría del conocimiento”;
4ª) La ética, o estudio del recto orden de los actos libres del hombre a su fin último. Se la llama también filosofía moral, y
5ª) La estética, o filosofía del arte, que estudia la belleza de la obra que es fruto de la actividad creativa del hombre.
d) El Derecho y la Filosofía del Derecho
16.- ¿Y ahora, qué es el Derecho y qué es la Filosofía del Derecho? ¿Qué es el derecho filosófico?
Hemos dicho que la ética estudia el recto orden de los actos libres del hombre a su fin último. Pues bien, para que un acto libre del hombre esté ordenado al fin último de este, se requiere que no ofenda a ninguna virtud, que no quebrante las reglas morales propias de ninguna de ellas. Las virtudes morales son muchas: la caridad, la prudencia, la templanza, la fortaleza, etc. Entre ellas está la justicia, que es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo: su derecho; lo que le es debido; lo que le corresponde, lo que es propio de él. La parte de la ética que estudia el recto orden de los actos libres del hombre por lo que toca a la justicia, es la Filosofía del Derecho, o derecho filosófico. Este derecho filosófico se diferencia del derecho a secas, en que no comprende en su estudio lo que es justo en virtud de circunstancias contingentes y mutables, sino que se refiere a lo que es justo en virtud de la naturaleza misma del hombre: estudia lo que es naturalmente justo, ordenado o “derecho”; estudia, en otras palabras, el derecho natural.
La ética puede considerarse como ley, y en tal sentido, es la propia ley natural, que no es otra cosa sino la naturaleza misma inmutable del hombre en cuanto lo encauza a su fin último; y como ciencia, en este sentido, es el estudio filosófico de dicha ley. Análogamente, el derecho natural puede considerarse en dos sentidos: ya como un aspecto de la ley natural, una parte: la que ordena los actos del hombre por lo tocante a la justicia; ya como el estudio filosófico de ese aspecto o parte de la ley natural: la Filosofía del Derecho.
1 Antonio Millán Puelles, Fundamentos de Filosofía, 3ª ed., Ediciones Rialp S.A., Madrid, 1963, págs. 22 y 23.
2 Definir es un verbo que viene del vocablo latino finis, que significa fin, término, ímite.
3 Millán Puelles, op. cit., loc. cit., y especialmente nota 11 de la pág. 22. Dice también Millán Puelles: “Así como el ‘ser’ es indefinible —aunque tenemos una cierta intuición de él—, de la misma manera el propio ser de la filosofía no es susceptible de definición, más que en la forma de referirlo a la sabiduría, que, por cierto, es el último y verdadero conocimiento del ser.” (Op. cit., pág. 23, nota 12).s
4 Aristóteles, Metafísica, l. 1º, c. 2, 982 b 25-983 a 10, versión de Valentín García Yebra, Editorial Gredos S.A., Madrid, 1970.
5 Él se autoposee en una intuición simplicísima, que no deja residuo, profiriendo una idea de tal riqueza y perfección que es viva y es otra persona igual al Padre, su Verbo, imagen fidelísima suya: su Hijo. Esta noción de la Sabiduría de Dios solo se alcanza por la revelación.
6 Millán Puelles, op. cit., págs. 23-24.
7 Metafísica, I, 2, 981 b 25- 982 a 3; versión cit. Aristóteles añade poco más abajo: “… las ciencias son tanto más exactas cuanto más directamente se ocupan de los primeros principios (pues las que se basan en menos principios son más exactas que las que proceden por adición; la Aritmética, por ejemplo, es más exacta que la Geometría). Además, la ciencia que considera las causas es también más capaz de enseñar (pues enseñan verdaderamente los que dicen las causas acerca de cada cosa). Y el conocer y el saber buscados por sí mismos se dan principalmente en la ciencia que versa sobre lo más escible (pues el que elige el saber por el saber preferirá a cualquier otra la ciencia más ciencia, y esta es la que versa sobre lo más escible). Y lo más escible son los primeros principios y las causas (pues mediante ellos y a partir de ellos se conocen las demás cosas, no ellos a través de lo que les está sujeto). Y es más digna de mandar entre las ciencias, y superior a la subordinada, la que conoce el fin por el que debe hacerse cada cosa. Y este fin es el bien de cada uno, y, en definitiva, el bien supremo en la naturaleza toda.” (I, 2, 982 a 25- 982 b 10).
