Читать книгу La sostenibilidad y el nuevo marco institucional y regulatorio de las finanzas sostenibles - José María López Jiménez - Страница 85

2. LA ESTABILIDAD CLIMÁTICA COMO PRECONDICIÓN A LA ESTABILIDAD FINANCIERA 2.1. INTERCONEXIONES ENTRE CAMBIO CLIMÁTICO Y ESTABILIDAD FINANCIERA

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Una vez analizadas las principales manifestaciones con las que puede aparecer el cambio climático y las consecuencias de no lograr los compromisos establecidos en el Acuerdo de París, parece bastante directa la relación entre cambio climático y estabilidad financiera8. La estabilidad climática es condición sine qua non para la estabilidad financiera y de precios, ya que si el impacto que provocan los riesgos relacionados con el medio ambiente amenaza con poner en peligro la propia existencia, parece bastante evidente que acabe alcanzando a todos los agentes económicos.

Más aún, ha de tenerse en cuenta que el entorno climático es un sistema extremadamente complejo, donde se relacionan multitud de subsistemas y con un alto componente de incertidumbre en cuanto a su evolución y resultado final, con dinámicas difíciles de modelizar y ocasionando grandes daños de carácter permanente. Tanto el calentamiento global, el derretimiento del permafrost, la sequía que amenaza la producción alimentaria, el aumento del nivel del mar con riesgo de inundaciones catastróficas o las diversas amenazas a la biodiversidad suponen daños, que, una vez producidos, son irreversibles. Así, a diferencia de lo que ocurre con las crisis financieras, se pueden llegar a producir daños tan devastadores para el medio natural que difícilmente puedan ser objeto de reparación y/o compensación. Más allá de los aspectos éticos que implica, podría incluso cuestionarse que semejantes catástrofes pudieran cuantificarse de manera financiera por su carácter inestimable, en el sentido de que impactan en activos mayoritariamente invaluables. Sírvase el ejemplo anterior (Ilustración 3), para ilustrar dicha situación. En atención a la información suministrada por el IPCC, si para 2100 se estima que bajo unas condiciones de incremento en 2 °C con respecto a niveles preindustriales, se pone en peligro la vida marina cabe plantearse, ¿en cuánto se puede valorar la pérdida de la totalidad del arrecife marino?, ¿es posible delimitar tan fácilmente todos los efectos derivados del mismo?, ¿se puede poner en valor todo el potencial conflicto social, pérdida de salubridad, daño en biodiversidad y resto de costes sociales derivados de la emergencia climática? ¿Es siquiera compensable? En caso afirmativo ¿a quién se debería dirigir tal reclamación?

Precisamente el carácter irreversible de los daños provocados por los fenómenos asociados al cambio climático junto con su alta incertidumbre, debido a la dificultad a la hora de emplear las técnicas predictivas y de proyección bajo los métodos de estimación tradicionales, han sido las principales causas de que se haya priorizado la protección del medio ambiente en la agenda internacional. Con este telón de fondo, parece evidente que dichos fenómenos extremos relacionados con el clima con toda probabilidad tendrán un alto impacto en la fijación del precio de bienes y servicios (no sólo alimentarios), así como en lo relativo al crecimiento y a la asignación de recursos económicos. Dicha situación explica la enorme aceleración y proliferación en el número de investigaciones en materia de sostenibilidad e integración de los riesgos relacionados con los asuntos climáticos por parte de académicos, bancos centrales e instituciones internacionales.

A nivel global, debemos conocer bien a qué nos enfrentamos, saber cómo reaccionar ante estas nuevas circunstancias y ser conscientes del breve plazo del que disponemos para enfrentarnos al problema climático. De esta forma, a pesar de la incertidumbre, se pueden ajustar y priorizar las medidas de acción climáticas orientadas a acelerar la transición energética a todos los sectores (energía, transporte, alimentación, etc.). La conclusión parece rotunda, cuanto más se tarde en afrontar la reducción de emisiones mayores serán los costes y la complejidad de implementar las soluciones pendientes de adopción. La estabilidad financiera y la estabilidad climática se constituyen como dos bienes públicos estrechamente interconectados. Así, para hacer frente a la batalla por el cambio climático se presenta como imprescindible contar con un sistema financiero sólido, estable y saludable orientado a la asignación eficiente de los recursos y la distribución de los riesgos de la economía.

El cambio climático nos sitúa ante un reto sin precedentes en el más estricto sentido del término, con un elevado componente de incertidumbre por la dificultad de predecir la evolución de los patrones climáticos y la cadena de reacciones (naturales, sociales, financieras) producidas ante los mismos. De esta manera, se ven fuertemente comprometidos todos los procesos de toma de decisiones tanto para el sector público como el privado, mermando la capacidad de gobierno interno y de dirección de los distintos sistemas socioeconómicos. Si añadimos el enorme impacto sobre la economía al materializarse dichos eventos, se podría poner en amenaza el mandato otorgado las Bancos Centrales de velar por la estabilidad financiera y de precios, con una severidad en el impacto muy por encima del alcance de las capacidades correctoras de los instrumentos disponibles por las autoridades centrales. A pesar de la mayor concienciación global sobre el problema, los datos reflejan que se está perdiendo la batalla contra el cambio climático y que, para hacer el cambio de paradigma efectivo, es necesario la coordinación e involucración de todos los agentes económicos y sociales.

La sostenibilidad y el nuevo marco institucional y regulatorio de las finanzas sostenibles

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