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1. EL CONTEXTO

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En las ciencias, en general, en las ciencias sociales en particular y en la Antropología Social, especialmente, es absolutamente necesario contextualizar nuestro objeto de estudio. La exigencia epistemológica de la Antropología Social de ser un saber global requiere una aproximación holística que debe ser asumida desde un planteamiento interdisciplinar, diacrónico y dinámico, que se inicia en la contextualización en un sentido amplio (ámbito político, económico, tecnológico y sociocultural) a la par que riguroso. Entendemos que el análisis de contexto se inicia a través del “complejo cronotopo” entendido como “la unión de los elementos espaciales y temporales en un todo inteligible y concreto” (ÁLVAREZ-MUNÁRRIZ, 1997: 259). En el entorno espacial en el que se desarrolla la actividad de la empresa familiar podemos establecer diferentes niveles de concreción concéntrica que nos ayudarán a “comprender” la realidad de nuestro objeto de estudio, de tal manera que la localización geográfica puede aportarnos datos relevantes para entender la especificidad de la empresa familiar, su viabilidad económica, tanto por la reducción de costes por la proximidad a la materia prima que utilice, como para la comercialización de sus productos o servicios. Resulta conveniente la valoración que la proximidad a vías de transporte rápido puede tener en el balance de la empresa. Al enclave geográfico hay que añadir la ubicación, no sólo de la empresa, sino también del domicilio familiar a la hora de analizar el reconocimiento sociocultural de la misma, y los reportes económicos y sociales, que su centralidad o lejanía dentro de la población, pueden reportarle. Una ubicación de la empresa y la familia integrada o próxima a la población puede suponer una manifestación de arraigo, que puede corresponderse a través de un mayor compromiso con la misma, por parte de trabajadores-vecinos. La última dimensión espacial a tener en cuenta sería la propia distribución espacial de la empresa y la decoración y visibilidad de la vivienda familiar. Por lo que a la empresa se refiere, la distribución del espacio disponible refleja, por un lado la optimización del mismo, con claras consecuencias económicas y por otro, la valoración de la misma a través de la imagen que proyecta a la sociedad. Las primeras impresiones se transforman en intenciones que motivan nuestra toma de decisiones. Paralelamente, sobre todo si la familia vive en la población en la que está ubicada la empresa, la apariencia de la vivienda familiar es un elemento simbólico que influye en el reconocimiento e integración con sus convecinos.

Respecto al eje temporal, debemos constatar a partir de la implementación del análisis diacrónico, la relevancia que para la gestión de las dinámicas de las empresas familiares tiene el contar con una historia, la cual se convierte en un elemento simbólico emblemático. En tanto que genealogía, cohesiona a la familia y la arraiga a un linaje. Como historia de la empresa, refuerza la actividad presente y proyecta su éxito al futuro. Dentro del ámbito temporal, pero en esta ocasión, analizado desde una perspectiva sincrónica, nos encontramos con la programación y planificación que toda actividad humana requiere, con especial repercusión en la viabilidad y éxito de la empresa y en la participación de familiares y trabajadores con horarios claramente establecidos, que deben ser respetados para garantizar la continuidad de la misma. Destacamos el valor ejemplarizante que entraña este último aspecto y que constituye un elemento crucial para fomentar el compromiso requerido a todas las personas que forman parte de la empresa familiar. Numerosos informantes destacan como un elemento valioso y motivador, que el o los jefes lleguen los primeros y se vayan los últimos de la empresa.

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