8 En el mundo antiguo y en el de la edad media, no estaba clara, o no se hacía, la distinción entre filosofía y ciencias particulares. Se consideraba parte de la filosofía todo conocimiento cierto por causas. Se distinguía, sí, con Aristóteles —distinción que luego veremos—, entre filosofía primera o metafísica o estudio del ser en cuanto ser, y filosofías segundas, o ciencias de sectores de la realidad elaboradas en estricta dependencia de la filosofía primera, y explícitamente orientadas al ser de las cosas. Solo a partir del “Renacimiento”, con el desarrollo de la experimentación científica, se conciben las ciencias particulares como dotadas de cierta autonomía y circunscritas a lo cognoscible en forma experimental y a las verdades inmediata y necesariamente derivadas de ello. Véase sobre esto Millán Puelles, op. cit., pág. 46 y siguientes, y Guillermo Fraile O.P., Historia de la Filosofía, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1965, t. I, págs. 38 y siguientes, que en cierto modo desautorizan la distinción, sobre todo el segundo, con lo que no estamos de acuerdo; y Mariano Artigas y Juan José Sanguineti, Filosofía de la Naturaleza, Ediciones Universidad de Navarra S.A., Pamplona, 1984, págs. 20 y 22, que aprueban y fundamentan bien la distinción, a nuestro juicio.
Maritain trata muy acertadamente este punto: “La ciencia, en general —dice— abarca, en efecto, dos grandes dominios: el de la sabiduría, que conoce las cosas por las causas primeras y por las razones supremas del ser, y el de la ciencia en el sentido estricto, que conoce las cosas por las causas segundas o los principios próximos. La metafísica es una sabiduría, es la sabiduría pura y simple del orden natural, del orden accesible de suyo a la sola razón. La filosofía de la naturaleza es sabiduría bajo cierto aspecto, porque su objeto son los primeros principios y las primeras causas en un orden dado, en el orden de la naturaleza corporal.” (Jacques Maritain, Los Grados del Saber, Club de Lectores, Buenos Aires, versión castellana de Alfredo Frossard y colaboradores, 1978, pág. 87). Poco más adelante añade el mismo autor: “En el mundo de los cuerpos, el sabio estudiará las leyes de los fenómenos, ligando un acontecimiento observable a otro acontecimiento observable; y buscará la estructura de la materia representándose —moléculas, iones, átomos, etc.— de qué manera y según qué leyes se conducen en el cuadro del espacio y del tiempo las últimas partículas (o las entidades matemáticamente concebidas que ocupan lugar) con las cuales está construido el edificio. El filósofo buscará lo que es en definitiva la materia cuyo comportamiento se figura así, cuál es, en función del ser inteligible, la naturaleza de la substancia corporal… El sabio va de lo visible a lo visible, de lo observable a lo observable… El filósofo va de lo visible a lo invisible; es decir, a lo que de suyo está fuera de todo el orden de observación sensible, porque los principios a los cuales llega el filósofo son en sí mismos simples objetos de intelección, no de aprehensión sensible ni de representación imaginativa.” (Op. cit., págs. 88-89).
9 Suma Teológica, II-II, q. 2, a.9.
10 “La fe es cierto goce anticipado de aquel conocimiento que nos hace bienaventurados en la felicidad futura. Por esto dice el apóstol (Heb. 11, I) que la fe es ‘el fundamento de las cosas que se esperan’, como si ya existieran incoadas en nosotros las cosas que esperamos, es decir, la bienaventuranza futura. Nuestro Señor Jesucristo nos ha enseñado que este conocimiento generador de la felicidad consiste en el conocimiento de dos verdades: la Divina Trinidad y la Humanidad de Cristo. Por ello, dirigiéndose a su Padre, dice: ‘Y la vida eterna consiste en conocerte a Ti, solo Dios verdadero y a Jesucristo, a quien tú enviaste’” (Juan, 17, 3). (Santo Tomás de Aquino, Compendio de Teología, L. I, c. 2, n.º 3, traducción de José Ignacio Saranyana y Jaime Restrepo Escobar, Ediciones Rialp, Madrid, 1980, pág. 43).
11 Platón, Teeteto, 176 b, traducción de José Antonio Míguez, en la edición de las obras completas de Platón de Aguilar, Madrid, 1969.